Si con alguien deben ser gratos los campesinos que hoy viven de la seda en el Cauca es con Enrique Peñalosa. Hace unos años convenció a un empresario coreano y a uno colombiano emprendedor descendiente de extranjeros, Jimmy Mayer, de invertir en un proyecto inédito y con gigantes riesgos. La aplicación de recursos fue multimillonaria para establecer una industria competitiva. Los dos agentes terminaron perdiendo su dinero. Pero quedaron las bases firmes de una novedosa alternativa productiva a través de la “explotación” del gusano de seda, proyecto actualmente consolidado y del cual derivan sustento cientos de familias campesinas caucanas, especialmente en el municipio de Timbío.
De Peñalosa, su relación y afecto por el sector campesino es mucho lo que podría comentarse. Especialmente cuando su padre fue gerente del Incora, el impulso personal que le ha dado a la agroindustria tomatera, etc. Pero hay algo que llama la atención, y es su concepción e insistencia en que las carreteras tengan áreas especiales para la movilidad sin riesgos de las personas que habitan zonas rurales: ciclorrutas, andenes, senderos caminables, puentes peatonales, etc. De allí que la desafortunada expresión de Ángela Robledo al manifestar que “para Peñalosa los campesinos son extraterrestres”, no es más que producto de un odio personal sin argumentos y lleno de resentimientos. De alguien que mudó desesperadamente y hoy parece una “encantadora” protagonista de Salem y allí si “todo vale” para el ataque. La decencia no parece ser su principal virtud.
Ángela Robledo no puede olvidar que salió elegida en una lista con Alfonso Prada donde el principal referente electoral fue Enrique Peñalosa. En buena medida le debe su curul. Pero las pasiones intestinas y los odios la hacen olvidar, justifican el ataque desleal a miembros de su mismo partido y el “todo vale”. Pero llama la atención su actitud amargada, negativa, permanentemente reactiva y agresiva; es posible que también sea una estrategia electoral. Todo lo contrario a la otra cara de la moneda, Claudia López y Angélica Lozano, brillantes mujeres críticas, pero propositivas, llenas de propuestas y argumentos. Además de respetuosas y decentes que vale la pena contar con ellas en el parlamento.
Y lo más aberrante de los ataques de Robledo es afirmar que Peñalosa no es verde. Para ella ¿qué es verde?, ¿contar con las FARC a como de lugar?, ¿aceptar el todo vale de la guerrilla?, ¿hacer protestas anarquistas?, ¿crear caos?. El exalcalde de Bogotá ha construido su proyecto justamente con los movimientos verdes y de sostenibilidad del mundo, allí es donde tiene sus mejores nichos. No por otra cosa ha recibido tantos reconocimientos internacionales por concebir y promover en el mundo sociedades igualitarias, sostenibles y felices, entre ellos nada menos que el “Premio Nobel alternativo de Medio Ambiente”. La ácida parlamentaria ¿ha tenido alguna vez una propuesta de legítimo partido o movimiento verde que valga la pena reconocer internacionalmente?.
Qué Peñalosa haya cometido errores políticos es muy probable. Pero la desesperación por atacar a una persona con ventajas y que podría ser el único candidato presidencial competitivo de la Alianza Verde, la han llevado a decir semejantes disparates. Eso demuestra poca grandeza y generosidad, que prefiere sacrificar a la colectividad por una especie de capricho personal y resquemores que aun no ha superado. Pero ya serán pocos los que le sigan la idea, por más que grite, busque atajos y muestre expresiones nigromantes. Buena parte de los colombianos y quienes hacemos parte de organizaciones que propenden por la sostenibilidad planetaria, estamos convencidos que Enrique Peñalosa es el miembro más genuino que representa la escencia de un Partido Verde.