Si lo que busca la oposición es perpetuar el sangriento conflicto con el ELN y acentuar el sufrimiento del pueblo colombiano, -sin exigir que cesen sus actividades terroristas e ilegales- lo que debe hacer es revivir las conversaciones de paz con este grupo. Y no lo dice solamente este columnista. En una nota del pasado domingo 27 de enero, el director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, afirma: “Los comandantes del ELN se llenan la boca hablando de paz mientras sus guerrilleros se dedican a causar graves sufrimientos en la guerra… Nuestras investigaciones en terreno han demostrado que, durante el proceso de paz, el ELN siguió cometiendo delitos atroces. En el Chocó, por ejemplo, documentamos que la guerrilla reclutó forzadamente a menores, asesinó a civiles e impuso un férreo control sobre numerosas comunidades rurales. El grupo armado confina, cuando se le da la gana, a cientos de indígenas y afros. Se supone que esta opresión ayuda a promover la causa “revolucionaria” ‘elena’. El ELN también ha continuado con los secuestros. Los comandantes del ELN han sostenido que tienen “derecho” a detener civiles. Para la guerrilla, estas “retenciones”, como las llaman alegremente, no están prohibidas por el Derecho Internacional Humanitario y son una moneda de cambio en las negociaciones de paz. El asesinato de líderes sociales es, sin duda, un problema grave; una de las situaciones más preocupantes de derechos humanos en Colombia. Pero es grotesco que una guerrilla tan brutal (como el ELN) pretenda expresar su preocupación al respecto. Además, el ELN no ha sido ajeno a estos crímenes. En efecto, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en Colombia ha documentado que en numerosos casos, la evidencia apunta al ELN como autor del asesinato de líderes sociales. En octubre de 2017, en pleno cese del fuego, el grupo asesinó a Aulio Isaramá, un líder indígena del Chocó. Intentaron justificar su crimen argumentando que se trató de un error.”
El agudo analista, Juan Manuel Ospina, en reciente columna afirma: “La historia de búsqueda de negociación con el ELN es un largo rosario de frustraciones con un grupo combinación única de Che Guevara, Marx y Jesús como acertadamente lo define Currea, que le confiere una personalidad dogmática y mesiánica, de negociador intransigente y maximalista que, considerándose envuelto en el apoyo popular, busca imponer sus posiciones en la mesa. A diferencia de las FARC, no se definen como un ejército popular, sus efectivos son menos de la sexta parte de los que tuvieron las FARC, sino como una organización política, popular y revolucionaria, que privilegia la acción social y política por encima de la puramente militar, y que actúa como un núcleo de resistencia que protege las comunidades con las cuales convive. En su actividad militar privilegia las acciones puntuales de terrorismo contra personas y la infraestructura pública. Terrorismo con réditos financieros al convertirlos en los principales secuestradores en el país.”
En 43 años no ha habido absolutamente ninguna ocasión
que este grupo terrorista hubiera negociado de buena fe
y aprovechado para fortalecerse y aumentar su capacidad bélica
Durante los 43 años que se lleva negociando con el ELN no ha habido ninguna, absolutamente ninguna ocasión que este grupo terrorista hubiera negociado de buena fe y no hubiera aprovechado las conversaciones de paz para fortalecerse y aumentar su capacidad bélica. El ELN no tiene deseo alguno de llegar a una paz ni de ponerle fin al conflicto, sino de acrecentar su poder. El conocido columnista de izquierda, Antonio Caballero, afirma: “El ELN quiere el papel megalómano de guardián de una fantasía para seguir haciendo lo mismo que hace 50 años, matar policías y soldados, volar oleoductos y secuestrar civiles.” No puede haber mayor imbecilidad, mayor desatino, mayor equivocación que reiniciar conversaciones con los elenos antes de exigirles que la condición no negociable es el cese inmediato de toda actividad criminal, incluyendo el narcotráfico.
El presidente Iván Duque reiteró que no permitirá que las presiones de los grupos armados ilegales se conviertan en una práctica para obligar al Estado a sentarse a negociar, a raíz del atentado del ELN contra la Escuela de Policía General Santander. Respaldamos integralmente al presidente.