La cantautora vallenata Adriana Lucía, una de las promotoras de Un canto por Colombia —concierto con el que se protestó a ritmo musical contra las injusticias gubernamentales—, acaba de comprobar, tras recibir amenazas a su integridad física, que pensar es peligroso en esta tierra que amamos y para la que queremos lo mejor.
Tres palabras le roban la paz como ha ocurrido con cientos de líderes sociales. “Te vas a morir”, le dijeron a través de su cuenta en las redes.
No es necesario más para que la existencia le dé un vuelco inesperado a cualquier persona. El panorama se ensombrece con la misma rapidez de una tormenta que no avisa y que en cuestión de minutos se desgrana con grandes goterones que lo inundan todo.
El viacrucis que ella está viviendo lo han experimentado quienes creyeron —aun cuando hay quienes todavía lo creemos— que las cosas pueden ser diferentes, que se puede expresar la inconformidad, que podemos hablar así nos separen las diferencia de opinión y llegar a puntos de coincidencia que nos permitan vivir en armonía.
La artista denunció la situación ante la Fiscalía. Igual lo hicieron muchos cuyas cruces se levantan solitarias en los camposantos colombianos.
Generalmente quien atiende las denuncias es formal y precisa que “haremos el mayor esfuerzo para identificar a los autores”, pero son tantos los casos, que se necesitaría que por lo menos la mitad de los colombianos tuviéramos la investidura de investigadores para frenar esta ola de terror contra los que disienten.
Muchos de quienes hoy no están murieron esperando medidas de protección, medidas que nunca llegaron. Tenían fe, pero esa fe se acabó el día en que un sicario segó sus días, sin siquiera hacer un alto en el camino para pensar a quién iba a matar. Terminada la jornada, se fueron a tomar cerveza y a esperar una nueva encomienda.
¿Quiénes son los autores de las amenazas? ¿Quién las ordena? ¿Por cuál motivo? Lo más seguro es que quien determina una muerte y dispone su ejecución al amparo de la ilegalidad, considera que tiene la verdad revelada o que es el único con derecho a pensar. Los demás son sus enemigos.
Bajo ninguna circunstancia podemos permitir que sigan asesinando a líderes sociales. Si la indiferencia nos gobierna en casos así, como en el de Adriana Lucía, y en el de tantas personas que diariamente reciben intimidaciones, el único camino será que la mayoría de los colombianos pidamos asilo en otro país en donde pensar no resulte peligroso.