¿Quién construyó Tebas,
la de las Siete Puertas?
En los libros figuran
sólo los nombres de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos
bloques de piedra?
—Bertolt Brecht
Las macabras imágenes del 9 y 10 de septiembre bien podrían quedar como el registro en tiempo real de la caída del relato sobre el “ideal democrático”, como bautizó un veterano dirigente conservador a la constitución política del 91. ¿Algo inédito? ¿Algo nuevo? Seguramente no, teniendo en cuenta la estela de violencia que caracterizó las últimas tres décadas. No obstante, es imposible dejar de mirar con cierto estupor el desprendimiento de careta que puso en evidencia, una vez más, la naturaleza criminal del estatus quo; con cada bala disparada por la policía, cada muerto y herido en la capital de la “república”, la dictadura se revela.
Si la autoridad de la alcaldesa Claudia López ordenaba no disparar y la policía dispara, ¿quién manda realmente?, ¿qué objeto tiene tal exceso, desmadre y brutalidad? Demostración cruda de que aquello que venimos anunciando hace tiempo acerca de un régimen mafioso, paramilitar y delincuente que gobierna al país hace 200 años, no es asunto de discursos marginales, sino un hecho fáctico, imposible de esconder debajo de las raídas hojas del “estado social de derecho”.
Con los sucesos aún en curso y la aspiración de equilibrio, nos atrevemos a plantear dos análisis y una propuesta, tan evidente que es necesario gritarla como cualquier verdad de Perogrullo.
Primero, según nos anuncian liderazgos asociados en juntas de acción comunal, la policía desde la primera noche de confrontación se encuentra movilizando un discurso amenazante en el cual fomenta la idea que los CAI no van a repararse y por ende dejará de hacer presencia en los barrios, desmontando “frentes de seguridad”. Así la seguridad ahora tendrá que estar a cargo de los comunales, en un contexto donde “venezolanos” y “vándalos” se apoderarán de toda propiedad, porque “si no les gusta la actuación de la policía, entonces cuídense solos”. ¿Pánico social? ¿Legitimación institucional? ¿Campaña prematura mediante el miedo? No es entonces extravagante que iglesias cristianas, policías o militares retirados y líderes comunales se apostaran a defender la sacrosanta institución. Dios y patria.
Segundo, la matriz que se va construyendo en torno a “conspiraciones internacionales” de grupos anarquistas o la dirección doméstica de líderes progresistas que siembran el caos para impulsar sus aspiraciones políticas, bajo la vieja y peligrosa fórmula del enemigo interno, va calando en el imaginario colectivo. El formato de los grandes medios de desinformación, sumado a una activa acción en redes sociales empieza a consolidar un discurso que busca construirle agenda a los peores sectores políticos de la derecha autoritaria. ¿Elegir entre quienes defienden el orden y los que promueven el caos? Mucho ojo con el 2022 dijo el matarife en reciente publirreportaje.
Finalmente, creemos que estos días de agitación y rabia deben llevarnos a una necesaria discusión pública sobre la reforma estructural de la Policía Nacional, para que se transite de una fuerza cuasimilitar, donde permanecen indicadores altos de corrupción, violencia e irrespeto por los derechos básicos de los ciudadanos, hacia una de carácter cívico, capaz de responder por la convivencia comunitaria, desligada del mundo del crimen y de sectores políticos de ultraderecha. Igualmente es necesario garantizar justicia para el gran número de casos de abuso y brutalidad policía, empezando por asegurar que sea la justicia ordinaria quien juzgue crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes de la policía.
Soñar no cuesta nada, tanto como exigir la renuncia del director de la Policía y el ministro de Defensa en honor a las víctimas. ¿Quién levantará el templo luego del derrumbe? Después del fuego y la furia debemos seguir disputando la democracia plebeya, con nuestros relatos y proyectos, venciendo el miedo impuesto.