Importante movilización. Contexto y antecedentes.
La movilización generada en torno a la defensa de la universidad pública en Colombia vuelve a ser de importantes dimensiones.
Se ratifica que los estudiantes despiertan gran simpatía en la sociedad, la indiscutible justeza de sus demandas genera solidaridad, a lo que se suma la muy evidente necesidad de educar a un país que día a día muestra graves signos de ignorancia y conductas atroces. También ha contribuido a esa simpatía el hecho de desarrollar con creatividad e ingenio sus jornadas, incluido el manejo de redes sociales que difunden la información de inmediato y masivamente.
No está de más recordar que estas nuevas jornadas estudiantiles se dan en un contexto histórico reciente de importante movilización e, incluso, agitación social, con niveles relevantes de participación política de la sociedad.
Esta politización de la sociedad se da, en importantes porcentajes, hacia posiciones alternativas, críticas y democráticas, con la enseña de la paz como eje. La solución de la confrontación armada del Estado con las Farc abrió las puertas para este cambio democrático-cultural.
Hechos trascendentales como el plebiscito por la paz, las presidenciales recientes, la consulta anticorrupción y ahora esta movilización social en favor de la educación pueden contarse como parte de una situación interesante proclive a la justicia social.
Puede decirse, sin temor a exagerar, que nunca antes la opinión alcanzó tal nivel de cualificación. Aunque aún son fuertes los sectores retardatarios y confundidos de la sociedad, la opinión favorable en torno a la inclusión social, la democracia y la paz se incrementa esperanzadoramente.
No perder la fuerza. Aprovechar el potencial de su movimiento.
Es necesario tener en cuenta el imperativo de darle continuidad ascendente a este contexto. Aspirar a incrementar las fuerzas y calidades de la participación. En el caso de la movilización estudiantil también aplica esta consideración. El punto está en no reeditar cada 10 años estas jornadas, sino en avanzar con más determinación hacia soluciones de fondo.
Sin querer decirles qué hacer a sus líderes, porque quizá ya han hecho más que sus predecesores, cabe señalar la importancia de darle más vuelo al potencial del estudiantado.
La mirada de la dirigencia debe estar puesta en alcanzar victorias inmediatas, pero también en dotar la movilización de demandas políticas que trasciendan el asunto presupuestal de la universidad pública. Los estudiantes deben aspirar a la construcción de un país más justo en todo sentido.
Un punto de partida está en superar rivalidades a su interior, originadas en rencillas de la vieja izquierda ya pasadas de moda, y procurar mayores niveles de cohesión, unidad y confianza.
Movimiento estudiantil y militancia política.
No puede negarse la militancia política de muchos dirigentes estudiantiles. Esto debe aprovecharse para que con su fuerza y legitimidad, fundada en la pureza de sus ideales e intenciones, exijan también a los dirigentes de sus partidos y movimientos políticos la unidad que requiere este momento.
Puede ser el estudiantado activo de estos días un factor de unidad de los sectores democráticos, para persuadir u obligar a su dirigencia a confluir en un proyecto de país, sobre la base de la construcción de un programa único (retroalimentado con las condiciones locales) que guíe la participación electoral, dentro de la cual los estudiantes deben tener cabida.
El carácter propio del estudiantado debiese dotar de fundamentación científica los programas locales de gobierno, para superar lo panfletario y contestatario (propio de la condición de oposición), y tener, más bien, programas de gobierno sustentados en propuestas: estudios, estadísticas y conocimiento profundo de las problemáticas y realidades sociales.
Los jóvenes son el presente.
La irreverencia estudiantil y juvenil debe abrir las perspectivas dando por cierto que son el presente de un país que reclama su concurso fuera del claustro y sus carencias, porque finalmente la problemática de la educación no se puede entender en abstracto, sino como parte de un modelo político, económico, social y cultural que direcciona su conducta respondiendo a los intereses de las clases privilegiadas y los monopolios internacionales.
En esto último está el nudo gordiano que debe resolver la nueva dirigencia estudiantil: hacer entender que la crisis en educación y el modelo son una misma cosa, no se puede resolver lo primero sin reencausar lo segundo.