Cubrir temas medioambientales en Colombia es un gran reto. El periodismo ambiental es un campo olvidado. Ahora y después de toda mi carrera de comunicadora social, pensaba que me enfocaría en la rama organizacional o política, sin embargo, me doy cuenta de que la pasión por mi carrera surgió haciendo mi tesis. Al final de mi profesión es lo que me lleva a relatarles la siguiente información.
No trabajo en medios, pero hago que mi profesión contribuya a mi empleo y al medio ambiente. La gran mayoría de colombianos trabajamos en algo que no estudiamos, pero no por eso tendríamos que alejar la responsabilidad de ser periodistas o ¿sí? Nuestra carrera nos permite tener cercanía con las personas y si en la potestad de cada uno está, informar hechos veraces a la luz de los acontecimientos.
De una forma inesperada, quise convertir mi frustración al ver tanta desigualdad en un impulso por escudriñar información que siendo un derecho de los ciudadanos, desconocemos. Semejante a enfermedades silenciosas, cuando encontramos la cura ya es demasiado tarde, así funcionan las problemáticas medioambientales. No es desconocido para nadie los eventos climáticos que el mundo atraviesa, pero ¿será que compete a un medio de comunicación velar para que toda la población esté informada y prevenida?
Respóndanselo internamente, el papel de la comunicación social no solo es informar, sino educar. Es es otro reto en Colombia. El desconocimiento de las políticas públicas como la del aire, el diagnóstico, la comunicación aplicada y los resultados son brechas que crecen agresivamente. ¿Nos compete saberlas? Claro, por supuesto, no podríamos apartarnos de los cambios climáticos, ya que el ser humano es vulnerable ante la naturaleza. Convivimos todos en un planeta y necesitamos del mismo aire para vivir.
Así pues, al desarrollar mi investigación que se titula Comunicación y periodismo ambiental, una brecha entre el Estado y la ciudadana, me sentí emocionada, pero al transcurrir el tiempo me dije “Angélica, ¿en que se metió?”, más si mi punto central era la apropiación de la comunicación en la política pública del aire en Bogotá. Hay mucha tela que cortar.
No fue nada fácil y menos cuando tocaba puertas para realizar entrevistas en diferentes entidades estatales y no me era posible. No quedándome allí, realicé una encuesta de percepción en TransMilenio, indagando a más de cien (100) ciudadanos si habían escuchado a través de medios de comunicación información de la política pública del aire en Bogotá. Adivinen cuál fue la respuesta,
El noventa por ciento de los encuestados no lo sabe. Dentro de los planes de desarrollo en las últimas cuatro alcaldías de Bogotá, exceptuando una, en el balance de resultados no consagran campañas de prevención que arrojen cifras de capacitaciones, intervenciones comunicativas que involucren a la comunidad. Lo anterior, sin contar con que dentro de la alcaldía saliente, la administración entrante no tomó en cuenta los hallazgos porque no reflejaban planes que ayudaran a mitigar la problemática, pero las enfermedades como el IRA siguen aumentando.
Entonces, ¿podría cobrar sentido el periodismo ambiental? Por esto y más, hago un llamado a mis colegas que están en proceso de formación, graduados, empleados, desempleados, a interiorizar nuestra profesión. Este es el momento de enaltecer nuestra labor, el mundo seguirá experimentando cambios ecosistémicos, estamos en riesgo, existen muchas personas cubriendo temas deportivos o de entretenimiento, así que seamos promotores de nuevas investigaciones, alcemos la voz cuando seamos callados, tenemos que ser diferentes, demos el paso a lo que muchos lo ven perdido.
Necesitamos periodistas ambientales.
“Nunca antes tuvimos en frente tantas oportunidades para encontrar y contar historias relevantes, y para difundirlas en tan solo unos segundos por todo el planeta; y nunca antes vivimos mejor coyuntura para apropiarnos del futuro de nuestra profesión e irrumpir como protagonistas en la concepción, la experimentación y la consolidación de nuevos modelos para hacer periodismo”, Giannina Segnini.