Llega la edad, inexorable, y con ella el momento de pensionarse, ya sea a la fuerza o por decisión propia. Sí, por la fuerza cuando la empresa en que se ha trabajado "toda una vida" nos dice adiós; por decisión propia cuando hemos sido independientes y decidimos dar un vuelco total a nuestro diario quehacer.
La resistencia puede ser grande pues casi nunca nos preparan para este momento. Buscamos entonces afanosos llenar todo el tiempo libre que de repente nos queda. Algunos lo llenan con enfermedades. —Nada raro es escuchar sobre la persona que quería pensionarse y que poco tiempo después enferma y muere—. Otros llenan este tiempo ocupándose en asuntos del hogar que nunca habían hecho y así con rompen el equilibrio de años y entran en conflicto con su pareja e hijos. La proximidad continua puede "matar" una relación, si no es habitual. Los de más allá, vegetan. Duro decirlo así, pero hay personas que a esta edad no prestan ningún servicio.
Los sabios simplifican su vida. También establecen nuevos derroteros sin apegarse al pasado, a su oficio, a lo conocido. Ingresan en terrenos novedosos. Es el momento de unificar toda la experiencia de vida y ser creativos. De aplicar nuestros talentos y habilidades en un nuevo campo.
La simplificación incluye dejar tecnología superflua, dedicarse a un solo frente de actividad, cortar con amistades negativas, centrar emociones en lo que agrada, sacar del hogar cosas, muchas cosas que por años no hemos utilizado.
Los nuevos rumbos incluyen la pasión, la sencillez, la bondad, el amor incondicional. Seguir siendo y sintiéndose productivo —no hablo de dinero sino de sentimientos—, hasta el último minuto.
Simplificar también se hace dejando a un lado actitudes de víctima, de conmiseración, de abandono o traición. Simplificar al promover un solo y único sentimiento, el amor. Ya no malgastamos el tiempo en peleas y discusiones.
Es la lentitud otro gran logro en esta etapa de vida. Lentificarnos despierta los sentidos dormidos en el trajín de la mente "trabajadora". Por tanto, el disfrute se vuelve una constante y no algo ocasional. Bañarse, alimentarse, vestirse, dejan de ser algo automático, para convertirse en un momento de dicha. Logramos, en la lentitud, escuchar el universo.
Es nuestra decisión si estas reflexiones se toman como mero palabrerío o si se convierten en un reto. Esto último es lo que he decidido y lo escribo para darme ánimo, ya que no es fácil.
