Literalmente despeñado aparece el alcalde Peñalosa en una reciente fotografía publicada en su cuenta de Instagram. El registro nos recuerda a Tarzán de los monos, versión cachaca, civilizada y torpe, pues la actitud del burgomaestre es la de quien se ve a gatas para salir a flote entre arbustos, pedruscos, bejucos, rastrojos y toda esa enmarañada vegetación característica de los Cerros Orientales de Bogotá.
Afortunadamente el incidente no pasó a mayores, y se recordará como anécdota y metáfora lo que pudo terminar en tragedia. Cabe resaltar que durante el extravío, que duró aproximadamente ocho horas, el alcalde siempre estuvo acompañado de su equipo de trabajo. Por otro lado, Peñalosa y su séquito tuvieron dificultades para establecer una comunicación tipo SOS, pues los Cerros Orientales son una especie de zona muerta para cualquier contacto vía teléfono celular, el cual se logró tras muchas horas de intentos. Por lo demás el rescate fue casi una odisea, como suelen ser todos los rescates en ese terreno agreste y sinuoso de la capital. Gracias a los excelentes oficios de los bomberos, quienes equipados de cuerdas y máquinas propias de esos menesteres, lograron sacar a flote a los singulares e ilustres extraviados.
Alguna vez el alcalde en mención había pronunciado una profecía que se cumplió, pero a la inversa: “No sería raro que pronto tuviéramos venados en los cerros y calles de Bogotá”. Lo que tuvimos, en cambio fue venados de pana y lana embolatados en una pequeña y complicada selva, muy cercana a esa otra inmensa selva de asfalto y cemento que es la capital de Colombia. Por el momento, nadie ha visto pasar un solo venado del reino de los cérvidos por las calles de Bogotá, y creo que esa profecía no se cumplirá en miles de años, como también se ve lejana la profecía más famosa de Peñalosa, la del metro elevado, el cual parece tener más enredos que los que se arman cuando se enfrentan con sus cornamentas los cérvidos mencionados.
A propósito de este despiste abrupto y silvestre, no faltará quien piense que desde hace rato Peñalosa anda embolatado en varios sentidos, sobre todo en el verbal, pues ya nos tiene acostumbrados al uso de frases insulsas como la reseñada arriba, o estas también muy populares: “En seis años se podrá nadar en el río de Bogotá”, “Metro subterráneo es meterse en túneles como una rata”, “El ladrón es el que roba, entonces el que roba es un ladrón[…]”, y dejemos ahí porque esa parábola del ladrón es una retahíla que no tiene pies ni cabeza, ni principio ni fin: mejor dicho, les dejó un enigma indescifrable a los filósofos y hermeneutas.
Por último, veremos si esta metáfora que padeció el alcalde Peñalosa en los Cerros Orientales le sirve para reencontrarse, pues hace rato anda perdido entre las amenazas de revocatoria de su mandato, la maraña de la movilidad vial en Bogotá, los rompederos de cabeza que plantea la ciudad más importante y compleja del país, y, por supuesto, en el arcano de su metro elevado, cuya experiencia de viajar en él “será casi como volar bajito en helicóptero”, para usar las misma palabras inverosímiles del burgomaestre perdido y recién rescatado.