Peñalosa y los farsantes

Peñalosa y los farsantes

"Lo que en principio era una ostentosa hoja de vida con un brillante palmarés, hoy en día es la estructura fangosa de lo impresentable"

Por: Jose Francisco Urquijo Orjuela
julio 04, 2017
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Peñalosa y los farsantes
Foto: Archivo Colprensa

El Ministerio de Educacion fue contundente: “ Peñalosa no ha convalidado en Colombia sus títulos en el exterior”. Luego, el vicerrector académico de la UN, Juan Manuel Tejeiro Sarmiento, explicó por qué: “Uno no puede […] tomar una serie de cursos que no estén estructurados dentro de un programa académico y decir que son equivalentes o más […]. Yo puedo estudiar 10 años cualquier cosa y tomar cursos. Eso no me acredita académicamente para un título de estos”. Cabe recordar que Peñalosa estudió un ‘Bachelor of Arts’ en Economía e Historia en la Universidad de Duke (EE. UU). Ese título, en Colombia, es equivalente a un pregrado. Sintetizando, Peñalosa es un Tecnólogo con ínfulas de Doctor.

Sin embargo, algunos obsecuentes seguidores del ocurrente Alcalde han tratado de legitimar los rutilantes éxitos académicos del pintoresco burgomaestre con una sindéresis que no conocen y han profundizando así su vergüenza. Lo que en principio era una ostentosa hoja de vida con un brillante palmarés, hoy en día es la estructura fangosa de lo impresentable.

En 1999, el científico holandés Thomas Van der Hammen le propuso al Ministerio del Medio Ambiente la creación de un corredor ecológico que conectaría los cerros orientales con el río Bogotá, propuesta que buscaba la conservación de la Sabana de Bogotá ante la avalancha de construcciones urbanísticas. Ese mismo año y siendo Alcalde el mismo Peñalosa, también le presentó al Ministerio una propuesta que consistía básicamente en la construcción de viviendas con el argumento peregrino de solucionar un déficit de hogares y la organización del mismo. El Ministerio resolvió convocar un panel de expertos (yo no soy experto en temas ambientales, solamente leo, investigo y opino de manera hipotética, mi experticia en el tema es casi como la de Peñalosa, muy vaga), incluido el científico holandés para evaluar la propuesta del Alcalde. La conclusión fue unánime, los ecosistemas que contiene la reserva son de un gran valor ecológico y por tanto deberían ser protegidos. Ante esto, el Ministerio estableció una resolución donde le dio el estatus como área de preservación a la reserva y designó a la CAR como responsable de su delimitación. Peñalosa sostiene que esta reserva es una colcha de potreros que no tiene vegetación, pero se cuida de decir el malabarista tecnólogo que la misma resolución le impone a la CAR la tarea de reforestación.

Por otro lado, hoy en día los usuarios de Transmilenio están resignados a usar el servicio, no sin antes maldecir. Y esto constituye ni más ni menos la verdadera radiografía de lo que es el servicio. Servicio con evidentes falencias en su infraestructura y que necesita una verdadera reingeniería en su operación y control, amén de promover unas campañas didácticas encaminadas a sanear los problemas de inseguridad y contrarrestar el flujo de actividades humanas que han convertido el servicio en la impronta miserable de la insolidaridad y la intolerancia. Peñalosa ante la dimensión del problema solamente ha cultivado la imagen de un vendedor de buses articulados y de manera olímpica, parroquial y revanchista, ha desdeñado estudios técnicos ya elaborados para la implementación y construcción del transporte masivo subterráneo. Allí pesan más los negocios e intereses de los socios del Alcalde y no la calidad de vida de los bogotanos. Se podrían seguir enumerando más indelicadezas del Alcalde, pero basta concluir que su revocatoria no solamente es legal por sus reiteradas mentiras, sino que es necesaria para hacer de Bogotá el más hermoso destino colombiano.

En el año 2007, el poeta mexicano Jorge Fernández Granados publicó una recopilación de poemas que tituló “Principio de incertidumbre”. En ese compilado hay un poema que se llama “ Los farsantes”, el cual  yo evoco cada vez que veo a Peñalosa con su chaqueta azul.

Los farsantes

Quienes no tienen un alma fingen todas
las superficies que venden
no la verdad sino la astutísima
baratija

Obsérvalos saludan sonríen bromean siempre parecen
simpáticos siempre “están en todo” levantan las cejas
con simulado asombro desdeñan entre dientes caminan aprisa (huyen)

Almas chatarra que ratean
peces en el río revuelto
y quince minutos engatusan
al que se deja

Obsérvalos revisan sus uñas la punta de sus zapatos el brillo de sus labios
el corte de su bigote la marca de su reloj la altura del escote el
nudo de la corbata o simplemente el aspecto “casual” de la mezclilla

Su máscara es mutante y siempre a la medida
del momento su ámbito
natural es el plasma de las pantallas
el cómodo veneno de la evanescencia o la levedad
donde todo se vale

Obsérvalos nunca faltan invaden sin aviso los vestíbulos otean la
tertulia serpeando entre la concurrencia con sus redituables
maniobras de encantamiento con su arsenal (ajeno) de frases
“ocurrentes y eruditas” con su ágil quincalla quedabién

Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo
se puede engañar a algunos todo el tiempo
pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo
-dijo quien luego fue asesinado en un teatro

Obsérvalos hormiguear en el banquete apersonarse con prisa zalamera
en la mesa de los notables y no perder oportunidad de añadir su
nombre a las listas de preocupados en causas sociales mientras
reparten caravanas en los resonantes salones de las cortes escucha
cómo se pisan unos a otros por trepar a la tarima cómo se apuñalan
por la espalda cómo se arrebatan la carroña del hocico

Pero los peores son los más finos
los que bordan con hilo delgado
un permanente disfraz a la medida de su farsa
un simulacro amébido tan perfecto
que ya no se distingue
de su propia vida

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