'Peñalosa: el hombre que cree que sacará de las ruinas a Bogotá'

'Peñalosa: el hombre que cree que sacará de las ruinas a Bogotá'

"Vivimos en una ciudad multicultural, absolutamente diversa, que no puede ser homogenizada por el rasero del urbanismo torpe y deshumanizante"

Por: José Alejandro Rodríguez Alarcón
enero 15, 2016
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'Peñalosa: el hombre que cree que sacará de las ruinas a Bogotá'

¿Con que soñará un visionario? ¿Con que afán comerá? ¿Está satisfecho con que lo llamen así? ¿El visionario se levanta y se dice: "buenos días visionario" o simplemente dice: "allí estas de nuevo visionario", mirándose al espejo?

Yo no podría definir a ciencia cierta la naturaleza o las características de un visionario. Solo podría decir que se trata de una persona que es capaz de imaginar el futuro con una capacidad mayor a la de la mayoría.

Ahora, si me preguntan que si Enrique Peñalosa es un visionario, yo diría que sí. Es más, es un gran visionario, pues no creo que exista de manera frecuente un sujeto que pueda proyectar los intereses de una clase social determinada con tal nivel de detalle, tal como lo hace el recién alcalde electo de Bogotá.

Él es capaz de proyectar en su cabeza cuánto equivalen tantos metros de tierra en relación a cuántas personas; cuánto espacio público necesitan cuántos parques; cuántas escuelas, cuántos centros de salud, cuantos cuartos en su vivienda y hasta cuál es el tamaño que deben tener los baños. ¡Eso es un mérito a la eficiencia, sin duda alguna!

Hasta allí puede decirse que sí, ganó bien sus elecciones, porque esas son cualidades que los electores consideraron importantes a la hora de votar por el nuevo alcalde Bogotá; sin embargo, esto me recuerda a un viejo amigo, un visionario, que tenía unas ideas maravillosas de las cuales nos contagiaba y luchábamos por alcanzarlas. Y en el momento de realizarlas sucedía un sinfín de equivocaciones, 'osos' y desaciertos por dos razones fundamentales:

1. El sujeto en cuestión es absolutamente autoritario y solo atendía a sus métodos.

2. Cuando los ejecutaba daba miedo que eso, lo que estuviera haciendo, explotara.

Todo esto para decirle al señor alcalde de Bogotá que a mí y a otros nos gusta que sea visionario, pero no queremos que nos seduzca más con su visión de ciudad diseñada para otros y no para nosotros.

No se sonrojen por favor porque lo que digo es cierto y yo pude comprobarlo. Se los voy a explicar:  solo basta con caminar la ciudad por el norte --en la parte bonita-- para ver la ciudad ensueño del alcalde: bastante espacio público, aceras que se funden con las plantas, enredaderas de manera colosal en los pinos, sauces; jardineros bien vestidos podando las costosas flores; anuncios de comercio debidamente delimitados. Ahora cierren los ojos y recuerden la fragancia seductora del Caballero de la noche: la sensación de seguridad es placentera y ¡ah! la librería Lerner con servicio hasta las siete de la noche. Sencillamente adorable.

Ahora despertemos del sueño ¡Pum! Qué golpazo nos dimos cuando el SITP brincó en ese hueco enorme de la Av. Boyacá con Autopista Sur, que tiene poco espacio público y que en su centro tiene un bello y ancestral falso pimiento pero repetitivo, sin más opciones de siembra,  con aceras grises y tristes. Bajémonos a un parque a pasar la pena y rápidamente nos damos cuenta que se trata de un parque sin identidad; un parque hecho en serie, desde Suba Rincón hasta el Tintal, desde Patio Bonito a Usme. Siempre será el mismo.

¡Gran río Fucha! Ancestro nuestro. Ya no me escuchas porque has sido canalizado, ni arboles bonitos te sembraron,  tu desolada cicloruta se ha agrietado y sufre en soledad.

Ahora me entienden quienes se sonrojan. Salvo las bibliotecas y la Bogotá del norte, las obras de Peñalosa carecen de vida, de identidad, no animan “la habitabilidad del espacio público”  y reivindicando a nuestro profesor J. C Pérgolis, alcalde, considero que: “ la imagen urbana no pertenece a la ciudad sino a sus habitantes ya que es el modo como los ciudadanos la representan en su mente; por eso, la imagen identifica a la ciudad, no por como es, sino por como es vista”.

Por tanto, esa idea del parque lineal del Tunjuelo no puede pasar por el desastre del Fucha y no puede pasar por su visión de visionario, por más títulos y menciones que usted tenga. La imagen de la ciudad es de sus habitantes y no suya por más bonita que usted la vea. Bogotá es una ciudad multicultural, absolutamente diversa, que no puede ser homogenizada por el rasero del urbanismo torpe y deshumanizante, por el argumento de: “lo más económico y lo más rápido”.

También cabe preguntarnos a nosotros mismos, quienes habitamos el sur de la ciudad, si lo que queremos es un  río Tunjuelo canalizado y una cuenca de cemento con la mina gigante en la montaña, con el agua sin vida y con una ciclovía para vernos sustentables. ¿Queremos parques que nos evoquen a la naturaleza y nos quede el sinsabor de haberla perdido sin mayor razón, sin mayor resistencia? Pues, habitantes del sur, el río es nuestra columna vertebral, un cuerpo de agua que en cada curva por donde fluye nos recuerda nuestra situación, nuestra resiliencia; una condición de vida revestida por el amor a la vida y por la destrucción del ignorante. Sea como sea ese río es nuestro. (No solo a los habitantes del sur, es un río del territorio y de toda la ciudad).

Ser un visionario desde mi perspectiva, significa salvar un río y no terminarlo de destruir. Desde mi visión de visionario, creo que es muy importante que el proyecto de recuperación integral del río Tunjuelo sea una realidad, cuyos pasos iniciales sea la organización comunitaria, la planeación y gestión popular del territorio, donde devolvamos la vida a cada rincón, en la que tengamos que preguntar a las piedras, al agua y a la montaña como debe ser ordenada. Por la huella de los ancestros Muiscas se encontrarán respuestas, pero es necesario irradiar esta proyección con el poder de sus habitantes y de cada una de sus regiones.

Cerremos los ojos por un momento –imaginen el río, no como un canal, no como un caño, sino como un río, como el río de la infancia, lleno de vegetación como es Usme; el canto de las aves, donde cerca de él y no sobre él, podamos sembrar bellas plantas, deliciosa comida y hagamos paseos y nademos y lo naveguemos; un lugar donde suenen las piedras, donde se vean los peces, los anfibios, donde se extiendan sus quebradas y la ciudad de verdad, la ciudad habitable se funda en el paisaje, sin destruirse.

Esa es mi visión y solo debo cerrar diciendo que basta con cerrar los ojos e imaginarlo, para que nos demos cuenta que no necesitamos ser gobernados por un visionario, necesitamos gobernarnos como visionarios.

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