No cabe duda de que la situación política se torna compleja. El pulso entre el Gobierno y el Congreso se inclina desfavorablemente al primero. El proyecto de reforma laboral naufragó en la Cámara de Representantes, mientras el que buscaba regular el uso del cannabis de uso adulto se hundió a último momento en el Senado. Igual suerte corrió el proyecto de ley de sometimiento a la justicia de las bandas criminales.
Tres banderas de Gustavo Petro. De hecho, sus reacciones fueron indicativas: “El hundimiento de la reforma laboral es muy grave. Demuestra que la voluntad de paz y de pacto social no existe en el poder económico. Dueños del capital y de los medios lograron cooptar el Congreso en contra de la dignidad del pueblo trabajador. Creen que las ganancias salen de la esclavitud, las largas jornadas y la completa inestabilidad laboral...”
“La droga llega a los colegios precisamente porque la manejan las mafias, gracias a la criminalización. Con la criminalización de la droga muchos políticos se enriquecen, financian sus campañas y arman ejércitos con el dinero de los narcotraficantes y estos, con el terror, consiguen sus votos, crece, así, la violencia. Con la decisión del Senado de ayer mandan al asesinato a centenares de jóvenes, condenan a la política a abrazarse con los narcotraficantes…”
Su remate fue contundente: “Quien gana con la decisión de ayer del Senado, es el narcotráfico, que logra mantener su negocio”. Los tres proyectos volverán a presentarse en la próxima legislatura.
Sobre el último, el de la cannabis, el ministro de justicia, Daniel Osuna, según el portal Infobae, manifestó que: “…la intención es que este proyecto, vital para llevar a cabo lo que se ha denominado la paz total, llegue “más robusto” y pueda ser aprobado por el legislativo. Por ahora, será misión del alto comisionado para la Paz, Danilo Rueda, seguir estableciendo diálogos con las organizaciones que demuestren voluntad de negociación”.
Lo sucedido en el legislativo resulta indicativo de un fenómeno evidente, el Establecimiento no está dispuesto a permitir que se modifiquen aspectos neurálgicos del orden vigente
Lo sucedido en el legislativo resulta indicativo de un fenómeno evidente, el Establecimiento no está dispuesto a permitir que se modifiquen aspectos neurálgicos del orden vigente, al menos en las dimensiones en que aspira a hacerlo el poder ejecutivo. En todos los grandes medios hubo expresiones vibrantes por lo acontecido. Polo Polo, el fanático representante a la Cámara, lo discurseó abiertamente en Bucaramanga, sin pudor alguno:
“Soportamos los carros bomba, soportamos las tomas de las guerrillas comunistas, ahora no vamos a sacar a este guerrillero que tenemos en la casa de Nariño. No nos vamos a dejar joder, por eso le queremos enviar un mensaje al señor Gustavo Petro, que así como esa heroína Manuela Beltrán arrancó ese adicto (sic) que oprimía a su pueblo, desde aquí, desde la tierra santandereana le vamos a decir a Gustavo Petro que se aquiete o lo aquietamos”.
Este uribista arenga una manifestación con esas palabras, burdas, insultantes, amenazantes, ajenas a la mínima compostura. Podría juzgarse que se trata de una expresión folclórica y populista, propia de la insensatez que lo anima. Sin embargo, su franqueza está exponiendo públicamente el pensamiento y el sentimiento de los sectores empresariales, mafiosos y guerreristas que dominaron a sus anchas el país durante décadas.
De repente, las conquistas que ganó la clase obrera en todo el mundo, y que significaron una importante mejoría de sus condiciones de vida, logros que no fueron sencillos por la represión sufrida para obtenerlos, y que propiciaron el crecimiento más grande de la economía capitalista en su historia, comenzaron a ser desmontadas y atacadas tras la caída de la URSS, pues con ella desaparecía el miedo de los empresarios a la revolución y el socialismo.
Si antes estos eran realidades amenazantes, después serían solo ridiculeces a las que se podía aplastar. Las políticas neoliberales decretadas por el FMI e impuestas a todos los países con sus planes de ajuste, no sólo anulaban esas conquistas con lo que se llamó flexibilización laboral, sino que proscribieron la intervención del Estado en la economía y obligaron al libre comercio total, sobre todo a los países más pobres, cuyas incipientes industrias perecieron.
Todo fue informalidad, emprendimiento individual, saqueo y violencias extremas, como vivimos en Colombia con el criminal paramilitarismo patrocinado desde el Estado. Contra las secuelas infames de esa realidad se levantan las propuestas de Petro. Quizás demasiado ambiciosas, tal vez provocadoras, incluso ingenuas. Pero no por ello menos justas. De allí los odios que despiertan, los peligros ciertos que se ciernen sobre la esperanza.
De la revolución que soñamos la FARC quedaron los Acuerdos de La Habana, esa es la historia. Petro debe verse en un juego de ajedrez, pensar con mucho talento cómo avanzar, así no lo consiga todo. Sopesar la correlación de fuerzas, tranzar en lo que sea necesario sin abandonar sus metas. Así es la política, así es la paz, el monstruo existe y sigue ahí.