“Puede que no suene como el progreso urgente que necesitamos, pero seamos claros: cuando asumí el cargo hace apenas tres semanas, este país no tenía un plan”, dijo Biden en ese momento, refiriéndose a los pasos en falso del expresidente Donald Trump en su respuesta nacional a la pandemia”.
Ese es un comentario que podría olernos mal cuando el actual presidente deje su gobierno. Porque qué pasaría si siguen llegando porciones de 50.000 vacunas hasta el final del mandato. Si ocurrieran 20 viajes, serían 1.000.000 de dosis, frente a 42 millones de eventuales pacientes ciudadanos. Imagino que el presidente mismo se aburrirá hasta parecer como un “mico en un bonsái” de tanto ir al aeropuerto con su cauda de chaquetas amarillas contra Macron que se desteñirán, aunque el sol bogotano no colabore.
Pero la noticia va más allá siendo más agudo el problema: “Medio millón de muertes, con mucho el número de muertos más alto de cualquier país, equivale a aproximadamente 1 de cada 650 estadounidenses que mueren a causa de una enfermedad que ha estado circulando por todo el país durante casi un año. El número de muertes equivale a toda la población de Atlanta, Miami o Kansas City, Missouri”.
Es indudable que esto es una vergüenza para la tendencia política del gobierno. Trump ha dirigido con sus lemas y políticas la derecha continental y entonces cabe suponer que si los gobiernos de su cauda cumplen tan mal, el desastre en América Latina no se dejará esperar con varias agravantes; entre otros, esta perla: nuestros países juntos no le dan ni por la rodilla a las fuentes de ingreso que pudiera allegar Biden para detener el caudaloso derrame de muertes.
Esto supondrá una presión inusual para las elecciones presidenciales que se avecinan y un peligro para la información fidedigna de cómo avanza la vacunación y sus resultados. Es muy probable que el presidente deba hacerle al favor a la vice de encargarla del manejo de ese chicharrón como pretendió hacer Trump para salvar su elección. Es obvio que quien sea candidato presidencial deba ser una persona con amplia experiencia, y por allí no están pintando los gallos tapados.
Y es que deberíamos poner en escala de qué se trata. Si Sincelejo, capital del departamento de Sucre, tuviera 250.000 habitantes, que por ahí anda, eso quiere decir que habría sido borrada del mapa. Debería esperar otros 245 años para llegar a la población actual, pues se sabe que fue fundada en 1775 con un patrón de población que no llegaba a las 4.000 almas. Ahora no contaría ni siquiera con un patrón de arranque.
¿Y cuántos se vacunaron en Sincelejo cuando el presidente hizo su show? ¡Averígüelo, Vargas!
Pero es más. El presidente Biden no les está dando salida a ningún pensamiento contemplativo de su administración. En efecto:
“Eso es más estadounidenses que han muerto en un solo año de esta pandemia que en la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam juntas”, dijo el presidente Joe Biden en un comunicado. “En esta solemne ocasión, reflexionamos sobre su pérdida y sobre sus seres queridos que quedaron atrás”.
Es decir, los gobiernos continentales no están siendo protegidos por ninguna cobertura retórica, política o ideológica del imperio. Los gobiernos latinoamericanos tendrán que enfrentar viringos el vendaval que se les viene encima. ¡Y no tienen dinero!
Tendrán que construir su propia retórica. Creo que en Colombia no estamos muy bien en eso; a juzgar por la troglodita y exagerada puesta en escena de recibir 50.000 vacunitas. Si se comparara el peso o el volumen del avión con el de las vacunas nos convertimos en el hazmerreír del siglo.
Y esto es peligroso. Supremamente peligroso.
Podría haber muchos falsos positivos, por ejemplo, si se incrementan las voces que alerten o denuncien sobre el desenvolvimiento de las campañas.
“Biden anunció recientemente que cientos de millones de vacunas adicionales llegarían a los EE. UU. antes de lo programado, lo que pone al país en camino de tener dosis suficientes para casi toda la población en julio”.
Esta es la tapa. Biden no solo no aporta retórica que cubra. Anuncia que la pelea es peleando. No hay tregua si algún gobierno pretende hacer el quite. Y eso se hace aumentando casi que exponencialmente la cantidad de dosis de vacunas, y de vacunación de la población.
Sabemos que la vacuna Pfizer exige doble dosis. No ha llegado nada de la segunda dosis, es decir que debemos esperar como mínimo otro viajecito al aeropuerto con las mismas chaquetas. Eso sería lógico pues por lo menos, ya hay 50.000 personas cubiertas aparentemente, solo aparentemente, sin peligro.
El domingo pasado he leído algo en El Espectador intitulado: Vacunación, ¿la última oportunidad de Duque?
(…) ¿se convertirá la vacunación en el bastión (…) para dejar el legado que tanto le ha costado construir y servir de caballito de batalla para el uribismo en la campaña presidencial de 2022”.
No parece que ese bastión pueda construirse con viajes al aeropuerto, lo está señalando Biden que no creo que pueda ser objeto de algún falso positivo por su admonición. Con ese viaje se politizó la recepción de las vacunas y luego con lo de Sincelejo la vacunación. Pero la cantidad de las dosis recibidas no compensa con el tamaño del legado que se pretendería. Y todavía nada se recibe de las segundas dosis Pfizer.
Esto se vuelve peligroso, demasiado peligroso.
Tal como vamos el sino de los tiempos está enterrando cualquier cocoroyó. No hay amanecer para los gallos.
Y eso es peligroso, demasiado peligroso.
¿Se imaginan ustedes un presidente intentando cumplir un legado que de patada se sabe que le queda grande? ¿Lo del aeropuerto no fue una cursilería monumental o un acto de desesperación que a ningún mandatario internacional se la ha ocurrido, ni tampoco quiere imitar nadie?
¿Cuánta desesperación en su alma si cada vez es más cierto que no dejará ningún legado de continuidad visible?
Y eso que todavía no ha empezado el juicio político en ciernes.
No se estaría creando opinión pública suficiente para defenderlo. Es exactamente lo contrario.
No me digan que eso no es peligroso.