Parece un titular sensacionalista, perverso y sesgado para culpar la política financiera del actual gobierno, pero no, de todos los desastres que están pasando en el país político, esto es lo más cierto y real.
En su desenfrenada carrera por cotizarse cada día más alto que el día anterior, el dólar, en la última medición, se aproxima por milésimas, en moneda colombiana a los 3.998,34°° pesos, lo que ha ubicado a nuestra moneda como la más devaluada del mundo, en lo corrido del año, con una caída de 14,29 % por encima de Turquía (-14,03 %) y Argentina (13,25 %).
Es posible que estas cifras pasen desapercibidas por la gran prensa nacional, sobre todo en aquellos medios que reciben millonarios contratos para mejorar la imagen del gobierno. Pero esto es gravísimo para la economía nacional y sobre todo para la tan cacareada reactivación económica pospandemia.
Para nadie es un secreto que un alto porcentaje de los productos de la canasta familiar son importados; como por ejemplo, el arroz, las harinas, las carnes, los huevos y al entrar en el proceso de exportación, su precio se mide y se paga en dólares y así, con la misma cantidad de plata colombiana, adquiriremos menos productos.
Los insumos, los repuestos, las herramientas, las telas; mejor dicho, casi todo, ya nos viene de afuera, porque nos obligaron a abandonar la vocación agrícola e industrial y nos convertimos en simple “mercachifles” dependientes de los tratados de libre comercio, que en la realidad solo funcionan en una vía (de afuera hacia adentro).
Lo que viene para los colombianos en los próximos meses no es tan halagüeño y es mejor no burlarnos de países vecinos, que debido a la dependencia de sus economías de empréstitos internacionales que terminan en manos de bandas organizadas de la corrupción enquistadas en el gobierno, como está pasando aquí, “el país del Sagrado Corazón de Jesús”.
Pero nos aproximamos a una oportunidad de darle el verdadero valor al voto, con el cual es posible cambiar toda esta vergonzosa realidad.