Si no somos capaces de perdonar a los demás, este país se va a desangrar otros 200 años.
Todos, cuando analizamos la situación que vivimos en Colombia, encontramos una de serie culpables y no hay quién reconozca que tiene la culpa. Nadie quiere perdonar, pero sí estamos todos muy inclinados a perdonarnos a nosotros mismos. Y así lo sienten los de todos los sectores sociales y políticos.
Podemos ser culpables –todos– de esta situación (y, eso creo yo), pero siempre cada quien tiende a ver a los otros como culpables o como mucho más culpables, y sacan a relucir argumentos, valederos algunos y falsos otros (aunque nunca los ven así).
Con eso, de nuevo terminamos justificando los odios, rabias y rencores; y se recrudecen las injusticias, las masacres y las venganzas.
Y de pronto en todos los casos, el perdonar no es una cuestión religiosa, política o jurídica. Se trata de una decisión inteligente: parar el desangre del país y lograr un futuro nuevo, en paz y próspero para esta y futuras generaciones; sin más víctimas ni victimarios. Sería una decisión moral y pragmática.
Y nos debe quedar claro: al perdonar no le hacemos un favor al perdonado… Necesitamos perdonar para liberarnos todos, incluyéndonos a nosotros mismos. Tenemos que perdonar, o no vamos a salir de esta lucha fratricida…
Es un grito, una imploración, una súplica: perdonemos todos, y a todos. Perdonar es estar por encima de los sentimientos negativos como la rabia, y sobre todo por encima de los hechos y las situaciones que nos parecen deplorables; las que han sido muchas, provenientes de todos los lados. No perdonar es quedarse atado a ese mismo nivel que condenamos.
¿Y cómo lo hacemos? Nadie está seguro de cómo hacerlo, aunque tengo una idea que diré al final. Tendríamos que empezar por perdonar a Cristóbal Colón y a todos los que le siguieron en la conquista, la colonia y la guerra de la independencia.
A Santander, sin lugar a dudas, y si se quiere a Simón Bolívar. Y luego, a todos los políticos que les siguieron y que han dominado y gobernado este país en medio de la la desigualdad, la injusticia, la sangre y la ilegalidad. Todos pensaban que venían haciendo algo muy bueno y mucho mejor de lo que hacían los demás por la patria y por los colombianos.
Tendríamos que perdonar a todos los subversivos (guerrilleros) que querían cambiar las cosas, a los militares que en lo legal y lo ilegal querían mantenerlas, a los paramilitares, a la delincuencia común, a los narcotraficantes y a los del micro tráfico, etc., etc.
Todos mataban, mandaban a matar, provocaban los desplazamientos forzosos y el hambre. Secuestraban, desaparecían o ajusticiaban… Y muchos lo siguen haciendo.
Tendríamos que perdonar a quienes –de frente– han dominado este país (los políticos), y por detrás (el poder económico y los países dominantes mediante el colonialismo económico, político y tecnológico). Necesitamos perdonar a los de la primera línea y a los vándalos que entre otras cosas no son los mismos, a los del ESMAD, a los sindicalistas, a los empresarios, a los de los falsos positivos, a los secuestradores.
Tenemos que perdonar a todos los presidentes, desde Santander hasta Duque pasando por Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos y los demás. A todos los congresistas, gobernadores, diputados, alcaldes y concejales. Muchos de ellos tremendamente corruptos y ladrones.
Perdonar a todos los que han muerto por una u otra razón, a los que los mataron y a los que siguen en la refriega. Y no digo que la justicia deba dejar de funcionar.
Debe seguir funcionando de conformidad con la ley, pero debemos perdonar desde el punto de vista político, social, periodístico y doméstico… hasta en los almuerzos de cada casa.
Propiciar el perdón en los discursos, los artículos, las conversaciones, los mensajes que se envían por las redes sociales; porque mucho de lo que mandan, sin darse cuenta, son balazos, cañonazos que incrementan la polarización y la violencia.
Es claro entonces que tendríamos que empezar por perdonar a los que gobiernan en la actualidad, a los que han gobernado y a los que quieren gobernar este país, como prueba real e indiscutible de querer un mejor país, centrarnos en un futuro mejor más que un pasado doloroso, siendo a la vez ejemplo para todos sus seguidores.
Esto de perdonar puede sonar iluso y hay gente que piensa que primero hay que olvidar, pero no: pensar que la violencia y la guerra sea la solución es más iluso, porque llevamos muchos años en ella y no lo hemos logrado.
Si se hacen asambleas constituyentes, convenciones, coaliciones, pactos y cónclaves, porqué no hacemos una asamblea, una convención, una coalición, un pacto o un cónclave del perdón. Invitaríamos a hacerlo a Uribe, Santos, Petro, Duque, Luis Carlos Sarmiento, Rodrigo Londoño, Carlos Antonio Lozada, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana; y podemos ampliar la lista. Ninguno de los nombrados dejó de cometer errores, y muchos de ellos bastante graves; dependiendo de la perspectiva desde donde se les mire.
Tengo el sitio para llevar a cabo este cónclave, quién lo organice y quién lo coordine. Si lo hacemos podríamos lanzar una estela de paz que abrigue y comprometa a todos los colombianos.
[email protected]
317 4310806