Después de haber escuchado varias veces el discurso del presidente Petro ante los líderes mundiales en la ONU y haber conversado sobre el tema y leído muchos comentarios y análisis de medios nacionales e internacionales, lo que me ha permitido decantar y depurar contenidos de todo tipo, existentes en el mismo, me permito compartir algunas inquietudes y reflexiones con mis lectores de Las2orillas.
Estoy seguro que en el mismo discurso existe “mucha tela de dónde cortar”, pero en aras a la brevedad, soy consciente de que lo abordaré parcialmente, y por tanto, seguramente, quedarán muchas cosas dentro del tintero.
Rescatable el don de la palabra que tiene el señor Petro, su capacidad oratoria y la forma grandilocuente como enlaza ideas y a la vez incautos, que hoy hacen alarde y consideración, de que ha sido el mejor discurso que haya pronunciado terrenal alguno en dicho recinto. Por favor… Cuándo vamos a dejar la obnubilación en la que estamos cayendo como pueblo? Pareciese que nos ha faltado desarrollar nuestro pensamiento crítico, nuestro pensamiento divergente.
Fiel a su estilo de vida rodeado de simbolismos, su discurso no fue ajeno a ello, para mi gusto y el de muchos otros analistas, haciéndolo de manera exagerada.
Sus posturas e ideas, más allá de haber planteado soluciones a las problemáticas abordadas en el mismo, estuvieron enmarcadas en la prepotencia que rodea todas sus hechuras, arrasando, casi que de tajo, con todo lo que el mundo y sus líderes han hecho, frente a temas tales como el narcotráfico y la guerra contra las drogas, cambio climático, recuperación de la Amazonía, explotación de recursos naturales, pobreza, desigualdad y exclusión, presentando visiones, más no soluciones, algo descabelladas sobre temas tan delicados que agobian a la humanidad.
Esa prepotencia, lo llevó en varios momentos, literalmente, a regañar a los líderes presentes y a todos aquellos que han pasado por la ONU, lo que ha sido interpretado por sus aduladores como “la cantada de tabla” que nunca se había dado en aquel recinto. Incluso, algunos de aquellos ilusos borregos han llegado a expresar, que su intervención “se lució con un discurso que puso en su sitio a los gringos en cuanto al narcotráfico y la explotación de recursos naturales. Descrestó a más de uno”. Qué falta de capacidad de crítica.
Vociferar, detrás del disfraz de la palabra, es propio de aquellos a quienes les faltan ideas concretas y argumentos, que en realidad hayan llevado a conclusiones y compromisos del mundo, alrededor de lo que se plantea. Por eso, no deja de ser una pieza ideológica, pues a través de ese discurso, ha tratado de posicionar una imagen ante el mundo, en desconocimiento real y verdadero de las razones por las cuales son invitados los mandatarios a dicho foro.
Lastimosamente, y en alguna de las audiciones que hice del discurso, parecía estar escuchando la lectura, un tanto incompleta y por tanto sesgada de apartes del libro: Las venas abiertas de América Latina. Eso a mi me ha parecido algo ingenuo, pero estratégico dentro del llamado a que todos “somos pobrecitos” de parte del señor Petro.
No pudo faltar además la mención cuasi poética, pero muy macondiana de las mariposas y flores amarillas, que le han servido a muchos para hacer alarde de su amistad y admiración por el Nobel de Literatura y sus escritos.
No cabe en la sensatez que debe acompañar las palabras de un jefe de estado y por ende sus posturas, que haya tenido la osadía, el atrevimiento, pero al mismo tiempo la bajeza de expresar que el carbón y el petróleo y sus explotaciones, han sido más dañinos para la humanidad que la cocaína. Ese es un serio y delicado llamado, a que Colombia, no podrá perder por nada del mundo, aquel nefasto lugar de ser el primer productor y por tanto exportador del polvo blanco, puesto que este negocio, por lo visto y ojalá nos equivoquemos, será absolutamente legal, al menos dentro de nuestras fronteras, con el apoyo seguro del país que por iniciativa del mismo Petro, ha de ser garante de las conversaciones que se adelanten en torno a la paz. Vaya garantes. Eso para mi es todo un galimatías.
Vale recordar que según reportes de prensa, en los últimos días se ha venido garantizando por parte del gobierno subsidios, para quienes estando en la delincuencia, se acojan a la paz total. Dejar las armas, no es la paz y esa es la idea que se vendió hasta el la ONU. Darles dinero a quienes dejen las armas es como si a los estudiantes indisciplinados, para que dejen la indisciplina, se les prometa un 5 en la asignatura en la que les va mal. Claro que dejan la indisciplina, pero no aprenden absolutamente nada de la asignatura que se les regala. Sigamos con esa torpeza para lograr la paz, y estamos seguros que en un mínimo de 20 años, estaremos en las mismas. Son los aprendizajes, así sean duros, los que se incorporan a la vida y la mejoran, los subsidios se acaban y la pobreza en todos los sentidos se agrava.
Y la joya de las joyas, porque el discurso del señor Petro, no deja de ser “un collar de perlas finas”, pide a los líderes del mundo que “piensen en menos ganancias y más amores”… Romanticismo total. El amor como sentimiento, no lo podemos reducir a paradigmas donde se privilegien las andanzas de Capuletos o Montescos.
Con este discurso tan elocuente como vacío de argumentos y soluciones que nos lleven a entender los cómo lo va a hacer este señor, pareciese venido de otro mundo, donde al escucharlo de nuevo, fui a caer, junto con otros colombianos. Con el presidente Petro estamos en otra estratósfera. Es necesario aterrizar y que nos diga con claridad: para dónde vamos y qué es en realidad lo que quiere de Colombia y de nosotros todos los colombianos.
¿Será que algún día aterrizaremos en la dura y cruel realidad de nuestra patria, de la cual nos prometió sacarnos con soluciones reales, de fondo y duraderas como políticas de estado y no supeditadas a su estado emocional, el que definitivamente, vemos muy trastocado?