Periodismo deportivo y la mediocridad del fútbol colombiano

Periodismo deportivo y la mediocridad del fútbol colombiano

Mientras los narradores tratan de esconder la crisis del balompié (canchas vacías, emociones limitadas, transmisiones discretas y falta de recursos), el deporte muere

Por: Omar Eduardo Plata
noviembre 24, 2018
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Periodismo deportivo y la mediocridad del fútbol colombiano
Foto: Policía Nacional de Colombia - CC BY-SA / Juanjack06 - CC BY-SA 4.0

Hoy, en la república Argentina —puntualmente en el estadio Monumental de Núñez—, se va a jugar el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores de América entre River Plate y Boca Juniors. Sin lugar a dudas, este será un partido sin precedentes, no solo por lo inédito sino por la pasión que desbordan los dos equipos, sumidos en una de las rivalidades más clásicas de Latinoamérica, por no decir del mundo. Una gran parte del periodismo argentino ha denominado a la serie "La final del mundo" y en diferentes partes del globo terráqueo han compartido dicha atención por uno de los clásicos más atractivos del mundo.

Sin embargo, en Colombia, algunos relatores deportivos, en un gesto de niño de 12 años, han estallado en contra de clasificar a dicho encuentro como "La final del mundo". Con argumentos netamente patrioteros y hasta envidiosos, dicen que no hay tal, que los argentinos están "exagerando" y "sobrevalorando" un partido "normal"... ¿se puede saber menos de fútbol?

Retomo la frase de Martín de Francisco: el periodismo deportivo colombiano —para mí— es el peor del mundo. No hay necesidad de imponer la cadena perpetua a los violadores, mejor tortúrenlos, haganlos seguir la transmisión de un partido de la selección Colombia por el Gol Caracol, donde tendrán que aguantarse a Javier Fernández Franco, relator que heredó la filosofía de William Vinasco, la cual dice "entre más rápido —así sea una burrada—, mejor". Lo anterior además de terribles trabalenguas que impiden el disfrute de todos los sentidos del cotejo futbolístico, el relator que narra a 160 palabras por segundo, pensando que eso es tener calidad narrativa. Ah, y ni hablar de los comentarios desacertados y fuera de la lógica de Javier Hernández Bonett; desaciertos que le han hecho ganar el apodo de "refisal", precisamente por lo mismo, porque cada vez que dice "Colombia está a punto de hacer un gol" le meten tres. El único que salva tal transmisión sórdida es el señor Gustavo Alfaro, quien es el técnico actual de Huracán y al escucharlo hablar sabemos por qué.

Ahora bien, una de las cualidades que debe tener todo periodista (sea deportivo o no) es la capacidad de saber preguntar. No obstante, una conferencia de prensa pospartido de fútbol colombiano es uno de los escenarios más patéticos y menos edificantes que se haya visto. En primer lugar, no hacen preguntas. Con frases como "se lograron los tres puntos profe" (¡¿en qué mundo paralelo es eso una pregunta?!) creen empezar una indagatoria. Por otra parte, las preguntas parecen de farándula, y no de táctica, de sistema de juego... interrogantes como "¿Qué se siente haber ganado en una cancha tan difícil?", además de ser estúpidos (obvio, se siente mal porque ganó), apelan al sentimiento del entrevistado, en vez de sus conocimientos.

El periodismo deportivo debería ser un periodismo objetivo —o lo más cercano a él—, observador y analítico. Pero no, el periodista deportivo colombiano hace todo lo contrario, no busca ser objetivo sino tocarle las fibras sensibles al espectador, apelando al nacionalismo, regionalismo o gustos personales; está dentro de la fauna deportiva colombiana el periodista que habla mal de x jugador, el periodista que piensa que los mejores jugadores del país son costeños y tampoco falta el periodista cachaco que cree que Millonarios y Santa Fe son los únicos "grandes" del país. De verdad, no hay objetividad ni análisis, solo pasión. Parecen barrabravas hablando de fútbol, y lo peor y más grave es que dichos "análisis" se lo transmiten a los televidentes y oyentes, y en parte es por eso que la gente en la calle tampoco es que sepa mucho de fútbol, de táctica, de sistema de juego. La mayor consecuencia de ello es la escasez de directores técnicos, a tal punto que toca importarlos y el nivel de juego que se ve en las canchas.

Insisto, si van a copiarle a las mejores ligas del mundo —por favor— cópienle lo bueno. Copien de Miguel Simón la elocuencia y sobriedad al narrar; copien de Diego Latorre la visión de juego, el análisis al detalle y a su vez, concreto; copien de Marcelo Benedetto la visión de compartirle al televidente las incidencias dentro del estadio. Sin embargo, lastimosamente, el relator y comentarista colombiano solo hereda lo reprochable, que es esa idea de, en vez de transmitir una noticia, ser ellos la noticia; de no buscar oyentes ni televidentes sino seguidores o fans; de dividir en vez que instruir.

El fútbol colombiano está en crisis —canchas prácticamente vacías, emociones muy limitadas, transmisiones discretas y falta de recursos económicos (entre otros problemas)— y mientras el periodismo trata de esconder dichos problemas con los triunfos individuales de James, Juanfer, David y Davinson, acá, en casa, el fútbol se muere lentamente. La pregunta es: ¿cuándo dará el suspiro final?, ¿cuándo podremos los colombianos jactarnos de tener un partido digno de estar al nivel de Boca-River? y ¿cuándo podremos tener un periodismo a la altura de él? Comencemos por la autocrítica y, más temprano que tarde, dicho sueño será realidad.

Ver también: Win Sports y la mediocridad del fútbol colombiano

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