En una actividad política hay que diferenciar tres propósitos diferentes: protesta, reforma y revolución.
Puede ejercerse de diferentes formas: agitacional o sea simplemente propositiva, puede ser ejecutada desde los cargos correspondientes, o puede ser impositiva si se busca implementarla a las malas.
Lo primero es lo que corresponde a lo que se entiende por populismo; el reformismo normalmente coincide con un plan de gobierno o programa de gobierno que se propone al electorado; y lo revolucionario usualmente es lo que equivale o implica ruptura con el orden vigente.
Pueden estar interrelacionados pero el objetivo o la motivación principal es la que identifica y determina la naturaleza de una organización como actor social.
Porque también existen diferentes formas en que se manifiesta su activismo. La protesta puede llevar a buscar reformas y las reformas pueden ser tan profundas que se califiquen como revolucionarias; o por ejemplo se puede llegar a que la protesta sea por vía armada o se puede adelantar una revolución de manera pacífica (caso López Pumarejo).
El M-19 siempre se identificó con lo primero, la protesta. Nunca su propuesta fue un cambio del sistema o modelo que nos rige, nunca fue revolucionario (marxista, comunista, etc.). Su inconformismo fue por la forma en que funciona o se administra el sistema.
Sus banderas de acabar con la corrupción, luchar contra la desigualdad, desesperarse con los vicios de la politiquería o con los abusos de la autoridad, son las que buscaron usar para ganarse a la población
Sus banderas de acabar con la corrupción, o luchar contra la desigualdad, o desesperarse con los vicios de la politiquería o con los abusos de la autoridad, etc., son los puntos que buscaron usar para ganarse a la población. Esa fue la línea política que encarnó el M-19 a diferencia de otros grupos que cuestionaban al Estado buscando convencer a la gente de algo que la gente no entendía, y con lo cual, como solo lo conocía por la forma que se les había presentado, no simpatizaba.
Su historia de grupo protestatario no cambió, ni se inició, ni terminó como guerrilla. Lo fue desde su origen más remoto bajo lo que llamaron ‘la dialéctica de la yuca’ y los en su época cuestionados manejos de Sendas por parte de la hija de Rojas Pinilla; lo fue cuando como Anapo en contra de los partidos del ‘establecimiento’ tuvo una mayor votación que la de Pastrana; lo fue cuando, como protesta en contra de ese robo, asumió el nombre de M-19 y optó por la vía armada; lo fue cuando se manifestaba repartiendo leche en los barrios y cuando hacia golpes simbólicos como robar la espada de Bolívar; lo fue cuando pretendió juzgar al presidente en el caso del Palacio de Justicia justificándolo por considerar que se habían incumplido los acuerdos por parte del Gobierno.
Como para el ciudadano común el problema no era la orientación ideológica del Estado y el cómo cambiarlo, M-19 tuvo una empatía que le permitio mantenerse cerca al grueso de la población. Por eso en la votación de la Constituyente tuvo una significativa votación; por eso no tuvo dificultad en integrarse ni en ser bien recibido por el establecimiento; por eso sus miembros han participado sin mayores problemas en puestos de dirección de la administracion pública. Y por eso, asumiendo que hoy Petro encarna el presente del M-19, y que, así sea con alianzas, accedió al poder, vale la pena tratar de entender en que momento se encuentra.
Resumen: el M-19 nace de una protesta que propone depurar un sistema de los defectos que tiene; no es una propuesta de cambiarlo. Igual que hizo el paso de mayorías protestarías que ganaban una votación a rebeldía armada protestando por el fraude; y de ahí, tras reconocer el fracaso de esa vía, pasaron a reformismo dentro del sistema, participando en la Constituyente; hoy, cuando en un sistema donde no existe Modelo de Desarrollo intenta implementar lo que llamamos Plan de Desarrollo -o sea el plan de gobierno elegido por la población y aprobado por el Congreso con las reformas que para este se contemplan-, la intransigencia y la manera en que lo plantean los sectores opositores muestran la posibilidad de una ruptura no solo en cuanto a la tramitación de las medidas sino también respecto a la continuidad del modelo para implementarlas.
Falta ver si se llega a eso y si para eso conserva la empatía del pueblo.