Petro, el mesías de barro

Petro, el mesías de barro

Hay razones para un cambio, para enviar un mensaje al establecimiento, pero no para elegir a alguien que llevará todas esas razones al fuego de la improvisación

Por: David Fernández
octubre 30, 2021
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Petro, el mesías de barro
Foto: Leonel Cordero

Decía Robert M. Pirsig en su libro Zen y el arte del mantenimiento de la bicicleta que “cuando una persona sufre una alucinación, se habla de locura. Cuando muchas personas sufren una alucinación, se le llama religión”.

Yo agregaría, que cuando un sector mayoritario de una nación, de buena o mala fe, se inclina por un izquierdista radical con aire de dictador y que disfruta con la división peligrosa de una sociedad, cae al precipicio de la alucinación, la locura y la religión, entendiendo esta, no como un conjunto de principios y dogmas que siguen una deidad, sino como el misticismo seductor que ejerce un personaje político en una nación que promete su salvación eterna.

Un ejemplo típico lo encontramos en Hugo Chávez. Un soldadito golpista que sedujo a un sector mayoritario de los venezolanos que vieron de buena fe al rebelde militar como el “mesías” de Venezuela, hasta tal punto de que muchos pastores evangélicos (no todos) lo apoyaron con sentidos mensajes inspirados en la Biblia.

En Perú, acaban de elegir a un tierno y desconocido izquierdista radical que, en los pocos meses de estar al mando de su gobierno, lo único que sabe hacer es cambiar ministros cada fin de semana y ponerse un sombrerón. Hoy los que votaron por él no solo están arrepentidos, sino que no saben hacia dónde va el Perú.

Todos esos personajes crearon un credo que promulgaron con sibilino mensaje: le echaron la culpa de todos los males al gobierno, al imperialismo, a la oligarquía y a los partidos políticos. Y esto se vende como pan caliente. Hay oído para ello, porque, es obvio, la situación aprieta y nadie desconoce el crecimiento de la pobreza, pero se termina eligiendo a la persona equivocada, y lo que es peor, con un insípido y peligroso razonamiento: “probemos con este a ver cómo nos va, ya que todos los que hemos elegido nos han fallado. Y los qué hay son la misma cosa. Además, tiene un discurso diferente”.

Pues bien, ese “discurso diferente” es el que se mete como virus en la mentalidad de una sociedad, cuyos efectos subliminales crean la narrativa surrealista de que hay que elegir a un mesías a como dé lugar. Y la izquierda radical sabe hacer muy bien ese trabajo y elige al personaje adecuado. Además, tienen de su lado la ley del péndulo, en la que “las leyes políticas no son tan exactas como las físicas o las matemáticas, pero sí tan firmes y consecuentes”, como dice Rudolf Steiner, en su libro La filosofía de la libertad.

Hay razones para votar diferente, hay razones para enviar un mensaje claro y contundente al “establecimiento”, hay razones para no elegir a los mismos con las mismas, hay razones para un cambio, hay razones para pensar diferente, hay razones, incluso, para hacer las cosas de manera diferente, pero no hay razones para elegir a un mandatario que llevará todas esas razones al fuego de la polarización, la improvisación y la miseria.

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