Aunque las campañas presidenciales no han comenzado formalmente, la de Gustavo Petro ha entrado en su fase decisiva; en realidad los políticos están en campaña en todo tiempo, pero es posible identificar momentos en que esta se intensifica, particularmente cuando se aproximan las elecciones.
Pues bien, la de Petro ha comenzado con dos eventos en plaza pública en días anteriores. El honor de iniciar esta etapa le correspondió a Barranquilla, en la plaza de La paz, en donde una pasarela con la “P” de “Pacto”, “Paz” “Patria”, “Pueblo”, Progreso” y Petro, ha puesto a temblar a políticos y “periodistas” publicistas del régimen corrupto gobernante en Colombia. Siguió Valledupar, en donde otra nutrida manifestación acompañó al candidato progresista. Sin duda, Petro comenzó con pie derecho.
El candidato inicia con varios aspectos a favor. Desde hace meses se mantiene puntero en las encuestas. La brutal campaña mediática de calumnias que la derecha con sus Vicky, sus Luis Carlos y sus Néstor adelantan, apenas les permite celebrar el hecho de que este ha descendido varios puntos en la intención de voto registrada en las encuestas; claro, se esfuerzan por ocultar que sigue siendo el primero, y que duplica o triplica a sus perseguidores.
Finalmente, la Corte Constitucional, aunque tres años tarde, corrige una injusticia evidente: la segunda fuerza política del país desde 2018, la primera actualmente, y el político más representativo de Colombia no contaban con reconocimiento jurídico, lo que implicaba que no se recibía ni la financiación estatal ni el acceso a medios de comunicación, de los que sí disfrutan las demás fuerzas políticas del país. De igual manera, la Colombia Humana se encontraba imposibilitada para otorgar avales a sus candidatos en los certámenes electorales. Hoy eso acaba de cambiar; Colombia Humana dispone de personería jurídica.
En este contexto se conoce una comunicación desafortunada de Antonio Navarro y Antanas Mockus, en la que manifiestan su decisión de llegar a la primera vuelta de manera separada, compitiendo con el Pacto Histórico. No aprendieron nada del 2018. En ese momento la unidad de Fajardo y Petro, siempre defendida por este último https://www.las2orillas.co/por-que-fajardo-no-en-el-2022/ , hubiese asegurado la derrota política del uribismo hace 4 años. De manera que la negativa a esa alianza en la practica significó la extensión del dominio político del uribismo en Colombia durante 4 años, con la corrupción y la violencia homicida que ello implicó.
Hoy desde el Partido Verde se persiste en el error. Le apuestan a que, si pasan a segunda vuelta contra Petro, los votos del uribismo les darán la victoria. Pero surge el interrogante, en una eventual segunda vuelta entre Petro y el uribismo, ¿votarán en blanco para que gane el de Uribe? Triste papel el de Navarro, antiguo comandante guerrillero que considera extremista y polarizadora la propuesta política de Petro, una propuesta progresista desarmada. Y triste papel el de Mockus, quien propone vencer al uribismo, pero resulta incapaz de impulsar la única medida que garantizaría eso: la unidad de las fuerzas alternativas en primera vuelta.
Sin embargo, soplan vientos que permiten ser optimistas: desde dentro del mismo Partido Verde, otros dirigentes propugnan por una unidad sin vetos antes de la primera vuelta. Figuras como Camilo Romero, Inti Asprilla y Katherine Miranda le apuestan a ello; posición en la que también trabaja el senador liberal independiente Luis Fernando Velasco. Aún es posible que el debate interno lleve a los verdes, incluso a la Coalición de la Esperanza a aceptar un pacto de unidad en la primera vuelta. Al tiempo, la avalancha de adhesiones al Pacto Histórico, ahora se habla de la inminente llegada de Piedad Córdoba, deja abierta la posibilidad de que Petro gane en primera vuelta, evitando que se abra el escenario de una segunda vuelta en la que el establecimiento y sus aliados vergonzantes actúen en concierto en un “todos contra Petro”, como en el 2018.
Comparado con el 2018, la posibilidad de que un proyecto político alternativo alcance el poder es bastante mayor. Se llega con el antecedente de haber disputado la presidencia en el 2018 en segunda vuelta, lo que evidencia la existencia de una fuerzo política popular formidable.
A ello ha de sumarse todo lo acontecido en estos cuatro años: las marchas y protestas de antes de la pandemia, las protestas ante la brutalidad policial en Bogotá, la pésima gestión de la pandemia por el gobierno y el paro nacional, aspectos que implican el rechazo de gran parte de los colombianos hacia el modelo neoliberal.
También debe considerarse el descredito del uribismo bajo el gobierno de Duque, durante el que se han evidenciado sus nexos con la criminalidad y la corrupción, su incapacidad de gestión y su dedicación exclusiva a proteger a Uribe y su entorno, antes que a impulsar el desarrollo de Colombia. Sin duda que en el 2022 el cambio es posible, más que nunca.