La propuesta política y social de Petro es tan estructural que se comprende por qué es tildado de “populista”. Es el único candidato que plantea serias reformas a los cinco pilares de nuestro edificio institucional: economía, política, justicia, salud y educación. Para cada pilar propone una reforma tan estructural que en una hipotética presidencia la Colombia humana necesitaría de una gobernabilidad gigantesca y sin precedentes en el Congreso. Tal vez el calificativo de “populista” tiene que ver con ese afán reformista más cercano a sacudir los vicios de la Constitución de 1991 y acabar con los intereses non sanctos de la clase política. De la mano de un Congreso adverso y curtido de la política más tradicional Petro jamás podrá lograr esas reformas, por eso su llamado a una constituyente va en la vía de que sean los ciudadanos quienes asuman los cambios que la clase política no ha querido ni quiere hacer. Se entiende por qué Petro suscita temores, pero desde un análisis más mesurado y pragmático su programa resulta tan irrealizable en las actuales condiciones que siento que su llamado está más abocado a generar un despertar al que todavía le faltan varios años.
Cada pilar en la propuesta de Petro implica reformar seriamente la Constitución lo que de facto exige contar con una gobernabilidad altísima en el Congreso: ¿Se podría generar en la Colombia humana ese escenario de concertación y confluencia de las fuerzas políticas? Lo dudo. Petro fue un brillante senador de oposición y entiende muy bien sobre el funcionamiento de un órgano colegiado donde prima la mayoría sobre las buenas intenciones. Sin la gobernabilidad suficiente, que los presidentes han logrado a punta de cupos indicativos, mermelada, puestos, burocracia… es muy difícil contar con la votación suficiente para hacer aprobar una reforma constitucional que requiere de mínimo 52 votos en plenaria del Senado. ¿Cuántos senadores ingresará Petro bajo el paraguas de los “Decentes”? Personalmente dudo que supere el umbral y pronóstico que su lista se quemará. Los Decentes no han logrado capitalizar el descontento con la clase política y el establecimiento que Petro sí ha despertado en las últimas semanas pero que para la elección al Congreso se ha diluido en varias tendencias. Por eso, el 11 de marzo no solo se va a reconfigurar el mapa político del país (afín a Vargas seguramente) sino que la estrategia de Petro y compañía tendrá que cambiar.
En Colombia las legislativas son unas primarias de las presidenciales y por eso Vargas anda tranquilo a la espera de duplicar la bancada de Cambio en el Senado, sumar conservadores, liberales de maquinaria y otros sectores que acudirán a su regazo a la espera de tener un presidente con “gobernabilidad” y mucha mermelada. Petro se va a encontrar con las manos vacías y con unas propuestas tan estructurales que para convertirlas en realidad necesitaría de un respaldo que a prima facie no va tener en el Capitolio. Sin embargo, esto no es motivo para desestimar una candidatura que ha despertado un interés real en sectores tan ajenos a la política y a esa maquinaria tradicional que encarna Vargas Lleras. Antes, es una razón para movilizar esos sectores que poco votan y que podrían ver en un programa alternativo a los intereses del establecimiento la oportunidad de consolidar reformas que se requieren y que con Petro no se harán a la medida de los politiqueros de turno como habitualmente se ha hecho en el país. Por ahora, Petro es un reformista solitario. ¿Cambiará algo después del 11 de marzo?
