Vendieron a los cuatro vientos, desde sus grandes, poderosos pero cada día menos creíbles medios, la idea de que Bogotá era un desastre en manos de la Bogotá Humana.
Vendieron una y otra vez, sin permitir siquiera la posesión del Alcalde Gustavo Petro, la idea de que era un 'mal administrador'. Les vendieron el diagnóstico durante cuatro años de que esta ciudad necesitaba un 'gerente' y fueron perfilando para ello a Enrique Peñalosa. Todo lo que hacía la Bogotá Humana, todo lo que decíamos los Progresistas, los humanistas, era malo, estigmatizado, señalado, sin el más mínimo compás de análisis. Había que acabar a como diera lugar con un modelo humanista de ciudad que pudiera prosperar y demostrar que lo público bien gerenciado vale, vale mucho; que en el mundo contemporáneo las ciudades que se densifican y no las que se expanden son las que valen, porque preservan la vida natural y no los negocios artificiales; que una ciudad de ocho millones de personas necesita una movilidad multimodal y con urgencia un metro subterráneo de avanzada, moderno. No soportaron la idea de que era intolerable seguir viendo hombres y mujeres como desechos humanos en las calles sin un mínimo de atención, ni que era posible sustituir la tracción animal de nuestras calles.
Pero para los gerentes del concreto y los locutores del odio, todo era un fiasco, entonces, terminaron diagnosticando mal al paciente, Bogotá.
Su diagnóstico partía entonces de una idea simple: "recuperar Bogotá" y afirmaron que ello era una tarea de 'gerentes', esos de sonrisa fácil y frases bonitas. Presentaron su diagnóstico como una cuestión de maquillaje y no de estudios y dijeron que las soluciones para Bogotá serían 'rápidas'. Redujeron todo a cambiar la brújula de la 'percepción' y a tener amigos en los medios, pero se equivocaron, los bogotanos se dieron cuenta que en algo más de 2 meses, los gerentes no tienen una propuesta clara para Transmilenio más allá de seguir haciendo Transmilenios; los ciudadanos notan que con estudios de servilleta pretenden quitarnos el metro subterráneo e inventarse un cuento llamado 'metro elevado'. Piensan los gerentes que por tener amigotes en los grandes medios pueden deslegitimar a los científicos, a los ambientalistas que por más de 20 años han estudiado la Reserva Ambiental Van Der Hammen.
Todas sus propuestas carecen de estudios, de análisis. Responden al odio y al deseo irracional de acabar con los logros que deja la Bogotá Humana. No se puede entender a un 'gerente' incapaz de construir sobre lo construido. Nunca antes en la historia de Bogotá con tan sólo dos meses de gobierno los ciudadanos habían calificado tan bajo una gestión que apenas comienza.
Diagnosticaron mal a Bogotá y la están matando. ¿Nos dejaremos quitar la posibilidad del metro subterráneo? ¿Perderemos el agua y el oxígeno que nos puede brindar Bogotá permitiendo que llenen de cemento la vida? ¿Lo construido en tantas mesas de diálogo con vendedores ambulantes lo perderemos hoy con los palos del ESMAD? ¿Perderemos además la posibilidad de tener empresas públicas eficientes y competitivas como ETB y Aguas de Bogotá para regalárselas al capital privado?
¿Lo permitiremos?
Una digna rabia, un carnaval de argumentos seguirá surgiendo con imaginación, en la calle y en paz. No dejaremos que por un mal diagnóstico maten al enfermo.