Pepe Mujica respalda a Petro sin conocer la realidad política que enfrenta el país

Pepe Mujica respalda a Petro sin conocer la realidad política que enfrenta el país

Pepe Mujica apoya a Petro, pero desconoce la realidad colombiana: reformas fallidas, corrupción y promesas incumplidas. Necesita comprender el contexto real

Por: Samuel Fierro García
marzo 18, 2025
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Pepe Mujica respalda a Petro sin conocer la realidad política que enfrenta el país

Pepe Mujica, el viejo sabio del sur, hace pocas horas se dirigió al pueblo colombiano desde la serenidad de su huerta, desde su mundo de principios inquebrantables y nostalgias compartidas. De nuevo, a través de un video publicado en las redes sociales del Presidente de la República, el exmandatario uruguayo expresó su respaldo a Gustavo Petro y a sus reformas como quien extiende una bendición a un hijo pródigo que ha decidido tomar las riendas de su destino. Pero Pepe necesita contexto. Y lo necesita con urgencia.

No sabrá, Pepe, de los Benedetti ni de los Pitufo. No habrá escuchado los audios que escaldan la moral pública ni conocerá el delirio de las sombras que acechan la Casa de Nariño. Ignorará el descalabro de la UNGRD, ese monumento reciente a la corrupción donde el dinero de los damnificados terminó siendo un botín para los mercaderes de la política. No sabrá que la reforma a la salud ya tuvo su ensayo y que fracasó como fracasan las quimeras sin planificación.

A lo mejor, Pepe desconocerá que las EPS intervenidas por el gobierno de Petro no han sido precisamente un ejemplo de recuperación ni de transparencia. Por el contrario, tras la intervención, han sido foco de escándalos de corrupción, sobrecostos y deficiencias en la prestación del servicio, afectando gravemente a miles de pacientes que dependen de ellas, de manera que, en lugar de mejorar la atención, las irregularidades han crecido, y la incertidumbre en el sistema de salud se ha profundizado.

No sabrá, además, que el experimento más cercano a la reforma que Petro impulsa fue el plan piloto en el modelo de salud de los docentes, administrado por la Fiduprevisora, y el resultado ha sido desastroso: retrasos en la atención, negligencia médica y fallas estructurales que han convertido la promesa de un sistema más equitativo en una pesadilla para los maestros del país, quienes han visto cómo sus derechos se diluyen en un modelo ineficiente y caótico.

De seguro, Pepe no conocerá que la reforma laboral es un castillo en el aire que no se sostiene sobre la realidad del país, siendo que ignora a los millones de informales que cada día salen a la calle a ganarse la vida con la incertidumbre como única certeza. Empero, menos sabrá que la reforma mantiene los contratos por prestación de servicios y de término fijo, y que, incluso, ignora los derechos conectivos de los trabajadores; en tanto que, tal vez, no habrá escuchado el eco de las confesiones de Nicolás Petro ni el caminar sigiloso de Laura Sarabia por los corredores del poder.

Mujica, con su estoicismo de otro tiempo, tampoco sabrá que el gobierno del «cambio» ha sido, en muchos aspectos, el gobierno de la regresión. Que los jóvenes, que deberían ser los destinatarios de la esperanza, han visto mermadas sus oportunidades mientras el discurso oficial se llena la boca de promesas. No sabrá que, mientras se habla de soberanía, se construyen bases militares estadounidenses en territorios protegidos, que las votaciones en el Congreso no se ganan con ideas, sino con prebendas, que el clientelismo no ha muerto, sino que ha mutado con la misma astucia de siempre.

Pepe es ese tío entrañable que nos ve con los ojos del pasado, que nos imagina en la inocencia de un ayer que ya no existe. Petro es ese niño que un día tuvo ilusiones nobles, pero que hoy se ha convertido en otra cosa, en un líder atrapado en la vorágine de su propia grandilocuencia. Mujica, con su honestidad de hierro y su sencillez de otro siglo, cree que aún es posible hablar de revoluciones con la confianza de quien siembra en tierra fértil. Pero Pepe necesita comprender que la realidad colombiana no es la que le cuentan en un video. Es, como siempre, más compleja, más turbia, más humana. Y, sobre todo, más difícil de redimir con discursos que, aunque bienintencionados, no alcanzan a tocar el suelo de los hechos.

Definitivamente, Pepe necesita contexto. O puede que lo tenga y ―obnubilado― apele por el sentimentalismo de un proyecto político fracasado, contrario a los intereses de la nación colombiana.

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