Trasladar el fenómeno Petro a las dinámicas de las elecciones regionales del próximo 27/10 resulta equivocado y absurdo. A diferencia de una elección presidencial donde el voto de opinión resulta fundamental y las estructuras de los partidos tradiciones pasan a un segundo plano, en las locales las maquinarias se activan y la opinión se ve muy reducida (no pasa esto en plazas duras de opinión como Bogotá o Medellín). Solo hay que recordar los resultados de Cambio Radical en las locales de 2015 y en las legislativas de 2018. El partido de bolsillo de Vargas Lleras salió triunfante en ambas elecciones lo que pronosticaba una victoria “segura” del candidato que primero se fue por “firmas” y luego se dedicó a coleccionar avales de partidos. El resultado por todos conocido es que Vargas ingresó al libro Guinness como el mayor quemado de la historia reciente. Por el contrario, Petro no contaba con un alcalde propio, no manejó la chequera del gobierno desde tres Ministerios y solo ingresó dos senadores en la coalición Decentes; el fenómeno fue que en medio de esas circunstancias tan adversas se metió en la segunda vuelta. Ahora, para el 27/10 los papeles se van a invertir ya que Vargas y lo sectores tradicionales (especialmente del partido Liberal) saldrán triunfantes y Petro quedará reducido en su intención de conformar poder local.
El problema de Petro no radica exclusivamente en que el Consejo Nacional Electoral le haya negado la personería jurídica a Colombia Humana impidiendo su transformación de un amplio movimiento social-electoral a partido político. Aunque con la personería no se tendría la dificultad para otorgar avales e institucionalizar procesos de base en escenarios locales y regionales, las principales falencias en la conformación de Colombia Humana como un movimiento político dinámico que responda a las particularidades de los territorios, se deben principalmente a la falta de liderazgo de Petro para tomar decisiones que impacten en las discusiones intestinas que están despedazando su movimiento en muchos territorios; la ingenuidad del caudillo en cuanto a la estructuración del poder político en lo subnacional; su cercanía con los "apostadores" que se montaron a su aspiración presidencial; la inexperiencia de sus hombres de confianza en elecciones locales (donde más plata, clientelismo y corrupción se mueve); y, lo voy a decir con cierta decepción, su condición de “caudillo autista” que lo hace percibir como desconectado de todo lo que pasa con su movimiento en las regiones. Para muchos, Petro ya parece “desinflado” y se siente que no levanta cabeza desde su derrota en segunda vuelta.
También resulta muy incierto que la movilidad electoral de los sectores sociales, ciudadanos y culturales que se fueron con Petro se replique en los escenarios locales y regionales porque los incentivos son diferentes. En las elecciones locales hay una mayor cercanía entre el candidato y el elector, el programa del candidato busca responder a problemas que los ciudadanos perciben más cotidianos (no el cambio del modelo económico, por ejemplo) y las mañas de los políticos de carrera mandan la parada ante aspiraciones más ideales y con propuestas estructurales como las sustentadas por Petro en su campaña. Por eso, los liderazgos locales de Colombia Humana deben ser aterrizados y no dar por sentado que ya tienen la victoria en el bolsillo porque Petro ganó en las dos vueltas en sus circunscripciones. Para la muestra, hay que recordar que la primera aspiración de Colombia Humana en una elección atípica (bajo el aval de Mais) fracasó estrepitosamente. Ocurrió a mediados de agosto de 2018 en Betulia (Sucre), municipio donde Petro ganó en las dos vueltas, aprovechando ese activo Petro apoyó una candidata (hasta se fue a hacerle campaña) que al final de la jornada terminó de tercera. ¿Quién le ganó? El candidato de Yahir Acuña, el gamonal de Sucre salpicado por escándalos de corrupción y compra de votos.
El panorama debería ser a la inversa ya que el gobierno Duque ha resultado muy impopular y hasta en los bastiones uribistas de Antioquia o el eje cafetero no se tiene una alta valoración de un gobierno que sigue cojeando. Al pensarse como alternativa de poder y no como oposición perpetua, Petro debería estar más sólido en muchos territorios y con una estructura que le permita construir desde lo local, lo regional y lo nacional para fortalecer su programa para 2022. Eso no está pasando y en medio del desorden que es Colombia Humana solo es posible anticipar un fracaso generalizado, el fortalecimiento de los partidos tradicionales a costillas de la mala imagen que Duque le está dando al uribismo, la consolidación del uribismo en sus nichos más concentrados (Duque no es Uribe suelen repetir) y una reducción de la izquierda (no de los alternativos o tibios) en los cargos locales. Ya será esperar si para el 2022 Petro levanta cabeza y reedita el fenómeno, por el momento, eso no va a pasar el 27/10 y seguro le pasará factura en el 2022. No hay que olvidar que la opinión es volátil y es el voto menos confiable.