Para el Alcalde Mayor de Bogotá Enrique Peñalosa ha sido sencillo responder con gas lacrimógeno y represión por parte de la fuerza pública cualquier tipo de queja en contra de su administración. No ha entendido que los bogotanos, ni la propia ciudad, son esa ciudad ávida de buses BTR con la que se ganó la lotería política a finales de los 90. Le ha quedado sumamente complicado tomarle pulso y ritmo a una Bogotá que ya está tan rebozada de problemas, como su sistema de alcantarillado.
Al Alcalde le ha parecido una idea perfecta utilizar a sus alfiles políticos para su conveniencia personal. Tal es el caso del abogado José Flórez, quien, habiendo incurrido en el delito de fraude procesal, fue denunciado penalmente por la Registraduría. Por supuesto también están sus otras herramientas políticas dentro del Concejo de la ciudad y en el Congreso de la República, como los abanderados de Cambio Radical que defienden a pie juntillas cuanto absurdo se le ocurre a Peñalosa.
Resulta evidente que a Peñalosa le queda muy difícil levantar el 80 % de imagen negativa con la que lo perciben los bogotanos, por mucho que diga que poco le importan las estadísticas; asumiendo que entienda las estadísticas de la ciudad. Algo que no parece muy lógico teniendo en cuenta que para él es mejor reducir subsidios en Transmilenio y elevar precios del transporte público de la ciudad, que mediar con personas vulnerables.
Para Enrique Peñalosa, una iniciativa como la revocatoria no es algo importante, no porque no tenga legitimidad, sino porque alguien como él, que ha negado los usos indiscriminados de la fuerza por parte del ESMAD en la ciudad, para quien es más importante hacerle caso a los caprichos de la oligarquía y la élite bogotana, a él, a ese Alcalde de títulos fingidos y de administraciones mediocres, se le dificulta dilucidar el peso y la potencia que tiene la ciudadanía sobre un funcionario público. Por eso para Peñalosa no es factible la Revocatoria; porque cree que puede mover sus conexiones políticas en pos de mejorar su situación financiera, mientras la ciudad empobrece y colapsa una localidad a la vez. Tal parece que el destino de Bogotá está en manos de setecientos mil firmantes de la Revocatoria, aunque deberían ser más.
Ahora bien, es cierto que Bogotá tendrá unos derroteros fuertes con una nueva administración encargada, pues el daño que el Concejo y el Alcalde Mayor le han hecho a la ciudad capitulan como en un cuento de horror la crónica de un caos que ya se veía venir. Sin embargo, estos derroteros deben ser el punto de referencia y de reflexión, no de quien quede sentado en el solio del Palacio Liévano, sino de la ciudadanía bogotana. La misma que puede y debe exigir por el cumplimiento de sus derechos; esa misma que no le ha temido al ESMAD y que defiende, a riesgo de su propia vida, la Reserva Forestal Thomas Van der Hammen o la ETB. Es esa ciudadanía la que puede revocar sin miramientos a cualquier funcionario. La misma que, con el aval de la Registraduría, tendrá un respiro en una verdadera Bogotá Mejor para Todos... sin Peñalosa.