Sabes que es una profesión que te asegura un lugar en el olvido porque pocos leen páginas de actualidad desactualizadas. Sabes que el seguro de vida es más costoso porque la muerte es más segura si estás en una profesión que te acerca a ciertos bordes del precipicio. Sabes que estás ahí para contarla vida de otros y no para que te nombren a ti (claro que hay excepciones, célebres excepciones). Sabes que el periodismo es una forma de relatar la existencia, de constatar que vivir es algo más que respirar. Y hay algunos a los que molesta tu respiración. Sabes que vives en un país donde no existe el delito de opinión, claro tampoco existe la pena de muerte y sin embargo…
Mayo de este año fue un mes especialmente fértil para las amenazas contra los periodistas en Colombia. Empezando por el atentado el miércoles 1º de mayo contra Ricardo Calderón, de la revista Semana, que después de investigar los despropósitos y opulencia de los militares recluidos en la cárcel por resort en Tolemaida supo que su vida era incómoda para algunos. El 6 de mayo 14 periodistas de Valledupar fueron amenazados de muerte por hablar de restitución de tierras, luego el 13 de mayo el gobierno denunció el plan en contra de Gonzalo Guillén, Ariel Ávila y León Valencia cuando ya los sicarios estaban en Bogotá buscando terminar “la vuelta” que no es más que decir asesinar. Un exilio preventivo. Un exilio triste fue la manera de encarar el asunto mientras bajaba la marea. La mejor manera que ofreció el gobierno para cuidarles fue recomendarles la huida.
Otras aguas que pocas veces se mencionan suben al cuello de los corresponsales Colombia adentro, no hablo de ciudades capitales siquiera —ese entorno que fuera de Bogotá llaman: la provincia— sino de los municipios que solo conocen los que viven en el departamento en que están ubicados. Y muchas veces ni eso. Cinco corresponsales de Teleantioquia Noticias en distintos momentos han sido amenazados. El periodista Álvaro Chedid, que reporta desde el municipio Zaragoza, supo que estaba en peligro por la amenaza que llegó al celular del entonces director del noticiero en un mensaje de mensaje de texto. Suerte parecida la de Lily Johana Franco, corresponsal en Caucasia para el mismo noticiero. En la misma región, el bajo Cauca antioqueño, Luis Cervantes recibió 16 amenazas distintas en un año (2011) luego de denunciar el carrusel de alcaldes en Tarazá. Porque el asunto es así: el miedo, puede disparar sus amenazas desde cualquier esquina de la realidad. Igual un político corrupto que una banda criminal, igual la guerrilla que las “manzanas podridas” del lado militar (como dice el notorio General Naranjo). Igual pueden hacerlo un hombre con un arma, con un teléfono o desde un respetable escritorio sin desanudarse la corbata. Y sucede también que el silencio embiste contra periodistas de medios comunitarios de tv y de radio de medios de comunicación que nadie menciona. Pero que son importantes para esos lugares en mitad del olvido que nadie menciona.
Al periódico de mañana lo amenazan las páginas en blanco por el miedo a escribir y convertirse en blanco de amenazas. Hay tanta Colombia por fuera de Bogotá (toda) en la que un periodista está más cerca de la súplicas al Chapulín Colorado que a la defensa del Estado, ¿y ahora quién podrá defendernos? Parecen decir entre rezos de avemarías y padrenuestros. Igual puede suceder en el barrio de al lado, en la gran ciudad, pero tu no lo sabes porque el peor momento de la democracia empieza con el silencio de los periodistas callados.