Es una inveterada costumbre que el inicio de los períodos o de un año nuevo, según se trate de la óptica civilizatoria con la cual se establezcan estas periodicidades, se inaugure con pronósticos acerca de lo que podría suceder en este nuevo año.
En la ancestral cultura oriental china, estos períodos se marcan con la huella de 12 animales que simbolizan las fase del ciclo lunar. Según reza la leyenda, el profeta Buda llamó a todos los animales que habitaban en la Tierra para hablarles del destino del planeta, pero solo acudieron 12 a la cita. El primero en llegar fue la rata y, por lo tanto, a este roedor se le asignó el primer año del ciclo lunar chino. Curiosamente, el año 2020 —en el calendario gregoriano— coincidió con el año de la rata y los años sucesivos al buey (2021), al tigre (2022) y este año nuevo al “conejo del agua”.
Según la mitología oriental, el signo del conejo de agua es el símbolo de la paz y la esperanza, asociado a los beneficios de la lluvia, que puede limpiar las heridas de la tierra y traer abundancia. Sin embargo, como sucede con toda la dialéctica de esta cultura milenaria, la bondad de la lluvia tiene su contraparte en el exceso de las precipitaciones que traen consigo inundaciones y catástrofes.
Sin necesidad de acudir al oráculo, basta con echarle una mirada a las primeras páginas de los principales diarios del mundo para verificar que la variabilidad y el cambio climático ocuparon la atención de la opinión publica mundial en el inicio de este año, dada la magnitud y la gravedad eventos climáticos extremos. Los torrenciales aguaceros, el deshielo de los polos y las intensas nevadas en muchos países, han agudizado el descontrol climático en todo el planeta. Amenazando con empujarnos hacia un punto de no retorno en la desestabilización del rumbo de nuestra casa común, como la denominara el Papa Francisco en su encíclica Laudato si'[1].
Esta grave situación climática se convirtió en uno de los temas más importantes de la agenda del Foro Económico Mundial, realizado en Davos recientemente. Allí los altos heliotropos de poder económico mundial compartieron su preocupación por los efectos del cambio climático y abogaron por la adopción de una agenda común que conduzca a la reducción efectiva de las emisiones de CO2, mediante la sustitución de los combustibles fósiles y la descarbonización de las economías. Incluso, algunos de los más importantes líderes empresariales fueron más allá y propusieron un modelo de reducción de los niveles de consumo y la desaceleración del ritmo de crecimiento de las economías y los mercados.
Nuestro país no ha sido ajeno a la ocurrencia de estos eventos climáticos extremos. Los cuales han provocado grandes inundaciones en toda la geografía nacional y, recientemente, el colapso de la vía Panamericana que comunica a Colombia con el sur del país y con los demás países del continente Suramericano. El taponamiento de la vía aisló totalmente a la región sur del país y amenaza con convertirse en la más grande crisis de abastecimiento alimentario y de bloqueo económico de los últimos tiempos.
Está emergencia obligó al presidente Petro a cancelar su agenda final de compromisos en los países europeos para regresar al país de manera intempestiva y ponerse al frente de la atención de los estragos que está causando la emergencia invernal.
Sin embargo, de acuerdo con los pronósticos climáticos del Ideam[2], las tendencias climáticas que se observarán, en el corto y mediano plazo del año 2023, señala una disminución paulatina de las lluvias torrenciales que acompañaron el fenómeno de La Niña durante la mayor parte del año 2022, y su retorno a los niveles históricos de precipitaciones (ENOS-Neutral)[3] a partir del segundo trimestre del año. Lo cuál traerá un alivio a los agricultores que se beneficiarían de los tradicionales períodos de lluvias (marzo-abril-junio), permitiendo la salida normal de las cosechas de la mitaca hacia los meses de mayo-junio.
No obstante, es previsible que los factores externos, derivados de las interrupciones en las cadenas mundiales de abastecimiento provocadas por los efectos rezagados de la pandemia y la prolongación de la guerra en Ucrania, continuaran afectando el costo de los insumos importados y, por ende, la reducción de las áreas sembradas en la primera mitad del año 2023. Situación que se puede ver agravada por la incomunicación del sur del país y el bloqueo de la vía Panamericana. Generando expectativas de precios altos en los alimentos, con los consiguientes efectos especulativos en está región del país, que afectaría particularmente a los habitantes de los departamentos de Nariño, Cauca y Putumayo.
En relación con la política de paz del actual gobierno, el año nuevo se inició con el anuncio del presidente Gustavo Petro del “cese al fuego bilateral” con los (5) grupos armados ilegales que, en su afán de encontrar caminos más expeditos de su política, se tropezó con la primera “crisis” en las negociaciones cuando la dirigencia del ELN negó la existencia de un acuerdo previo y manifestó desacuerdo con está postura del gobierno.
Sin embargo, las delegaciones del gobierno y el ELN encontraron rápidamente un camino para retornar a la mesa de negociaciones, mediante un encuentro express en Caracas. Reunión que sirvió para recomponer el clima de confianza y reabrir las discusión sobre el cese al fuego bilateral. Temas que serán parte del segundo ciclo de conversaciones que se celebrará en México a partir el próximo 13 de febrero.
Está lección, ojalá aprendida, le señala al gobierno que no basta con las buenas intenciones de su política de paz total, sino que es indispensable contar con un método y una estrategia de paz claramente diseñada para avanzar por un camino, seguramente más lento pero mucho más seguro.
