Por una parte, en toda definición hay exclusión, de alguna manera discriminar una parte del todo implica excluir algo; pero, nuevamente, reducir todo a una palabra implica excluir demasiado.
Hay varias situaciones que pueden resultar problemáticas en este escenario.
La educación debería ayudar a ensanchar la capacidad de racionamiento de la sociedad, querer reducir todo a una palabra puede ser un síntoma de problemas en el acceso o en la calidad de la educación.
Adicionalmente, se supone que en una sociedad democrática se debaten ideas; si la capacidad para debatir las ideas que rigen la sociedad es limitada, los beneficios para dicha sociedad muy seguramente también serán limitados.
De acuerdo con Weber, el poder se puede legitimar de manera técnica, lógica y racional, aunque en una sociedad premoderna puede ocurrir que se legitime por el carisma personal. Acá cabe peguntar si somos una sociedad que se esfuerza por dar debates en el marco de la lógica y el raciocinio o si nos limitamos a juzgar la fuente de las ideas.
Precisamente acá hay algo muy preocupante y es la ausencia de debates. Ocurre que no hay debates cuando es importante que se den, pero también ocurre que el querer limitar los debates a slogans simplistas terminan en últimas vaciando las discusiones de contenidos. De esta manera, la ciudadanía se queda con estereotipos, ni siquiera con arquetipos; muchas veces reforzando los estereotipos propios ya preconcebidos.
Acá se puede traer varios temas, por ejemplo, las relaciones entre conocimiento y poder. El poder esta cuando la mayoría cree que un discurso determinado es cierto, y, muchas veces, los medios de comunicación de nuestro país refuerzan estereotipos relacionados con lo ya establecido por “el poder” en lugar de ser un verdadero contrapoder. Esto se ve cuando se editorializa lo que no se debería editorializar o en la ausencia de información relevante.
Claro que no hay un único culpable, los medios tienen una responsabilidad importante para informar e incluso pueden aportar en algo a la educación mediante un trabajo decente, pero no son los únicos responsables de esta suerte de pereza mental de la ciudadanía. En un libre mercado, los ciudadanos debemos saber exigir contenidos de calidad para que se haga visible la demanda de información verídica, confiable o racional.
En el campo de la política hay varios ejemplos, un político que gusta de detallar muy bien sus ideas, como es el caso de Mockus, me duele que se diga que “no se le entiende”; no me duele por él, es decir, lo que me duele es la sociedad colombiana que quiere una idea ultrasimplificada, preferiblemente a una palabra.
En los debates contemporáneos vamos a identificar muchos esfuerzos por catalogar a los políticos en centro, izquierda o derecha, esta por verse la capacidad de la ciudadanía para exigir debates de verdad, pensando y razonando, así esto implique un esfuerzo, en lugar de limitarnos a pedir una ubicación dentro de nuestros prejuicios cómodos.