Pequeño dato para recordar a Garzón
Opinión

Pequeño dato para recordar a Garzón

Noticias de la otra orilla

Por:
agosto 16, 2014
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La memoria tiene que ser un ejercicio de resistencia contra el olvido y contra todas las formas posibles de injusticia. En un país como el nuestro en el que se asesina para silenciar, para desaparecer, para esconder la realidad, para someter a los otros mediante  el miedo que infunde la muerte de los que amamos, para practicar el macabro juego de comunicar terror, no hay duda que necesitamos hacer todos los ejercicios posibles de reconstrucción y preservación de la memoria individual y colectiva, porque solo en ellos es posible aprender y lograr resistir contra el silencio y el acallamiento, y defender el derecho a recordar.

Como dice Enmanuel Hoog, hablando de memoria y democracia, “hacer un ejercicio de memoria, es construir el tiempo, marcar las etapas, darle un ritmo. Es asegurar la perennidad y la estabilidad, que no es sinónimo de conservación y aún menos de reacción. ¡Qué desafío en un mundo en el que lo inmediato, la amnesia y la volatilidad de las opiniones dominan el entorno democrático!”

Hace cinco años, cuando se cumplían los primeros diez años sin Jaime Garzón, los amigos del Festival El Caribe Cuenta, un importante festival internacional de cuenteros que se realiza en Barranquilla cada año por estas mismas fechas, desde hace 17, tuvieron la feliz idea de dedicar a la memoria de este humorista asesinado, sin duda el periodista político más original y más versátil que recuerde el país,  organizando una interesante exposición que estuvo en varios espacios de Barranquilla y del resto del país.

Bella cosa esa la de salir con el cuento de recordar a Jaime Garzón en el marco de este festival de la palabra, para sacarle brillo a su memoria y así poder mirarnos el rostro, desconcertado aún, en su recuerdo de hombre aferrado a la bayeta roja del humor para contar nuestra realidad de otra manera, escondido en la risa mueca de su alter ego Heriberto de la Calle.

Afortunada idea la de los amigos de Luneta 50 al decidir inteligentemente consagrar la versión XII de El Caribe cuenta a exaltar y valorar la experiencia de un moderno cuentero  crítico, acallado por quienes han querido narrar la historia reciente del país con el peor relato que quepa jamás imaginar en una sociedad civilizada: el de la muerte causada de mil y una maneras.

Esa muestra sirvió para lustrar doblemente la memoria. La nuestra, para que no olvidemos; y la de Garzón, para que no sea olvidado. Y lo hacía con dos conceptos artísticos que potencian la importancia estética y política de la idea. Por una parte, prestar a Heriberto de la Calle su elemento de trabajo para proponer, como pretexto creativo, un objeto que trasciende las fronteras de su simplicidad como cosa, para que, resignificado, se convirtiera en elemento simbólico que estalla en múltiples sentidos insospechados al ser reinventado por un grupo de artistas plásticos, casi todos del Caribe colombiano, para  que con el betún de su creatividad lograran la transmutación poética de ese inocente fragmento de la realidad, en un juego que podríamos llamar también “vueltas alrededor de una cajita de embolar”.

Y por otra parte, la de sacar esta muestra artística a la calle para darle una manera de ser itinerante, que cumplía así con la condición callejera connatural de un embolador, bolero o lustrabotas, que es, a la vez, estación de cuentos móvil en la que embolado y embolador cuenta y es contado, y también altarcito pagano al que más de uno se acerca porque quiere limpiar su alma brillándose los zapatos.

El resultado artístico fue una gran instalación de 21 objetos conceptualmente solidarios, pintados, ensamblados, esculpidos, colocados, intervenidos, que individual y colectivamente modulan un cuento que es al tiempo uno y múltiple, abierto a todo aquel que quiera y pueda echarle una lustrada a su ojo de ver la vida, el arte, la realidad, el mundo...

Algunos de los artistas participantes que respondieron a la convocatoria fueron: Carla Celia, Roberto Angulo, Alejandro Domínguez, Yino Márquez, Roberto Rodríguez, Aníbal Tobón, Fernando Castillejo, Osvaldo Cantillo, Carlos Alberto García, Eduardo Visbal, Wilberto Echeverría, Alex de la Torre, Javier González, Iván Hurtado, Gabriel Acuña, Pablo Quintero y Eduardo Celis, entre otros.

Sería bueno volver cada tanto a lustrar el recuerdo de Garzón poniendo de nuevo a callejear por distintos lugares del país estos objetos devenidos en instalación de arte para ayudar a que las nuevas generaciones que quieren conocer y las viejas que tienen la tentación de olvidar, sepan quién fue el hombre que usando las herramientas ya clásicas del humor, la ironía, la sátira, la ridiculización, y el supremo recurso de la risa, supo ejercer unas de las más demoledoras formas de la crítica política que alguien pueda recordar en Colombia.

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