Llevo mucho tiempo hablando con mis colegas sobre el ejercicio del periodismo hoy en Colombia desde lo profesional y —por ende— lo económico. ¡Qué difícil! ¡Qué enredo!... ¡Qué malabar!
Hice mis prácticas gratis; mi primer trabajo como reportera tuvo una remuneración de dos salarios mínimos de la época ($50.000 – 1988), y poco a poco fue aumentando con la experiencia y los años. En ese entonces, trabajar en un medio de comunicación era mucho mejor que ser jefe de prensa, o que manejar las comunicaciones en una entidad oficial, y las corporativas no eran tan fuertes como hoy por la globalización. Con el tiempo, las cosas se fueron nivelando en términos salariales, pero después se desnivelaron en contra de los periodistas. ¿Qué ha pasado? No hablemos de calidad en la educación de las universidades, porque nos desviamos y quiero centrarme en el ejercicio del periodismo como tal. Son muy pocos los periodistas que han hecho fortuna con el ejercicio de su profesión, otros apenas han logrado sostenerse con lo que ganan, pero en la actualidad la mayoría apenas sobrevive con sus ingresos. ¿Y qué se desprende de esto? El escenario es un camino adoquinado con cáscaras de huevo. Ya entenderán a lo que voy. Hace unos quince o veinte años algunos medios, preocupados por la ética informativa, comenzaron a prohibir las asesorías periodísticas que florecieron como maleza ante la insuficiente remuneración de sus comunicadores. Por supuesto que eso no duró. Hoy los medios se hacen los de la vista gorda y los periodistas encuentran un alivio a sus afugias económicas. Un colega me decía: “Los periodistas somos unos sobrevivientes, no solo por los riesgos que tiene nuestra profesión, sino por los malabares que hacemos para que nos alcancen los ingresos en las —mínimo— tres actividades que debemos tener para sobrevivir”. Otro agregó: “Un compañero me dice que venga con más frecuencia para que me vean y me tengan en cuenta en más proyectos, ¿y qué hago mientras tanto si la plata no me alcanza? Pues que no me vean, pero suplo mis necesidades”. Como concluyó otro: “Es que hay que vivir para trabajar y no trabajar para vivir; somos unos sobrevivientes”.
La realidad es que si un periodista está comenzando su carrera, le pagan menos de un salario mínimo (y no los dos con los que yo comencé y les comenté al comienzo de éstas líneas), porque “le estamos dando la oportunidad”, e implícitamente le dan a entender: “o si no mire la cola de gente que quiere su oportunidad”; si está en plena etapa productiva y no tiene trabajo, “mire, acepte porque es mejor el 10 % de algo, que el 10 % de nada… Eso es lo que hay”; y si el asunto es de edad, sin importar la trayectoria, “mire cómo está de competido el mercado, tantos jóvenes tan baratos y usted, a sus años…” ¡Es desolador! Independiente del manejo personal que le damos a nuestras vidas, porque no hay peor administrador que un periodista, veo con dolor y asombro colegas que en su momento fueron muy reconocidos, grandes profesionales, con más premios que muchas estrellas de hoy, en situación de pobreza, viejos, enfermos y sin oportunidades. Siempre ha habido desigualdad salarial, pero las distancias de hoy son impresionantes y favorecen a muy pocos, sin querer decir que no se lo merecen. Pero es que hay detrás toda una tropa de guerreros, apasionados, valientes, entregados, arriesgados y altruistas que también requieren una paga decente no solo porque lo merecen, sino porque no hay grande que crezca solo con su talento y sin el apoyo de un equipo. Y aquí tenemos que mirarnos como gremio. Hablando con mis colegas, la mayoría piensa que “somos caníbales entre nosotros, prepotentes, no pensamos en el bien colectivo y más bien nos hacemos zancadilla porque hay que defender el puesto y ascender a como dé lugar, porque las oportunidades no son muchas”. Es que ni siquiera hemos luchado para que se gestione una ley que reglamente el ejercicio de nuestra profesión; hoy somos un oficio, no una profesión. A lo anterior hay que agregar que el ejercicio del periodismo ha dado un giro brutal con la tecnología, así que también debemos pensar en reinventarnos, porque las chivas prácticamente están en manos de los ciudadanos y son ellos mismos quienes hoy, a través de las redes sociales, suministran información, seleccionan qué quieren tener y de quién la quieren recibir por esa vía. Por cuenta de esta dinámica, hoy hay muy pocos grandes medios que pueden pagar bien y muchos, pero muchos medios electrónicos pequeños que también pagan muy mal.
Todo lo que les he compartido me lleva a la metáfora del periodista-malabarista que camina sobre un sendero adoquinado con cáscaras de huevo, cuidándose de no partirlas, pero también de no dejar caer las bolas que representan las agendas que hoy maneja. Es decir, como es periodista, pero asesor, más otra actividad, debe cuidar la bola 1: Equilibrio de la información que cubre; bola 2: Agenda del medio para el que trabaja; bola 3: Agenda de los clientes que maneja; bola 4: Sacar a flote su otro negocio; y póngale las bolas que quiera, ¡porque en materia de valor y coraje las tiene todas!
Un abrazo enooooooorme a mis colegas periodistas en quienes reconozco a mi familia profesional, con hermanos calavera y todo, porque son como mis papás, tíos, primos, padrinos y hermanos de profesión. Va para ellos todo mi reconocimiento y cariño en el Día del Trabajo.