Petro e Íngrid: en tiempo de elecciones, hablar de salud mental...

Petro e Íngrid: en tiempo de elecciones, hablar de salud mental...

Sorprende que sea una mujer quien trate de atacar a Gustavo Petro -quien no es santo de mi devoción-, por problemas de salud mental, como la depresión

Por: Germán Vargas G.
marzo 17, 2022
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Petro e Íngrid: en tiempo de elecciones, hablar de salud mental...
Foto: Pixabay

Después de que Alejandro Gaviria e Ingrid Betancourt "dinamitaran" al Centro, segmento que supuestamente prometía neutralizar la insostenible polarización, se ha hablado mucho de la hipocresía o superioridad moral. En el debate de Semana y El Tiempo, el pasado 14/03/2022, apenas empezaron a sacar en cara el tema de la salud mental, cuando la candidata antes mencionada señalaba a Gustavo Petro de haber sufrido una depresión profunda. Los invito a que construyamos varias reflexiones al respecto.

Primero, empiezo por decir que el periodo electoral impone emociones volubles e intensas; los debates demuestran que los candidatos sólo pretenden agitar a las multitudes, y, en ausencia de argumentos racionales y sólidos, abusan de la referencia a utopías imposibles, falsas promesas y ataques ad-hominem, con los que tratan de dañar la imagen de su competidor, emitiendo acusaciones ácidas.

Las barras bravas reaccionan de manera aireada. En conjunto asumen una complicidad compartida hacia delitos como el de derramar ácido sobre el rostro de las mujeres, que todos condenamos cuando se materializa, pero cuando se insinúa a través de comentarios contra aquellas personas con quienes no estamos de acuerdo, o a quienes pretendemos derrotar, parece que todos lo celebramos.

Los medios no ayudan; de hecho, son cómplices del trastorno emocional que reflejan las elecciones. Se frotan las manos cuando hablan de los quemados en las elecciones. El Espectador acuñó una sección denominada “A Quemarropa”, aunque con frecuencia ese diario se victimiza por lo sucedido a don Guillermo Cano, un auténtico y decente periodista; pero ahora sólo el amarillismo vende, así que todo vale.

Semana también dejó de ofrecer una alternativa de investigación e independencia. Es inevitable señalar a Vicky Dávila y a su séquito de incendiarios, como María Andrea Nieto, quienes no demuestran capacidades de análisis objetivo. Su histrionismo y lenguaje imponen una primera impresión que apenas puede asociarse al terrorismo, y a la agresividad.

En el país no buenos entrevistadores; y los debates adolecen de pobres diseños de preguntas y metodologías. Como lo pronósticó el tango Cambalache, hoy cualquiera es periodista; este portal, por ejemplo, me permite por un momento creer que actuar ante ustedes como tal, e incluso le permitió a JotaPe Hernández sacar la tercera votación más alta en las recientes elecciones parlamentarias.

No sorprende, viendo el éxito de personajes como Epa Colombia o La Liendra. Es la pobre educación la que reina, tal como sucede en el fútbol y en nuestra mal denominada democracia, pues realmente parece un reality o un concurso de popularidad.

Segundo, haré referencia a la salud mental. Sorprende que sea una mujer quien trate de atacar a Gustavo Petro -quien no es santo de mi devoción-, por problemas de salud mental, como la depresión.

Antes de la Covid, la OMS había advertido que la ansiedad y la depresión serían las pandemias del Siglo XXI, y según el presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, la cuarta parte de la humanidad tiene algún problema de salud mental (El Tiempo, 12/03/2022).

Yo creo que su estimación se quedó corta. Churchill permanecía borracho, y según una anécdota, quizás apócrifa, una dama le dijo que si ella fuera su esposa le echaría veneno a su trago, a lo que él respondió que, si en efecto ella fuese su esposa, él no dudaría en tomarse dicho veneno.

Así me siento yo con las elecciones, y con el día a día del gobierno de Claudia López y de Iván Duque.

