Lo primero es tomarse un vaso de agua, sin azúcar. Preferiblemente, este debe ser consumido entre las 6:00 y las 8:00 de la noche. Asegúrese que el agua es de consumo masivo, es decir, que otras personas han bebido de la misma. Esto le ayudará a su autoestima al saber que no es el único que bebe agua entre las 6:00 y las 8:00 de la noche. También, lo preservará ante cualquier burla en tiempo futuro.
Después de haber bebido el vaso de agua, quédese fijamente contemplando el techo de la casa. Si acaso algún cielo raso se interpone entre sus ojos y el techo, vaya directamente a la casa del vecino y explíquele la bochornosa situación. Lo más probable es que su vecino, atendiendo al espíritu solidario, lo acompañe en la observación, casi que meditativa al estilo del Gautama.
Comprenderá ahora que el principio de causalidad nos impone de una forma inexorable dos variantes: la variante A será autológica, en tanto y cuanto el techo de la casa sea visible; la variante B será dialógica, en tanto y cuanto su vecino sea solidario de esas causas meramente abstractas.
En caso de que la permisibilidad de su techo lo haga optar por la variante A, después de una larga contemplación, acuéstese con una pijama blanca en una cama de tendidos blancos. Trate de mantener la imagen de una paloma blanca o cisne blanco (da igual cuando sueñas, otra cosa dirá Popper sobre la posibilidad de falsar tu sueño de cisne blanco frente a un cisne negro).
Quédese dormido mientras su inconsciente freudiano emerge de la sombra más oscura, intentando encontrar los arquetipos más próximos a esa excitación involuntaria que exige la alegría. Grite con todo el ánimo posible hasta que la exteriorización de su deseo se haga posible.
Al día siguiente, si ha seguido al pie de la letra los pasos, levántese, mírese al espejo y siéntase diferente. Encienda la televisión o abra el Facebook y compruebe que su deseo es toda una realidad.
Si, por el contrario, usted se ha adherido a la variante B, luego de contemplar el techo, encienda la tele o abra el Facebook. Hable sobre el tema en cuestión con su vecino. Discuta acaloradamente al punto de sentir ganas de abofetearlo (sin embargo, contenga las ganas) argumente contra la teoría falsacionista de Popper.
Mírele a los ojos y dígale que el cisne negro no falsa la hipótesis que afirma que todos los cisnes son blancos, por el contrario, lo que hace es verificar el hecho de que la existencia de cisnes negros no modifica la existencia de los cines blancos. De paso, mírese al espejo junto con su vecino. Reconozca que usted y él son iguales solo en la apariencia de la multiplicación del espejo borgiano.
Póngase la pijama negra y su vecino, la blanca. Acuéstense abrazados y sincronicen, en sus mentes, la imagen del río de Heráclito. Quédense dormidos hasta que el sueño aparezca como el único símbolo de la realidad. En ese preciso instante, cuando el inconsciente freudiano emerja de las oscuras sombras, sigan conectados en la imagen del río.
Cuando despierten, no se miren al espejo, no abran el Facebook, bésense y disfruten la materialización de sus deseos más profundos. Recuerde, por último, usted es el deseo de lo que usted ha deseado para su vecino y viceversa.
Si ha seguido estos pasos, nunca más volverá a tomar agua solo entre las 6:00 y 8:00 de la noche.