El sueño de dejación de armas no es una utopía, es una realidad; haber escuchado noticias de muerte por muchos años hace que esta muy buena noticia la encontremos ominosamente anormal, extraña, misteriosa y rara. ¿Será porque nos acostumbramos a la guerra?, ¿será porque somos incrédulos?, ¿será por desconfianza? o ¿será por ignorancia? Independientemente de lo anterior, pienso que hay que celebrar y se preguntarán ¿celebrar qué? Muchos no concordarán conmigo referente a esta celebración, pero hago una pregunta en retrospectiva y es: ¿llegaron alguna vez a imaginarse que esta guerra llegaría a su fin?, ¿que ellos entregarían las armas y que se construiría un nuevo país?
Soy un colombiano más que quiere lo mejor para nuestra patria, así como estoy seguro también de que todos anhelamos y queremos llegar a ese monosílabo llamado paz. Sin embargo, qué difícil se convirtió ser uno mismo en este país, donde se vive en extremos y se piensa inmediatamente que el que no está conmigo está contra mí. Acá cualquier crítica y pensamiento constructivo lo llevan al otro extremo, se piensa que todo es blanco o es negro y ese enfoque binario hace inviable e imposible la paz. Recordemos que no importa que el gato sea blanco o negro, con tal de que cace ratones, con tal que de lleguemos a la paz anhelada. También, cuesta trabajo ver que la realidad tiene grises e incluso otros colores, se está tomando un conducta donde no hay espacios para las zonas grises, ni para los matices inteligentes. Llegamos al extremo de preguntar dime de quién eres amigo y te diré qué posición adoptas y de qué partido eres. Aquí no es cuestión de partidos, aquí lo que nos debe interesar es que esas armas no se utilizarán más para matar.
Dimos un gran paso hacia un país más tranquilo, pero hay muchos detractores de este proceso. Sin duda, es más fácil destruir que construir. Se vive con un complejo de fracasomanía, sabemos que no es el fin de la violencia, que hay otros focos activos en el país y que vendrán más inconvenientes, pero lo que sí es cierto es que dimos un gran paso, pues el solo hecho de entregar esas armas tiene un gran valor pedagógico. No obstante, los detractores sin importar qué pedagogía se use no cambiarán de parecer. Al final, no es cuestión de ser Uribista, Pastranista, Petrista, Santista, Zuluaguista, Gavirista, Robledista, ni Fajardista y todos los demás terminados en ista. Tampoco podemos decir que somos neutrales ante este hecho, ya que por sí mismo, sería una posición axiológica. La cuestión verdadera es dirimir esas diferencias, esas diferencias dependen del cristal con que se miren. Debemos buscar posiciones consensuadas para construir un país donde todos quepamos.
La relación con las FARC era insoslayable, ineludible y debíamos enfrentarla sí o sí. Con las FARC teníamos tres opciones como cuando jugamos billar:
1) Jugarle directo, que fue lo que se hizo, buscando que lo que se pactó no genere dudas y sin correr el riesgo que se pifie el proceso de paz.
2) Jugar con efecto y banda que fue lo que sucedió en años anteriores con los diálogos de paz, para que los partidos políticos y el país aplaudan y la carambola sirva para descrestar, pero también para que el statu quo siga igual.
3) Hacer carambola a tres bandas donde se puede cambiar por completo lo que ocurre con este grupo armado, se bloquea y se desarma al adversario; que fue lo que se hizo, tomando posición para así entrar a una fase definitiva y definitoria; teníamos esos tres tipos de jugadas con las FARC.
Para los detractores este proceso es un dislate y siembran pesimismo autodestructivo con un exasperado derrotismo. Hay que dejar de una vez por todas ese pesimismo, esa fracasomanía y esas rencillas. Debemos trabajar para encontrar un camino de unidad que blinde a todos los colombianos. Elevamos la siguiente duda socrática: ¿De dónde venimos?, ¿para donde vamos? Esa capacidad de encontrar nuestro propio camino es al final lo más importante…
Colofón:
La invitación y el llamado es que entre todos podemos recomponer ese tejido humano y social que dejó la guerra y dejar a un lado esa actitud pendenciaría. Sabemos que hay muchos interrogantes que se encuentran por resolver, pero debemos trabajar por una paz sostenible y resiliente. Aunque claro, es entendible que un tema tan contencioso como este despierte pasiones encontradas, también que exista una polarización de quienes lo comparten y apoyan y de quienes lo rechazan y atacan. Sin embargo, hay que tener en cuenta que soplan vientos de cambio desde todos los puntos cardinales y debemos dejar a un lado ese escepticismo paralizante, esas desavenencias y buscar posiciones consensuadas.
“El pesimista ve medio vaso de paz vacío, el optimista ve medio vaso de paz lleno y el emprendedor va en búsqueda de un vaso de paz sostenible, lleno y completo”.