Persiguen a los trabajadores informales en Popayán

Persiguen a los trabajadores informales en Popayán

Según el Dane, hay 8 millones de empleados informales a nivel nacional y la tasa de desempleo ronda el 9,1 %

Por: Daniel Egas Cerón
octubre 06, 2015
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Persiguen a los trabajadores informales en Popayán

Buenos días… que lindo es saludar y ser saludado, damas y caballeros, disculpen si les quito un minuto de su valioso tiempo, si interrumpo una cálida conversación o un momento de meditación… el día de hoy vengo a ofrecerles este producto en el cual se va a hablar de la actividad por excelencia de un colombiano, le hablo del “rebusque”, actividad que para la Real Academia de la Lengua Española, se define como: “Solución ocasional e ingeniosa con que se resuelve una dificultad”. Aquí, en Colombia, esa dificultad es la falta de trabajo, por lo que cientos de personas deben ingeniarse una manera de trabajo alternativo. Para el que me desee colaborar lo invito a que siga leyendo, y por qué no, me colabore con lo que de sus corazones salga, muchas gracias.

Como se dice en todo lado, “colombiano que se respete no se vara por nada”. -sino que lo diga Jimena Velasco, candidata a la alcaldía de Popayán, quien en su intento de ganar votos, logró unir a su campaña nada más y nada menos que a la exsenadora Piedad Córdoba y al senador Álvaro Uribe, acérrimos rivales desde siempre-.

Un claro ejemplo de esto es la berraquera indiscutible del colombiano promedio. Esas personas que se levantan de domingo a domingo y que trabajan incansablemente desde las 6:00 a.m. hasta las 9:00 p.m., bajo sol o lluvia, truene o relampaguee, todo con el fin de llevar algún dinerito a la casa. Pero no se confunda, no hablo de los congresistas, esos se caracterizan por no ir a trabajar; hablo de la clase obrera de verdad, los colombianos pobres que a diario deben salir a rebuscar su sustento.Por nuestra sangre fluye esa “verraquera” que nos llena de empuje para solventar cualquier problema y enfrentarnos a situaciones de extrema necesidad, siempre, con una sonrisa en la cara. Viviendo en un país con tanta corrupción, violencia, problemas sociales y políticos, se sigue diciendo que somos el segundo país más feliz del mundo. Difícil de creer, pero en parte, es la verdad y es tal vez ese optimismo ante la vida lo que no permite que perdamos la fe y siempre “echemos pa’ lante”.

Su trabajo no tiene delimitación, habrá unos que se suban a los buses con una bolsa cuyo contenido varía entre: dulces, manillas, películas, libros, llaveros, lapiceros, chicles, calendarios, purgantes, flores y una infinidad de otras “bobaditas”. O en casos más osados, serán cantantes con guitarra en mano, malabaristas en los semáforos, la señora que vende fruta, la de los minutos, en fin, la lista es interminable.

Según el Departamento Administrativo de Estadística Nacional (DANE), hay 8 millones de empleados informales a nivel nacional y la tasa de desempleo ronda el 9,1 %. Según esto, se podría decir que la situación en el país ha ido mejorando, pues en años pasados las cifras de desempleo no bajaban de dos dígitos. Sin embargo, no son más que estadísticas, pues para el DANE, si yo me como dos panes y usted no se come ninguno, en promedio, los dos nos comimos un pan.

Por falta de oportunidades y la poca preparación académica de las personas, el trabajo informal ha venido en aumento. Para el año 2014 en Popayán, 106 mil habitantes se encontraban ocupados laboralmente, de los cuales 64 mil son subempleados, es decir, a 64 mil payaneses les toca rebuscarse la plática pa’ la comida, trabajando de manera informal.

Por ende, el “rebusque” se ha tomado no solo las calles de Popayán sino de toda Colombia. Personalizado en gente humilde, personas que no encuentran otra forma de trabajo, y lo único que les queda, es rebuscarse vendiendo un dulce,  golpeándole las llantas a los buses, soplando fuego en un semáforo o simplemente diciendo “me regala una monedita pana”.

Oscar Quintero, un vendedor ambulante, afirma que, “Subirse a un bus a vender algún producto es muchísimo más fácil que conseguir un trabajo estable. Para subirnos a un bus no nos piden ni hoja de vida, ni recomendaciones, ni antecedentes judiciales, nada, simplemente te subes y hágale”. –curioso ¿no? algo muy parecido a lo que sucede con los cargos públicos, solo hay que ser amigo del que manda y hágale-

“Con el permiso del señor conductor”, es muy frecuente que los vendedores ambulantes nos aborden en el transporte público, ya sea vendiendo “un rico y delicioso caramelo”, o simplemente pidiendo una moneda, aclarándonos con tal honestidad, que él nos podría robar o chuzar… pero gracias a Dios no quiere y prefiere ganarse unas moneditas honestamente.

