La sabiduría popular siempre ha sido menospreciada. Se gastan sumas ingentes en preparar cartillas explicando lo obvio; seconsumen toneladas de tinta y de papel tratando de disfrazar lo evidente. Todo el equipo de gobierno decide dedicarse a explicar las etéreas bondades de aprobar el proceso de negociación que se lleva a cabo quién sabe desde hace cuándo y entre quiénes en Cuba, en lugar de dedicar sus esfuerzos y conocimientos, además de justificar el salario que ganan, a trabajar en los problemas de esta nación que parece abandonada a su propia suerte. ¿Qué sabemos de los niños que mueren de hambre en la Guajira, en César, en Córdoba y en casi todos los departamentos del país? Nada. Los ñoños de cada región andan muy ocupados creando nuevas fundaciones, cero kilómetros, aptas para firmar los nuevos contratos con lo que se van a disfrazar las toneladas de mermelada necesarias para convencerlos de apoyar el “plebiscito para la paz”. Amarga ironía llamar “mermelada” a esta forma siniestra de quitarles el alimento a los menores de edad.
¿Qué se sabe del escándalo de Reficar?, ¿del destino del dinero fruto de la venta de Isagen? Nada. Los medios masivos de comunicación nos tienen anestesiados a punta de informes sobre deportes, entreverados con infomerciales acerca de las bondades de la “paz”.
Reza un viejo adagio: “Si una persona te dice burro, olvídalo. Quizás no tenga importancia. Si te lo dicen dos, piénsalo. Pero si te lo dicen tres, ándate buscando una enjalma”.
Tratando de ser imparciales, en un país como el nuestro en el que la imparcialidad resulta altamente sospechosa, hay que reconocer que, dejando de lado los comentarios descalificadores del proceso, provenientes de partes con intereses oscuros, resulta obvio que son más de tres las entidades respetables o personas que le han dicho de frente Burro al proceso que se lleva en La Habana. No solo en el país, con fallos como el de la Corte acerca de la constitucionalidad del plebiscito, en el cual le dice que sí, pero le impone condiciones que desde ya sabemos que las Farc no van a aceptar; pasando por Human Rights Watch, que para no ofender se limitó a catalogar el proceso como una “piñata de impunidad” para responsables de crímenes de lesa humanidad”; hasta personas del común que no aceptan ser llevados como ganado al matadero de los puestos de votación, amenazándolos con un futuro apocalíptico si no votan por la paz. Ya la pedagogía del proceso se hizo, pero sin la presencia de los votantes; sin la participación del pueblo. La pedagogía al proceso se hizo en los conciliábulos de cada partido y sus reuniones con el presidente o su ministro del Interior, en las cuales se negoció con cada uno, hasta donde fue posible, su apoyo al sainete de la aprobación de lo negociado en Cuba, sin saberse qué se negoció, cómo, hasta dónde y entre quienes. Y decimos hasta donde fue posible, porque evidentemente no hubo acuerdo de paz entre ellos, como se demuestra en el hecho de que los jefes de cada colectividad decidieron no aceptar la jefatura única del coordinador de los esfuerzos por ganar adeptos para el proceso, aduciendo que cada uno de ellos decidió optar por su propia estrategia. Resulta claro que su desacuerdo en materia de paz obedece a un desacuerdo en materia superior: en materia electoral. No debe existir un solo colombiano que no esté seguro que el desinteresado expresidente César Gaviria tiene en la mira la creación de su propia dinastía política, llevando al solio de Bolívar a su irresponsable y despistado pero bien conectado hijo; algo que quienes hacen fila desde hace más tiempo no van a aceptar. Por ello, ni Cambio Radical ni los demás matices de la alianza de partidos de gobierno van a aceptar de buena manera, por ahora, que se les cuele en la fila el delfín Gaviria.
La insistencia del senador Barreras por sentarse
en la mesa de Cuba obedecería a su interés
por asesorar al naciente partido político de las Farc
Se comenta en medios bien informados, que la insistencia del senador Barreras por sentarse a como diera lugar en la mesa de Cuba obedece a su interés por asesorar al naciente partido político de las Farc en las lides del poder, a cambio de sus votos para perpetuarse como senador.
Se dice también que desde hace ya un mes, las exigencias de las Farc en la mesa de negociaciones perdieron todo sentido de las proporciones, de la lógica y de la realidad.
De igual manera, se puede observar a la señora Piedad Córdoba sentada en las sillas de La Habana, haciendo gala de su recién adquirida aureola de inocencia, cortesía de un fallo absolutorio en el cual no se dice que no es; se dice que las pruebas de que sí es fueron adquiridas de manera irregular. O sea, inocente por vicios de trámite.
Si es inocente de ser cercana al grupo guerrillero, ¿qué hace con ellos? Si hace parte del grupo, ¿por qué entonces no se desmoviliza, se concentra, confiesa y pide disculpas, como estipula la parte conocida del acuerdo?
Queda claro que el proceso desbordó a sus actores. Que no existe una sola persona sensata, sin agendas escondidas, que siga pensando que todavía puede ser viable.