Los candidatos son deprimentes; todos hablan de anticorrupción, todos hablan de paz, todos hablan de pobreza, todos hablan de hambruna, y, sin embargo, han pasado 30 años desde que la Nueva Constitución fue promulgada, y la verdad es que no percibo progreso, ni libertad y orden en el país.

La mayoría de las personas con responsabilidades apelan a los alucinógenos para liberar estrés; es una triste realidad, sucede con importantes ejecutivos empresariales, altos cargos del estado, los candidatos, los padres de familia y hasta los electores: le apuesto que, si en lugar de repartir tamales ofrecieran trago, se acabaría el abstencionismo.

A mí me tienen ya con desesperanza aprendida; sin ganas de votar, aunque termino participando porque así me educaron, y en el fondo aún conservo alguna ilusión de que nos ganaremos la lotería, aunque tampoco la compramos.

Tengo el presentimiento de que, si ganara Petro, pocas cosas cambiarían; seguramente él terminaría señalando al deslegitimado y cada vez más cuestionado Congreso, aunque tiene el pésimo antecedente del pésimo gobierno que realizó mientras fue alcalde de la Capital, donde rápidamente le renunciaron personas de su círculo cercano como Daniel García Peña, cuya carta de renuncia hizo pública (el Tiempo, 14/06/2012).

Expone interesantes denuncias, aunque pelea por un tema que bien puede ser asociado al nepotismo. Los medios y los fines, de nuevo lucen trastornados, y esas enfermedades mentales, o esos pecados burocráticos, los padecen todos los que terminan involucrados en ese ejercicio político y electoral.

El año pasado, Simon Biles, la mejor gimnasta de la era moderna, renunció a bañar con oro su historia olímpica, debido a problemas de salud mental; lo mismo ha sucedido a Naomi Osaka, tenista japonesa, campeona de torneos Grand Slam, quien particularmente tras la pandemia ha se ha mostrado vulnerable en la cancha, incluso llorando.

Es posible que muchos critiquen ese comportamiento, y sólo se satisfagan cuando James Rodríguez lloró tras la eliminación de la Selección Colombia en el Mundial de Brasil, gritando que nos robaron y que fue gol de Yepes.

Petro dio papaya al salir recientemente alicorado a un evento en plaza pública; igual, a sus fanáticos no les importaba, tal como a los de Diomedes Díaz les parecía acaso anecdótico o episódico el hecho de que su ídolo realizara conciertos en condiciones que no parecían óptimas, según dice la leyenda.

Yo, personalmente, padezco depresión, desde muchos años antes que la covid. Y es una tortura. Da pena y miedo hablar de ello. No hay muchos avances en medicina, y, en cualquier caso, atender esto no es fácil cuando hay que acudir al sistema de salud colombiano, y alguna EPS como Medimás, que está más cerca de la liquidación que de mejorar la calidad de su servicio.

Y, aunque estuviera sano, da miedo salir a la calle ante la inseguridad de la Bogotá que terminó de destruir la soberbia y la incompetencia de Claudia López; da tristeza ver el subempleo, y cómo maquillan el desempleo. Da pereza levantarse sin tener trabajo, y sin saber de qué manera podrá sobrevivir, aunque Iván Duque sale a chicanear ante los medios toda clase de pendejadas.

Claudia López e Iván Duque están mal de la cabeza; no creo que se necesite expertos para obtener algún diagnóstico. Mitómanos, esquizofrénicos y hasta paranoicos. Megalómanos. Pese a que esa es nuestra realidad, sumido en la profunda bipolaridad, medio país votará por la eterna, tradicional y extrema derecha, sólo por llevarle la contraria a la alternativa de una confusa y radical izquierda.

La sumatoria de fuerzas se neutraliza, y nada cambiará en ese péndulo electoral.

Para terminar, descifre las enfermedades mentales de Vladimir Putin. Y las de Volodymyr Zelenski, quien pasó de ser humorista a presidente de Ucrania. Por cierto, Robin Williams, reconocido actor, murió por causa del suicidio.

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