El diario británico The Guardian publicaba el 10 de mayo de 1993 un comentario en el que se denunciaba que “en Francia, los periodistas a menudo son muy próximos a aquellos sobre los que escriben”. María Santos Sáinz, profesora de la Universidad Michel de Montaigne de Burdeos (Francia), señala en un artículo académico del año 2000 titulado Los creadores de opinión en Francia que, si bien es cierto que las relaciones entre prensa y poder siempre han sido muy controvertidas en cualquier parte del mundo, en Francia los periodistas políticos, los que se ocupan de la información y del análisis de la vida política, se han convertido en el blanco al que apuntan muchas de las críticas que se hacen a los medios. En Colombia, en los últimos meses (y años) hemos sido testigos de episodios que nos muestran que en este país ocurren fenómenos muy similares a los que pasan en el país europeo.
María Santos Sáinz explica que en Francia se ha escrito y debatido mucho sobre la influencia de los periodistas sobre la opinión pública y también sobre la política y los políticos, y a la inversa, sobre la influencia del poder político sobre los periodistas, y en consecuencia sobre la opinión pública. Los llamados “periodistas de opinión”, los opinadores profesionales, son con frecuencia el centro de las controversias, especialmente aquellos que multiplican su presencia —a base de pluriempleo estelar— dentro de la profesión con sus artículos, columnas, tertulias radiofónicas o televisivas. Lo mismo pasa en la Colombia de hoy con los periodistas de los principales medios privados del país.
En Francia, las principales críticas a los “creadores de opinión” denuncian que la élite de periodistas vive en una ósmosis con la clase dirigente que favorece una nítida cohabitación y un cierto conformismo. Esto tal vez puede explicarlo el hecho de que a lo largo de la historia el periodismo en este país ha dependido demasiado de las fuentes de poder. Ante esta situación, según la profesora Santos Sáinz, Pierre Albert señalaba en 1988 que “aunque los periodistas franceses hoy en día se reclamen protagonistas de un nuevo periodismo de investigación a la americana, en el fondo la mayoría de sus informaciones provienen de fuentes institucionales, gubernamentales y administrativas”.
Este hecho ha provocado, como alertó el profesor e investigador Dominique Wolton, que el periodismo de connivencia sea una realidad, “fruto de la confusión de géneros y, sobre todo, de la débil conciencia de lo que separa en el fondo al periodista y al político”. El profesor Jean-Marie Charon explicó a su vez que la complicidad y la connivencia entre los periodistas y los políticos se deben al paralelismo de sus trayectorias: proceden de los mismos colegios y universidades. Todos ellos se han cruzado en los pasillos de las universidades de élite y se cruzaron en los mismos lugares desde hace muchos años. Es una relación que se construye en el tiempo. Estos fenómenos suceden también en Colombia y quedan en evidencia cuando uno escucha regularmente los comentarios y chistes que hacen periodistas y políticos en medios como la W Radio.
La amistad con los políticos, según Charon, se forma a fuerza de seguirles a lo largo de su ascensión personal. Su frecuentación asidua, en ruedas de prensa, en los mismos cócteles, comidas, cenas y viajes provocan al final un mimetismo que puede llegar incluso a “la misma apariencia indumentaria y a una misma manera de comportarse en determinadas situaciones”. Charon lo ilustra con el testimonio de un periodista de élite en los años 90: “resulta imposible ir de viaje con Mitterand, Jospin o Chirac a Rusia o a Alemania sin un smoking. Cuando voy en avión con ellos, formo parte de la delegación francesa. Entonces debo tener una cierta prestancia, que se impone por los ritos políticos”.
Para Jean-Marie Charon, sostiene María Santos Sáinz en su artículo, esta connivencia-cohabitación reaviva la imagen de la prensa francesa demasiado ligada al poder político. Incluso produce efectos negativos para los propios periodistas, ya que en la opinión pública se produce la percepción de meter en un mismo saco a políticos y periodistas. Precisamente, François Mitterand denominó a esta amalgama la “clase político-mediática”.
Un amplio surtido de ejemplos de clientelismo político y económico aparecen en uno de los libros que más impacto y estragos ha causado en Francia por sus ataques feroces a estas estrellas del periodismo francés: Los nuevos perros guardianes, publicado en 1997 y adaptado al cine en 2011 por Gilles Balbastre y Yannick Kergoat. Su autor, Serge Halimi, hizo tambalear a toda la élite periodística francesa. Sorprendentemente, el libro se convirtió en un éxito de ventas a pesar de haber sido silenciado por la crítica y la televisión.
En su exitosa obra, Halimi pintó un paisaje mediático desolador, donde la connivencia entre prensa y poder político y poder económico está a la orden del día. Para él la élite periodística francesa funciona como “una clase y una casta”, compuesta por unos treinta periodistas parisinos que reinan sobre los más importantes medios de comunicación y sobre el pensamiento oficial:
“¿Cómo podemos hablar del periodismo francés sin mencionar los nombres de algunos de los treinta socios (…) que sobreviven a todos los cambios de poder, tanto políticos como industriales? (…) Lejos de competir entre sí, intercambian constantemente complicidades, añadiendo a las limitaciones mencionadas anteriormente las que su connivencia impone egoístamente a toda una profesión, sus príncipes y sus ayudantes. Un medio. Ideas uniformes y análisis idénticos. Periodistas o “intelectuales”. Son pocos. Inevitables, volubles. Entre ellos, la connivencia es la regla. Se encuentran, se frecuentan, se aprecian, se comentan. Están de acuerdo en casi todo”.
