El viernes primero de enero, en su primera intervención como alcalde en oficio dijo: “No pensemos que tenemos una empresa de teléfonos, pensemos que tenemos mil millones de dólares, con los que se podrían construir una cantidad de colegios, vías cruciales para desembotellar a la ciudad, hospitales, parques, podemos hacer todo eso o comprar una empresa de teléfonos”.
Para ponerlo en términos deportivos. Digamos que Peñalosa fuera el presidente del Barcelona, entonces propondría vender a Messi, a Suárez y a Neymar. Con ese dinero contrataría en préstamo sin opción de compra tres nuevos delanteros y con la plata que le queda haría un nuevo estadio, pondría ciclorutas en los alrededores del nuevo edificio y, además, hace una estatua en concreto de los tres delanteros que vendió. Barcelona tendría el estadio más moderno del mundo, pero cuando sus nuevos delanteros comenzaran a destacarse, estos tendrían que regresar a sus equipos de origen y con ellos se irían los títulos que ahora gana el club catalán.
Volvamos al discurso de posesión de Peñalosa, donde citó los casos de Francia e Italia como modelos donde las empresas públicas fueron vendidas porque no podían competir con otras del mercado. Habló de París y de Roma como si fueran barrios de Bogotá, sin comprender el costo social que las privatizaciones han tenido en el acceso a dichos servicios. No menciona el Alcalde que Italia atraviesa una profunda crisis fiscal y ya no tiene mucho que vender, teniendo como único recurso obtener más deuda o crear más impuestos.
En Colombia, durante la administración de César Gaviria comenzaron las primeras privatizaciones: las electrificadoras, las telecomunicaciones, la salud. De vez en cuando vemos las consecuencias emerger en los noticieros y tienen nombre propio: Saludcoop, Caprecom y Electricaribe. O también esta esa otra realidad que los apologistas de la privatización no mencionan: la flexibilización laboral, los despidos masivos, la anulación de derechos que los trabajadores han ganado históricamente y la vinculación de nuevos trabajadores a través de cooperativas para desentenderse de sus obligaciones.
Ahora Peñalosa se convierte en el nuevo defensor del sector privado y lo dice con desfachatez, al tiempo que no menciona el pésimo negocio que hizo con Transmilenio. Por cada $100 que entran al sistema, el operador privado se lleva $95 y sólo se preocupa por los buses, los conductores y el recaudo. Pero el mantenimiento de la malla vial, de las estaciones, de la contaminación y de la seguridad debemos asumirlos los ciudadanos desde nuestros impuestos y el elevado costo del pasaje. Ya que de esos $100, al Distrito solo le corresponden $5.
Peñalosa quiere vender dos empresas que producen riqueza y capital para el Distrito. Basta con ver que de los 4.15 Billones de pesos que tiene que poner el Distrito para el Metro, el 81% saldrían de las reservas tanto de ETB como de Codensa. Mientras que el 19% restante, que equivale a 800.000 millones de pesos sería de cupo de endeudamiento.
Esto demuestra la falsedad del argumento de Peñalosa. Seguramente habrá que optimizarlas, invertir en tecnología de punta para que sean competitivas y eficientes. Pero, desde ningún punto de vista venderlas va a generar mayor rentabilidad de la que ya están produciendo a largo plazo.
Quizá el actual Alcalde, por su cercanía con Cambio Radical, quiera imitar el modelo de privatización no de París o de Roma, sino de Barranquilla, principal fortín político de Vargas Lleras y de su partido. Allí, el aplaudido modelo de privatización se implementó como dicen los manuales con la empresa Electricaribe. Pero las consecuencias no fueron una mejor prestación en el servicio y, los ciudadanos no vieron una disminución en el costo de las facturas, las cuales llegan con mayor certeza que el fluido eléctrico. Al contrario, los colombianos hemos sido testigos de cómo mes a mes, los habitantes de las áreas metropolitanas de Barranquilla, salen a protestar a las calles porque la luz no llega, los daños no son atendidos y las facturas incrementan vertiginosamente.
Me pregunto si la obsesión por construir, construir y construir de Enrique Peñalosa busca coincidir con la de inaugurar, inaugurar e inaugurar de Germán Vargas Lleras. De manera que hay que buscar todos los recursos necesarios para alimentar la “chequera” del Vicepresidente. Para Vargas Lleras es muy positivo quedarse en Bogotá y no andar en esas correrías que tanto afectan su salud, tal como sucedió hace pocas semanas en Bucaramanga. Además, con los votos de la costa caribe y los de Bogotá tendría prácticamente asegurada su presidencia.
Así se explican los dos saludos más emotivos que Enrique Peñalosa dio en su posesión, el primero a Germán Vargas Lleras y el segundo a Carlos Fernando Galán, figuras más destacadas de Cambio Radical. Quizá el primero de enero no se posesionó Peñalosa como Alcalde de la ciudad, sino como interventor de la campaña política de Vargas Lleras para el 2018.