Con la firma del acuerdo para el fin del conflicto con las Farc, Colombia inicia un nuevo proceso de cara a la reconciliación con miles de mujeres y hombres que un día decidieron o fueron obligados a incursionar en esa guerrilla.
Desde Pitalito, en la zona sur del Huila, territorio azotado por la violencia guerrillera, queremos perdonar a los gestores de la guerra que por más de medio siglo perturbaron el diario vivir de un país que infortunadamente --por la corrupción política-- cayó en una serie de atrocidades que no vale la pena mencionar.
Con todo respeto, pretendo dirigirme a los líderes de la Iglesia Evangélica de Colombia: les ruego me perdonen. Pero considero que somos responsables de lo que hoy vive la Nación. No tenemos congresistas, ni magistrados en las altas cortes, mucho menos ministros o personas que hayan influenciado en las conversaciones que se realizaron en la Habana. Infortunadamente, los intereses particulares nos llevaron a que el Partido Unión Cristiana desapareciera. Fuimos incapaces de mantener la unidad, lo cual la historia nos está cobrando ahora.
Es el momento para reflexionar. No más posiciones independientes o sectarias, no más Uribe, mucho menos Ordóñez, no más uniones en yugo desigual. ¡Es la hora! Levantémonos en ayuno y oración, pongámonos de acuerdo, por favor. Colombia necesita una verdadera opción de poder que esté bajo los estatutos de Dios establecidos en su Palabra: mujeres y hombres temerosos de Dios, profesionales, expertos, para ayudar a conducir y a escribir una historia en la que nuestros nietos sean protagonistas de primer orden.
Con asombro y tristeza veo en las redes sociales la posición de apóstoles, evangelistas, profetas, pastores y maestros del evangelio, en las que han venido poniendo en entredicho lo acordado en los diálogos mal llamados de paz. Estoy de acuerdo en que solamente la paz la concede Jesucristo, cuando el hombre se convierte al evangelio y se aparta de sus malos caminos. Pero no entiendo, por qué no logran “perdonar” a quienes cayeron en desgracia al incursionar en la guerra. ¿Será que el amor y la misericordia de Dios no puede ser para ellos también? ¿O el problema es quién lo logro? Sé que el señor Presidente Santos no es del agrado de las mayorías evangélicas del país.
Perdono a los grandes y pequeños líderes evangélicos que de una u otra forma han sido inferiores a su prédica, quienes están vivos pueden reivindicarse con el país, empezando por pedir perdón. Perdono a los cientos de líderes políticos que se han robado el erario público, ladrones de cuello blanco que hacen tanto daño como las guerrillas y las autodefensas a quienes también perdono. Perdono a los narcotraficantes. Perdono a las bandas criminales. Perdono a la Iglesia Católica cogestora de guerra con el Partido Conservador, quienes hace 70 años mandaban a matar liberales. Perdono 70 veces 7. Y, les suplico me perdonen.