Serge Halimi cita, además, lo que dijo un empleado de TF1 (una de los canales más importantes de Francia):
“Los periodistas políticos quieren lucirse a los ojos de los políticos, tener relaciones amistosas con ellos con el pretexto de obtener información. Pero esto los convierte en cortesanos, ya no hacen su trabajo. Se acercan al poder y son felices porque se sienten importantes. Cuando el ministro pasa entre la muchedumbre y viene a estrecharles la mano, se alegran mucho”. Esto pasa en Francia y pasa en Colombia.
Este libro, de un estilo feroz, no deja títere con cabeza y acusa sin concesiones a los creadores franceses de opinión, dice la profesora María Santos Sáinz. Halimi repasa con indignación los casos más escandalosos de elogios, intercambios de favores, propaganda y autocensuras. Lanza la voz de alarma ante un periodismo que califica de reverencial, que “da la espalda a aquellos a quienes debería servir para servir a aquellos a los que debería vigilar”, y al que considera cómplice del sistema. Denuncia la máquina de propaganda que ejerce esta élite de periodistas “voceros del discurso ultraliberal”.
María Santos Sáinz sostiene que esta tesis de Serge Halimi es coincidente con las expuestas por Pierre Bourdieu en Sobre la televisión (1996) e Ignacio Ramonet en su libro La tiranía de la comunicación (1996): los periódicos, y los medios audiovisuales han sido comprados y controlados por potentes grupos industriales que han impuesto una ideología dominante —la pensée unique, la propaganda del pensamiento único— de tal modo que los periodistas que trabajan en ellos, y principalmente los que ocupan los mejores puestos, como son los editorialistas y columnistas, defienden los intereses de las categorías más favorecidas (el establishment). De ahí el título de la obra de Serge Halimi: los periodistas serían los nuevos perros guardianes al servicio del orden establecido y de la ideología dominante.
En Francia, el sello del éxito de los directores de prensa sigue siendo conseguir que cualquier responsable exprese lo que quiera y cuando quiera, pero exclusivamente en el medio de comunicación que esté a su cargo. Se dice que esta difusión de una voz oficial se llama "tener una primicia”. La situación es prácticamente la misma en la Colombia de hoy y los argumentos dados ayer por Julio Sánchez Cristo y Juan Pablo Calvás ante las acusaciones que se le han hecho al director de La W lo ilustran muy bien.
En Sobre la televisión (1996), el sociólogo Pierre Bourdieu agitó el debate sobre la responsabilidad social de los periodistas. Bourdieu denunció, entre muchas otras cosas, la nueva “mentalidad audiencia”, la obsesión de “la chiva”, cuestiones que conducen al “pensamiento instantáneo, la uniformidad, la autocensura y la circulación circular de la información”. Todo ello, concluye, alimenta el hecho de que todos los periodistas pertenezcan al mismo universo y cuenten la misma versión de los hechos.
La profesora Santos Sáinz señala que el exdirector de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, advirtió en el número de febrero de 1996 de este fenómeno: “La prensa que históricamente se ha construido contra el poder político tiende cada vez más a identificarse con él. La connivencia entre los dos roza a veces cifras escandalosas. Este fenómeno contribuye a generar en los ciudadanos una cierta desconfianza hacia los numerosos periódicos que no cumplen su rol de contrapoder, mientras el espíritu democrático retrocede. Frente a todo esto lo que hay que hacer es movilizarse de nuevo para defender la libertad de expresión y la independencia de la prensa”.
El fundador del periódico Le Monde, Hubert Beuve-Mery, escribió en una ocasión que “el periodismo es el contacto y la distancia”. Para Serge Halimi, al periodismo ya solo le queda el contacto. En conclusión, podemos decir que en Colombia existe el mismo fenómeno y que es tan antiguo como preocupante.
Posdata. Ayer Juan Pablo Calvás ofreció explicaciones francamente preocupantes. Dijo que, así como él ignora cómo un cirujano hace una intervención quirúrgica, la mayoría de los colombianos no saben cómo funciona el periodismo. Es verdad, pero no es irremediable. En efecto, es urgente que en Colombia la gente aprenda quiénes son los dueños de los medios, quiénes son los directores de los mismos, cómo funcionan la construcción y la transmisión de la información, y cómo se debe leer una entrevista, un debate, un reportaje o una noticia. Esas competencias se llaman pensamiento crítico y alfabetización mediática, y son fundamentales para toda democracia. Por ende, deberían ser enseñadas en los colegios y las universidades del país.
Este artículo fue adaptado de:
Sainz, M. S. (2000). Los creadores de opinión en Francia. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, (6), 93-105.
Otras fuentes consultadas:
Halimi, Serge (1997). Les nouveaux chiens de garde. Paris: Liber-Raisons d'agir.
Bouchard, B. (1998). Serge Halimi, Les nouveaux chiens de garde, Dijon-Quetigny, Le Seuil, 1997, 110 p. Bulletin d'histoire politique, 7(1), 203-204.