Contra todos los pronósticos el más interesado en la realización del referendo revocatorio es el propio alcalde Petro. Fiel a su espíritu de confrontación ha decidido que el ataque es su mejor defensa al anunciar que pedirá al Registrador “que convoque elecciones para que la ciudadanía decida sobre la continuación de mi mandato o su revocatoria”.
“He decidido renunciar a cualquier proceso de escrutinio de firmas. La ciudadanía debe ser convocada a decidir sobre su gobierno. Tengo absoluta confianza que la mayoría popular acompaña el mandato de Bogotá Humana”, señaló contundentemente en uno de sus acostumbrados trinos.
En su legítima defensa Petro combina el radicalismo con el santanderismo, una vieja práctica colombiana, de la cual no ha estado exenta la izquierda. En La Habana también se estila. Reclama elecciones ya, pero al mismo tiempo sus abogados anuncian que nombraran un equipo de grafólogos que acompañen la revisión de las firmas que ordena la tutela en favor del Alcalde.
La coincidencia de la tutela que ordena revisar las firmas y dar todas las garantías de defensa, con la formulación del pliego de cargos de la Procuraduría, lo ha colocado ante el ineludible dilema de ir a las urnas para defender su alcaldía o enfrenar un tortuoso debate jurídico de improbable éxito con el procurador Ordoñez, que le puede significar su destitución
Petro no lo ha dudado un minuto y ha optado por el terreno que más le conviene: la lucha política electoral y la confrontación, defender su permanencia en la plaza pública, reelegirse. Se siente más cómodo en campaña que gobernando. Es lo que mejor sabe hacer. Haciendo política también se gobierna, una lección aprendida de los gobiernos del electo Gran Colombiano, ocho años dedicados a construir su proyecto de refundación el país y a repetir sus máximas de “seguridad democrática, confianza inversionista, terroristas, aliados de la guerrilla”, etc. etc... Hay maneras de gobernar que no son privativas de la derecha, ni más faltaba.
Hoy resulta estéril señalar la inconveniencia de convocar la revocatoria. La confrontación alcanzó un punto de no retorno. Difícilmente el Registrador va a poner en juego su prestigio revocando su primera decisión, ni el procurador Ordoñez va a dar muestras de debilidad, imparcialidad y respeto al debido proceso. El pliego de cargos es un mensaje contundente. El Alcalde lo tiene claro y por eso prefiere confrontarse en las urnas que aceptar resignado un previsible fallo sancionatorio.
La convocatoria a elecciones provocará un realineamiento de las fuerzas políticas. Petro con seguridad echará mano de su movimiento electoral Progresistas, de los sectores sociales beneficiados con sus acciones de gobierno ubicados en su mayoría al sur de la calle 26, consolidará sus alianzas y acuerdos con el Polo, intentará seducir algunos concejales verdes, morderá algo en el Partido Liberal, pero por sobre todo apelará al sentido común de los bogotanos para convencerlos de los costos e inconveniencias de revocarlo e iniciar un desgastante proceso electoral para elegir un alcalde por dos años.
Petro deberá sopesar la estrategia electoral a seguir: si apelar al amplio, impredecible y “cómodo” mundo de convocar a la abstención, mezcla indeterminada de apoyo popular, apatía, desinterés ciudadano. O escoger la bandera del NO, una operación de alto riesgo, en la medida en que contribuye a obtener el número de votos necesarios para validar la elección, 1,2 millones de votos; de ser así, será a voto limpio que se decida su permanencia o no al frente del gobierno de la ciudad.
La gran confrontación será con el expresidente Uribe, quien tiene muchas cuenta por saldar con Petro y se le abre una gran oportunidad política de canalizar los propósitos desestabilizadores de los poderosos gremios económicos desafectos con el Alcalde, y de paso medir y consolida su fuerza política en Bogotá frente al santismo. Un escenario deseado por el expresidente que le viene al dedo para la campaña del Puro Centro Democrático, como quiera que tiene en la ciudad de un respaldo importante, como lo evidencian las tres últimas elecciones presidenciales.
El gran interrogante, decisivo para el resultado de la revocatoria, es la posición que asumirá el presidente Santos y sus aliados de la Unidad Nacional, quienes tendrán que decidir entre la cómoda posición dela neutralidad o tomar partido ante lo que está en juego de cara a la próxima elección presidencial y las negociaciones de paz de La Habana.
La democracia tiene sus costos y la decisión frente a la revocatoria los tendrá desafortunadamente. Lo que está por decidirse es la pretensión de tumbar un gobierno democráticamente elegido, pasar de la oposición democrática legítima, a la acción intrépida desestabilizadora, o respaldar la permanencia de un gobierno de izquierda democráticamente elegido que se ganó en las urnas y en franca lid el derecho a gobernar la ciudad con el programa que mayoritariamente votaron los bogotanos. La permanencia de Petro en la alcaldía es el camino menos costoso y el más conveniente para la ciudad. Lo otro es condenar a la ciudad a una inestabilidad política administrativa de devastadores costos y perjuicios. Es dar marchar atrás en la búsqueda de una mejor ciudad para todos.
