La democratización de internet no solo ha permitido el impresionante surgimiento de la innovación y el emprendimiento; también ha llevado a un inmanejable volumen de información y de fuentes, a la amplia difusión de desinformación y al relativismo.
En este momento Trump es el gran político de Twitter, con 54,5 millones de seguidores, hasta parece que gobierna a Estados Unidos a través esta red social. Sus trinos son más difundidos que las ruedas de prensa de la Casa Blanca. Trump realiza sus comentarios sin ningún soporte científico y niega los hechos sin ningún escrúpulo. Un caso bien representativo fue su trino, al informe del gobernador Rosselló sobre el número de muertes ocasionadas por el huracán María en Puerto Rico: “3000 personas no murieron en los dos huracanes que azotaron a Puerto Rico. Cuando salí allí, después que la tormenta había pasado, tenían entre 6 y 18 muertes. Con el paso del tiempo, no subió demasiado”. Para Trump, cualquier número mayor es debido a ataques políticos contra él y su presidencia. Desestima los cálculos realizados por las universidades de George Washington y Harvard. Los políticos republicanos que compiten por la gobernación de la Florida tuvieron rápidamente que alejarse de esta posición, ante la reacción electoral de más de un millón de puertorriqueños que viven en ese Estado.
Políticos como Trump no solo desechan la ciencia sino que rompen el vínculo entre gobierno y conocimiento. Ayudados por las redes sociales buscan convertir su percepción en realidad. Como indica Michiko Kakutani, en su reciente libro La muerte de la Verdad, el peligro que enfrentamos es el decaimiento de la verdad, que va en aumento con ayuda de frases como “fake news” y “hechos alternativos”, utilizadas por lo políticos cuando una verdad no convine. O el uso de falsas ciencias (eje. producidos por aquellos que niegan el cambio climático), o de falsas historias (eje. promovida por aquellos que niegan el Holocausto), o falsas personalidades en Facebook (eje. creados por los trolls rusos en las pasadas elecciones) o falsos seguidores y likes en las redes sociales (generados por bots).
Las redes sociales son el principal vehículo
para desacreditar y tergiversar la realidad
Las redes sociales son el principal vehículo para desacreditar y tergiversar la realidad. Como indica Yhal Noah Harari en su último libro: “Es alarmante lo fácil que resulta inundar a la gente con informes conflictivos y pistas falsas”.
Las redes sociales son el principal vehículo para desacreditar y tergiversar la realidad.
Una estrategia muy utilizada es conseguir unos llamados profesionales para refutar lo que la ciencia ha establecido o argumentar que se necesita más investigación; convertir falsos argumentos en conversaciones y repetirlos y repetirlos una y otra vez, o atacar la reputación de los verdaderos científicos. El clásico “confunde y reinarás”, pero aumentado gracias a internet. Una estrategia utilizada exitosamente durante años por las tabacaleras y farmacéuticas. Y que ahora se utiliza para todo, uno ya no sabe si el aceite de coco es bueno o malo, qué fue lo que realmente pasó en Hidroituango y qué posibilidades existen, o si los árboles que va a cortar Peñalosa realmente están enfermos.
La gente está menos interesada en si algo es un hecho, que si es algo conveniente que debe ser creído. La verosimilitud ha reemplazado la verdad como medición, “el arte de hacer parecer las cosas verdad”. Se cree porque decidimos creerle a alguien, no necesariamente porque sea cierto. La gente se va por la vía del menor esfuerzo. Lo dijo Uribe, lo dijo Coronell y por lo tanto es verdad. Ambos expertos en manejar las redes sociales. Es interesante, por decir lo menos, el poder de Twitter que permitió al expresidente Uribe durante 8 años realizar oposición al gobierno Santos desde su celular, saltándose a los medios que eran gobiernistas en su mayoría.
Adicional a amplificar la polarización, las redes sociales tienden a minar la confianza en las instituciones y hace más difícil tener los tipos de debates fácticos y las discusiones que son esenciales para la democracia. Los nuevos desarrollos tecnológicos parecen complicar más las cosas. Ya es de por sí bastante difícil distinguir si un texto es verdad, pero en un futuro la realidad virtual permitirá fabricar imágenes y videos tan convincentes que será aún más difícil distinguirlos de la realidad.
Como observó Barack Obama “uno de los principales retos que tenemos en nuestra democracia es que no compartimos una base común de hechos”, las personas “operan hoy en universos completamente diferentes de información”. Nuestro reto es ser capaces de dar un sentido coherente al torrente de información disímil que viaja por las redes.