Peñalosa tiene una enorme deuda incumplida con Vargas Lleras: el entonces vicepresidente le armó un equipo y una estrategia ganadoras que le hizo realidad el sueño de volver a ganar unas elecciones. Peñalosa a cambio le incumplió a Vargas Lleras desde que inició en el cargo: se enfrascó en proyectos de larguísimo plazo que en ningún caso le permitirían presentar avances de obras para la época clave de las elecciones presidenciales.
Para sumarle ofensas a ese agravio Peñalosa ha hecho las cosas muy mal a nivel en los medios: se volvió el campeón en hacer declaraciones inadecuadas, convirtiéndose en un villano ante la opinión pública. Ese exceso de escándalos injustificados sigue empañando día a día la imagen de Vargas Lleras en la capital.
Aunque lo anterior es grave, aún hay más: Peñalosa es como el Chirajara político de Vargas Lleras. Mientras una parte de su gobierno distrital ya se derrumbó, aún queda en pie otra sección que puede caerle encima al candidato presidencial. El gobierno de Peñalosa está herido de muerte: varios proyectos de alto perfil están estancados o a punto de hacerlo generando nuevos escándalos.
Germán Vargas Lleras ha demostrado que sabe diagnosticar y ya debe tener una imagen clara de los problemas de su aliado. Para Vargas debe ser evidente que Peñalosa cayó en decadencia y no es la misma persona que logró cambiar a Bogotá en tan solo tres años. De ese ejecutor ejemplar no queda mucho y eso ya no se puede reversar.
Ante este panorama tan negativo la jugada maestra de época electoral sería deshacerse públicamente de ese personaje que le hace tanto daño a su imagen: cobrarse la falta de reciprocidad que ha tenido Peñalosa con él. Actuar como el jefe que destituye a su subalterno (así sea por interpuesta entidad) lo dejaría bien parado frente a un sector del electorado.
El problema es que Vargas Lleras no tiene cómo echar a Peñalosa, solo puede quejarse de manera patética ante un desastre que está frustrando su deseo de ser presidente. La gente cree aún en la idea que Vargas Lleras es como el Darth Vader de la política colombiana, la realidad es que esa imagen es tan mítica como los doctorados de Peñalosa.
