En una reciente tertulia con colegas discutíamos el papel del periodista hoy, su futuro, el manejo de información, la estabilidad laboral y profesional. Todo esto a la luz de la hegemonía de las redes sociales, su volumen de contenidos, noticias y las estrategias de las plataformas digitales en general.
Hay un punto supremamente sensible y sagrado de nuestro oficio de periodistas de academia, que cobija a los empíricos también, y es la llamada objetividad en la información.
Decía, en las últimas horas mi gran amigo y colega, Gustavo Gómez en su columna del diario El Tiempo, titulada Entrecomillados: "No conozco a ningún periodista objetivo. El periodismo es un oficio subjetivo. Cuando el reportero escoge una óptica, cuando el editor titula, cuando el conductor radial pregunta, cuando el jefe de redacción escribe un pie de foto siempre median modos de pensar o sentir”.
De manera constructiva, soy disonante con lo que plantea el columnista: una cosa es que no se conozca un periodista objetivo y otra que la objetividad es un compromiso inaplazable y sagrado de la profesión, en el sentido académico y real. Quien maneja la información tiene el deber, la responsabilidad y la ética de ser ante todo objetivo. La noticia y los hechos son uno solo y de su realidad no depende el “concepto” de nadie y menos, en su momento de informar a la opinión pública.
Frente al planteamiento anterior, otra cosa es lo que está de moda hoy en día por cuenta del oficio del periodismo y es que el gremio se volvió opinador. Ahora todos quieren mostrar su punto de vista, ¿por qué el afán de tomar partido? En muchos casos politizar la información, y todo porque se siente débil, ya no tiene el manejo, tanto así, dirían expertos que ha perdido el poder frente a la sociedad y específicamente ante la inmediatez de las redes sociales, olímpicamente dejó la información de la noticia a un lado y tomó la decisión de competir ante los usuarios de las redes, como algo cotidiano, opinando, fijando su posición.
Entonces, los periodistas debemos tener claro que los medios de comunicación son para informar y los canales en redes sociales para opinar libremente. Claro está, en mi entender, con ética y responsabilidad también. Ahora bien, los tradicionales tienen históricamente espacios de opinión donde el columnista (pocos son periodistas, se acercan más a los oficios de abogados, expertos políticos, sociólogos, vinculados a la academia, etc.) da a conocer su punto de vista y con grado diferenciador manejando juiciosamente el análisis.
En este ambiente contaminado de comunicación que estamos viviendo. Hemos entrado en el peor de los escenarios para realizar profesionalmente nuestro oficio de periodistas. El boom de las redes sociales nos pegó en “el ego”, nos tomó por sorpresa. No estábamos preparados, tampoco los medios tradicionales y simplemente tomamos el camino más fácil, competir contra el ciudadano de pie que ve cómo ahora sí puede dar a conocer su punto de vista… entonces, como yendo contra la corriente y algo desesperados, estamos dedicados a opinar y tomar partido.
Esto último está causando un negativo efecto en la sociedad civil: está polarizando al país y mostrando a nuestro oficio como “comprado” o vendido al mejor postor. Todo este panorama está llevando al retroceso de uno de los oficios más bellos y de mayor responsabilidad en el mundo moderno, el periodismo.
Ante el panorama anterior, bastaría que los periodistas y los medios de comunicación tomemos la decisión consciente de no tratar de competir con la información cargada de noticias falsas que todos los días aparece en las redes y de no agregarle más este cáncer. Este es un llamado para que más bien, con estrategia profesional, marquemos la diferencia: calidad en la información, seriedad, objetividad y la innovación en el tratamiento del mensaje visual y de textos… algunos ya lo están haciendo, pero faltamos muchos. Mientras tanto, hemos caído en la trampa, en la cloaca en que se han convertido gran parte de las redes sociales.
Por nuestro prestigio, el papel que ha jugado históricamente el periodismo profesional y el valor del acontecer diario, nosotros no podemos convertir peligrosamente a nuestra profesión en parte del montón.