En los buses, donde a diario se transportan miles de personas, suelen subirse algunos trabajadores con mayor creatividad, Cantantes del denominado “Rap conciencia”, o incluso payasos, y no hablo del ex senador Aurelio Iragorri y sus declaraciones ofensivas en contra de las mujeres, no, los payasos que se suben a los buses si hacen reír. Y lo hacen por necesidad, porque es su única forma de trabajo y aunque a veces son premiados con “cualquier monedita que usted desee colaborar”, también se enfrentan a las malas rachas y se van sin ninguna ganancia, incluso, en ocasiones ni siquiera se les permite la entrada a los vehículos, pues como dice Don Luis, un conductor de bus, “aunque esa pobre gente no tienen otra forma de trabajar, a los pasajeros les incomoda que se suban a vender cosas y toca decirles que no, que pa’ la próxima”. Irónicamente, mientras le dice que no a un vendedor ambulante, en su emisora suena el clásico merengue de Wilfrido Vargas, Volveré.

Si usted va al centro de la ciudad, en medio del estruendoso ruido del tráfico, la música proveniente de diferentes locales comerciales y el amasijo de personas caminando por los angostos andenes, es muy seguro que se encuentre ya sea con la señora de los chuzos, el que vende mango viche, los lustrabotas o con los trabajadores de los carritos de dulces, quizá los más comunes en la ciudad.

Debajo de un paraguas similar a una carpa de circo, se ubican sin importar el impredecible clima de Popayán, Con una infinidad de productos que van desde bombones hasta cigarrillos y cómo no, el infaltable letrero de “MINUTOS A 100”. Lastimosamente, los trabajadores honestos de Popayán son perseguidos por las autoridades, y muchas veces tienen que huir para evitar que les quiten sus productos ya que como dice Lucia Arévalo, “a nosotros nos tratan como si fuéramos criminales y lo único que hacemos es trabajar para llevar un platico de comida a nuestras casas”.

Marina Cruz, una vendedora de fruta en pleno centro de Popayán, dice que la alcaldía y los funcionarios de espacio público “tratan mal a los trabajadores honestos que salen a diario a buscar su sustento de manera honrada, pero eso sí, a los ladrones no les dicen nada”, aunque claro, ladrones y políticos son lo mismo ¿no? Solo que unos roban por necesidad, los otros, lo hacen porque 26 millones de pesos no les alcanzan para vivir. El artículo 25 de la constitución política de Colombia prima que: “El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado…” pero entonces, ¿por qué se persigue a los vendedores ambulantes? ¿Por qué se les quita los productos como si se tratase de algún cargamento ilegal? ¿Dónde está la supuesta protección del Estado?... como es de esperarse, nadie dice nada sobre los abusos cometidos por parte de la fuerza pública y, como cientos de crímenes en este país, se queda así, en la impunidad.

Cuesta creer que exista tal desigualdad en nuestro país, donde un congresista gana más de 26 millones de pesos al mes –sin contar lo que gana en sus negocios torcidos- y un trabajador humilde, cuenta con un ingreso máximo de 30 mil pesos al día, y eso cuando le va bien, pues en ocasiones, “no se llega ni a los 10 mil pesos”, asegura Marina Cruz.

¿Dónde quedan los derechos de los colombianos de un trabajo digno? No lo sé, pero un trabajador informal, además de ser perseguido por las autoridades, el tildado por el gobierno como un empleado más, pero eso sí, ni sueñe con que le van a cubrir su salud, protección social o pensión, el trabajador informal solo es tenido en cuenta para maquillar los índices de pobreza y desempleo en el país, para poder salir ante las cámaras y con el cinismo propio de un buen político, decir, “en nuestro gobierno la pobreza ha llegado a ser de un solo digito” -mientras en La Guajira, los niños siguen muriéndose de hambre-. Al paso que vamos, los limosneros seguramente entrarán a hacer parte de las estadísticas del DANE como subempleados en Colombia y así, con “orgullo”, dirán que no hay pobreza ni desempleo en el país, mientras las calles de las ciudades se siguen llegando de campesinos desplazados por lo poco rentable que se ha convertido el campo gracias a los TLC. No obstante, el espíritu guerrero de los verdaderos colombianos humildes y trabajadores seguirá en pie, rebuscándose el sustento honradamente para poder mantener a sus familias.

Pero aprovechando que después de casi 3 años de negociaciones de paz con las FARC, en los cuales se han logrado importantes acuerdos y al parecer el conflicto está llegando a su fin. Yo propongo, instalar una mesa de negociación entre “subempleados” y  Gobierno, con el propósito de “desescalar” la persecución a trabajadores honestos. Y para ello solo hay dos pequeñas exigencias por parte de los trabajadores informales al gobierno: trabajen y dejen trabajar.

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