En relación con el balance macroeconómico, el año comenzó con las mismas expectativas del aumento de precios, que durante el año anterior alcanzó la cifra récords del 13,5% en el IPC y, particularmente, el alza de más del 25,4% en los precios de los alimentos. Tendencias que generan una alta preocupación tanto al interior del gobierno como entre los productores y, principalmente, en los consumidores.
Esta situación se le atribuyó a la llamada “tormenta perfecta” del agro colombiano, debida a la confluencia de cuatro factores críticos: la volatilidad de la tasa de cambio, el alto costo del crédito, las afectaciones del cambio climático y el meteórico aumento de los precios en el dolares de los insumos y materias primas importadas. En particular, los fertilizantes importados pesan entre un 30% y 40% de los costos de producción. Mientras que las materias primas para la fabricación de los alimentos concentrados puede llegar a pesar entre un 70% y 75% del costo total de la producción agroindustrial.
Si bien es cierto que el precio del dolar ha venido disminuyendo a sus niveles históricos y las variaciones climáticas estacionales tienden a estabilizarse, las expectativas del aumento de precios se mantienen sostenidas tanto por los fenómenos especulativos, el acaparamiento en algunos eslabones de las cadenas internas de suministros y la presión que ejerce la persistencia del Banco de la República de mantener sus equivocadas políticas monetarias restrictivas.
El alza permanente de las tasas de interés continuará encareciendo el crédito a los productores nacionales, bajo la falsa creencia de que se trata de una inflación de demanda cuando estamos frente a un fenómeno totalmente contrario: de inflación por reducción de la oferta interna. Sin embargo, todos los análisis y predicciones del año nuevo por parte de expertos nacionales e internacionales señalan una tendencia a la reducción de los niveles inflacionarios durante el primer semestre, debido a los factores climáticos y cambiarios favorables.
De tal manera, que es previsible que la reducción de las presiones inflacionarias y cambiarias, lo mismo que un mejor comportamiento climático, permitirán un ciclo de expansión de la oferta alimentaria que se vería aupado por las políticas de fomento que ha venido anunciado el gobierno de Gustavo Petro.
En materia de las finanzas públicas, como consecuencia de la aprobación de la llamada reforma tributaria Ocampo-Petro y el mejoramiento en la eficiencia del recaudo y los mayores controles a la evasión y la elusión tributaria, los indicadores y resultados de las políticas fiscales comenzarán a dar señales favorables para el equilibrio macroeconómico.
De una parte, el mayor recaudo tributario traerá consigo la disminución del déficit fiscal y el mejoramiento de las calificaciones del riesgo-país, permitiendo la llegada de nuevos flujos de inversión extranjera. Igualmente, la mayor apreciación del peso colombiano y el efecto de las políticas agrarias e industriales que el gobierno ha anunciado podrían contribuir a disminuir el déficit comercial de nuestro país, fortaleciendo los efectos de las políticas cambiarias y comerciales.
Así mismo, unas finanzas públicas robustecidas ayudarán a financiar las nuevas políticas sociales; en particular el mejoramiento de los ingresos de los sectores más vulnerables y la expansión del gasto público en los sectores de educación, salud, vivienda, vías terciarias, seguridad alimentaria, nutrición y de protección social. Sectores que han sido priorizados en el proyecto del Plan Nacional de Desarrollo y en el Plan Plurianual de Inversiones que lo acompaña.
Sin embargo, el paquete de reformas sociales que ha anunciado el gobierno presentará en está legislatura, carece aún de una presentación más técnica que incentive una discusión democrática y provechosa. Evitando las discusiones bizantinas, amañadas y los desteñidos alaridos del “polo-polo”, que le hacen mucho daño al debate democrático de las reformas.
Por el contrario, el presidente Petro ha salido a hacer un llamado a la movilización popular para “discutir” y defender sus reformas sociales, lo cual es legitimo para un gobierno que ha sido elegido para llevar acabo estás reformas. Sin embargo, está salida se le puede transformar en un búmeran, en un momento político en que las aguas están siendo atizadas por el fragor de las campañas electorales que se han puesto en marcha para las elecciones de la mitaca, que se celebrarán en octubre de este año.
Como reza el adagio popular y lo recomienda el conejo de agua: ¡si no quieres cosechar tempestades, es mejor no sembrar vientos huracanados! Es conveniente que el gobierno se abstenga de alborotar el cotarro y conduzca una discusión mejor informada, más serena y, por ende, más provechosa para la suerte de las reformas. Es el momento de lograr mayores y mejores consensos sobre las reformas sociales que requiere el país con urgencia y para las cuales fue elegido democráticamente el gobierno del cambio.
Postre. La transición democrática que conduce Petro está conquistando el apoyo y la admiración de los países Latinoamericanos reunidos en la cumbre de presidentes de la CELAC, en Buenos Aires.
[1] Laudato si', 2015 es la Carta Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la Casa Común.
[2] IDEAM, 2023. Informe de Predicción Climática a corto, mediano y largo plazo, Bogotá, 2023.
[3] ENOS-Neutral es la sigla con que se denomina el fenómeno climático del Niño Oscilación del Sur, lo que quiere decir que ni El Niño ni La Niña prevalecen.