¿Pesimismo, desesperación o fin de la utopía?

¿Pesimismo, desesperación o fin de la utopía?

Los derechos humanos están siendo pisoteados por la ultraderecha gobernante. Su garantía es un obstáculo para la aplicación de esta política impositiva y excluyente

Por: Libardo García Gallego
febrero 26, 2019
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¿Pesimismo, desesperación o fin de la utopía?
Foto: Pixabay

Cuando repasamos algunos hechos cumplidos en época reciente, principalmente en Colombia y Latinoamérica, lo primero que concluimos es que hemos caído al abismo, a la decadencia absoluta. Nos asustamos y nos parece imposible superar este retroceso.

Gobiernos legítimos, amigos de la justicia y de la igualdad social fueron expulsados arbitrariamente o mediante golpes de Estado y en su reemplazo fueron elegidos, también mediante trampas, funcionarios títeres al servicio de las oligarquías y del imperio gringo. Ejemplos de esto son Honduras, Paraguay, Argentina y Brasil. Otros de extrema derecha sustituyeron a los de derecha: Chile, Panamá, Perú y Colombia. Ecuador sigue en la mira y Venezuela es el centro del enfrentamiento entre el imperialismo neoliberal y el socialismo del siglo XXI, donde las fuerzas del imperio hacen todo cuanto pueden para arrebatarle sus recursos naturales, en especial el petróleo, usando todos los medios posibles (mentiras, golpe de estado, falsas “ayudas humanitarias”, amenaza armada), más todo el apoyo de sus gobiernos títeres.

Este panorama físico se da debido a la generalización en todo el continente de una cultura oportunista, mezquina, lacaya, antiética, según la cual no existen barreras filosóficas, políticas o ideológicas que impidan obrar de tal manera que los apetitos económicos y políticos sean saciados plenamente. “Si le dan papaya, cómasela” he ahí el primer principio moral. Son muchos los ejemplos emblemáticos de corrupción, baste con citar algunos: Reficar, Interbolsa, Agro Ingreso Seguro, Ecopetrol, HidroItuango, Odebrecht, complicidad del Estado con el paramilitarismo, desplazamiento y robo de tierras a campesinos pobres y medianos, cartel de la Toga, venta injustificada de las mejores empresas de Colombia, etc., acontecimientos en los cuales corrieron no sólo ríos de sangre sino de triquiñuelas de toda clase, de elevadas coimas o mermeladas, en detrimento del erario y de la calidad de las obras, así como de la verdad sobre las causas y autores de los crímenes.

Las iglesias ya no tienen como misión buscar la salvación de las personas sino el enriquecimiento individual rápido y abundante; los dineros del Estado no son de nadie porque son de todos y por eso son para exclusivo beneficio de quienes logran sustraerlos de las arcas públicas; se eligen como colaboradores a los amigos más astutos y ambiciosos, no a los honestos y decentes porque con estos no se consigue nada; la justicia es otro medio de enriquecimiento, acomodando las leyes a las exigencias de los amigos donantes más generosos. Muy importante es que nunca se conozca la verdad de los hechos. Estos son otros principios básicos de la predominante cultura continental contemporánea. En esto se ha convertido el neoliberalismo, en la dictadura sanguinaria del capital sobre el trabajo; con el más absoluto cinismo la extrema derecha adueñada de los poderes estatales ha regresado a las consignas del sionismo, del nazismo y del falangismo. Ahí están de ejemplo las boconadas fascistas de Trump, Bolsonaro, Macri, entre muchos.

Así las cosas, este mundo se ha vuelto invivible para quienes se sienten orgullosos de sus valores tradicionales, pues han pasado a ser los excluidos de la sociedad, los marginados. Todos los derechos humanos están siendo pisoteados por las nuevas ultraderechas gobernantes, ya que la garantía de estos es un obstáculo insalvable para la aplicación de esa política impositiva y excluyente.

¿Cómo revertir tan insólita como maléfica situación? ¿Será que ya caducó el ideal de una sociedad igualitaria con derechos humanos garantizados a cada individuo o que, como lo advirtió el filósofo polaco Zygmunt Bauman, "Debemos prepararnos para un largo período que estará marcado por más preguntas que respuestas, y por más problemas que soluciones (...) Nos encontramos (más que nunca antes en la historia) en una situación de verdadera disyuntiva: o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común"?

 

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