En medio del escándalo de las reveladores declaraciones de Armando Benedetti sobre, según él, la financiación de la campaña de Gustavo Petro, el embajador en Caracas presentó su renuncia que le fue aceptada de inmediato por el gobierno. Casi que de inmediato el canciller Álvaro Leyva dio una declaración dura que mostraba una desavenencia de vieja data con el trabajo de Benedetti y rápidamente anunció su reemplazo para la Embajada en Venezuela Milton Rengifo.
Sin embargo, se sabe que el Presidente y el aún embajador no han roto su comunicación -fue mucho su acercamiento y compromisos de campaña- y el resultado de esta puede ser el cambio de posición de la cancillería. El secretario general José Salazar, un funcionario de toda la confianza de Álvaro Leyva y quien le cuida la espalda en todas las decisiones administrativas; fue el abogado Salazar quien le puso la cara al frenazo al contrato de los pasaportes.
Con esta comunicación Benedetti logró lo que buscaba: quedarse un mes más en Venezuela, justificando la estancia con compromisos de los que no se ha sabido nada públicamente. El embajador estuvo en Colombia, viajó a Turquía a ver la final de la Champions, regresó a Barranquilla y voló de nuevo a Caracas. Desde el 7 de junio no trina cuando en el pasado él compartía con sus 559 mil seguidores todas sus actividades diplomáticas.
Tiene pendiente su declaración en la Fiscalía para que responda por graves señalamientos, aunque se sabe de ante mano que no piensa aportar información aduciendo estar protegido constitucionalmente para no declarar en contra de sí mismo ni de sus allegados inmediatos. Cualquier gestión, incluso judicial, la facilita su condición de embajador activo y ésta puede ser otra de la razón para haber solicitado su permanencia, que el gobierno le concedió sin dificultad.
