Enrique Peñalosa Londoño, ha sido un político desafortunado, que pese a sus incontables derrotas, sigue siendo una gran posibilidad para el país. Y es que en treinta años de continuas luchas electorales solamente ha coronado con éxito dos gestas: una cámara de representantes y una alcaldía de Bogotá. (La de mejor ejecutoria en la historia de la capital) De resto, solo pérdidas: cuatro en la capital ante Jaime castro, Antanas Mockus, Samuel Moreno Rojas y Gustavo Petro; una malograda senaduría y una anterior aspiración a la presidencia trunca.
En ese camino, su cabello y su barba encaneció, no así su sonrisa de triunfador que permanece intacta, como cuando empezara su primera aventura política. Él pertenece a una estirpe rara: a la de los que siguen tan campantes. Lo paradójico es que su forma de ser tozuda, terca, obcecada, que le ha surtido tantos fracasos, hoy le puede entregar la primera magistratura. ¿Por qué? Porque el país está pidiendo a gritos a alguien con ideas firmes, que actúe con independencia absoluta de los políticos profesionales; para anteponerlo a aquellos calculistas que pisotean sus propias convicciones, como sin duda, es el caso del actual presidente Santos, que antes que impulsar las reformas que requería el país, prefirió dejarse atrapar por el mundillo sinvergüenza de la politiquería.
Hay una faceta de independencia en Peñalosa que vale la pena reseñar: nunca se ha permitido, después que arrancó su irregular carrera política, ser subalterno de nadie. Mejor dicho, puede decir, como decía Luis Eduardo Nieto Arteta “no he sido ni siquiera ministro” por lo tanto, las consideraciones de algunos sobre su supuesto uribismo, no pasan de ser pronunciamientos sin fundamentos, como lo demuestra su reciente declaración en favor de los acuerdos de La Habana; o antes, cuando estuvo en contra de la reelección de Uribe. Mejor dicho, a nadie le puede quedar dudas que Peñalosa es únicamente Peñalosista, lo que es mucho mejor que algunos candidatos quienes tienen que mirar hacia El Ubérrimo, bien sea para repetir las órdenes o para contradecirlas con temor. Porque el país no necesita política uribista ni anti uribista, necesita, sencillamente, doblar esa página, alcanzar la paz y concentrarse en un desarrollo más equilibrado e incluyente.
Por eso el escenario electoral apunta a convertirse en una controversia entre el Presiente candidato rodeado por toda la fauna politiquera del país, ahíta y con diabetes; contra la palabra del candidato Peñalosa, revestido por sus sueños, su obstinación, su altivez, su tozudez, incluso su arrogancia; enarbolando las banderas de la anti política, que es, en últimas, lo que siempre ha hecho.
Pero para que la anti política se convierta en alternativa, no puede Peñalosa irse por calle del medio, por donde caminan las reinas de belleza, debe asumir su anti política, para poder señalar a donde se encuentra el principal problema de Colombia, que no es otro; como piensan los ciudadanos del voto en blanco, los inconformes y los emputados; que un aparato político corrupto y criminal aferrado a un presidente atrapado por sus miedos.
Por supuesto que Peñalosa debe partir de su partido Alianza Verde, pero no puede hacer una campaña verde, sino intentar construir un tsunami multicolor directamente con los ciudadanos y los grupos sociales organizados.
Debiera también Peñalosa, presentarle una alternativa diferente a la del Presidente candidato sobre el tema de las FARC. Porque el capital más poderoso de Santos así como su talón e Aquiles, está en La Habana; pero eso no quiere decir que el presidente sea el dueño y único depositario de la paz de Colombia. Por ejemplo, Peñalosa podría ahondar en el tema de la verdad, en el cual ha sido timorato el presidente, lo mismo que no temerle a una constituyente como colofón de los acuerdos, cuestión que le produce horror a Santos ante el poder real o supuesto de Uribe. El tal es que debe construir su propia agenda en ese tema y tiene como hacerla, mirando a personas que aun le pueden aportar mucho al país, como Leyva, menospreciado por el gobierno.
También debe el candidato Peñalosa comprometerse con el país en adelantar las tres reformas que no pudo hacer Santos: La educativa que amplíe la cobertura y reduzca la ignominiosa brecha de la calidad, hoy en los últimos lugares mundo; la de la Justicia, que le quite las prebendas a algunos magistrados y políticos que han conformado un cartel; y la de la Salud, que le entregue al paciente lo que le quitaron los intermediarios.
Pero primero que todo, Peñalosa y su equipo estratégico, deben cuidar de que no salte la liebre por la esquina insospechada, como cuando descuidaron en las pasadas elecciones al profesor Mockus y terminó la ola verde reventada, porque al candidato apareció en los debates, ante el estupor de los colombianos y el beneplácito de J.J. Rendón, sin que le temblaban las manos, como debiera pasarle; sino titubeante y desconectado.
NOTA FINAL: No tengo la menor idea como se arregla este infundio, pero los directivos estratégicos debieran pararle bolas a lo que dice la biografía de Enrique Peñalosa Londoño en Wikipedia: “Enrique Peñalosa Londoño (30 de septiembre de 1954, Washington D.C., Estados Unidos) es un economista, administrador y político norteamericano de origen colombiano”