Dice una frase, cuyo autor no está claro en la historia, aunque algunas personas se la atribuyen a George Orwell: "Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás, son relaciones públicas".
Por eso hoy cuando en Colombia celebramos el día del periodista, viene bien hablar de esos conflictos que se presentan en ejercicio de nuestro noble oficio.
En lo personal, soy de los que no cree que un periodista deba ser neutral. ¡Eso es mentira! Pues al "neutralizar" lo que informamos le quitamos fuerza a la verdad; tal vez por temor a generar conflictos, por miedo a lo que diga el afectado con la noticia o por el peor miedo que sufrimos los periodistas que es la condena de la opinión pública. Veámoslo de la siguiente forma:
a. Si en una noticia hablo mal de los paramilitares es apenas lógico que muchos me tilden de izquierdista, pero no por eso se puede ocultar o negar que los actos de barbarie cometidos por estos criminales fueron tan terribles, y tan degradantes, que terminaron por erizarnos la piel cada vez que veíamos los métodos de guerra (motosierra, descuartizamiento, y toda suerte de atrocidades) que hasta hace unos 30 años no cabían en el imaginario de los colombianos.
Y no nos cabía en la mente, pero no porque años atrás no hubiera habido tanta crueldad como la ejercida en la violencia partidista de los años 50 y 60, donde se degollaban entre liberales y godos, sino porque los colombianos tendemos a olvidar. Pero, hay que decirlo, y a eso está obligado el periodista: el paramilitarismo fue para Colombia —y quizá aún lo es— un engendro catastróficamente cruel.
b. Ahora bien. Si hablo mal de la guerrilla, de sus actos de crueldad —para no ir muy lejos, dejar que un niño enfermo de cáncer se muriera pidiendo ver a su papito secuestrado por las Farc y que en respuesta esas Farc le mataran a su padre; la muerte de cientos de militares y policías, como en las tomas a estaciones, casi siempre acaecidas por 100 guerrilleros contra 20 policías—, entonces soy un paraco, un uribista empedernido. No señores. Soy un periodista y estoy obligado a contarle al país la realidad de los hechos.
De malas el que se afecte con una noticia, de malas, por ejemplo, tipos como el senador Álvaro Ashton, que está inmerso en delitos por el cartel de la toga, por corrupción política, paramilitarismo y hasta por meter niñas a un lujoso hotel de Barranquilla. Para mí, al menos para mí, el tipo es un delincuente, pero el periodista está, aún en este caso, sujeto eufemismos por temor a embalarse si acusa a esta clase de políticos…
Reitero. De malas Pablo Escobar y su absurda filantropía; Carlos Castaño y sus ideales ultraderechistas; Timochenko y su lucha subversiva; Otoniel y su imperio paraco-mafioso disfrazado de "defensa de los pobres de Urabá"; Santofimio y sus discursos holístico-políticos con los que quiso desvirtuar sus ansias negras de poder; Ernesto Samper y su 8000; el general Maza Márquez y su pose de policía héroe. Mejor dicho, de malas todos aquellos sinvergüenzas que han delinquido y lo siguen haciendo; le han hecho daño al país y deben pagar sus delitos. Por eso, el periodista debe denunciarlos como lo que son: simples y vulgares criminales.
El miedo o los intereses económicos como la pauta oficial, de la que vive gran parte de nuestro gremio, no puede seguirnos coartando, máxime cuando la corrupción ya nos mostró su cara más cruel. Uno como periodista debe ser veraz, no neutral.
Libertad de prensa no es solo que no nos maten por hacer nuestro trabajo, ni poder coger un micrófono para decir lo que nos dé la gana. La verdadera libertad es permitirnos como periodistas enunciar la verdad sin eufemismos, sintiéndonos bien con nosotros mismos al saber que estamos construyendo país a través de la denuncia y la crítica de la realidad de un país muy macondiano, pero muy de carne y hueso.
Termino mi alegoría reflexionando en que las noticias, las verdaderas noticias, siempre van a afectar a personas, o a instituciones, pero son las noticias, y el comunicador debe ser fiel a lo que ve, y enunciarlo sin miedo sin importar lo que el alcalde, el gobernador, el amigo o el enemigo, o cualquier sector de la sociedad nos quiera imponer.
Feliz día del periodista.