Vale aclarar primero que por institucionalidad se entiende el conjunto de instituciones con las cuales desde el Estado se organiza y maneja la sociedad. Es decir que contempla no solo los tres poderes públicos que se rigen por el sistema de pesos y contrapesos: incluye también los órganos de control pero además hay otros igual de importantes como el sistema de impuestos o las obligaciones internacionales.
No hay solo un modelo de institucionalidad: hay monarquias republicanas, hay autocracias pragmáticas como lo fueron Corea del Sur o Taiwán y lo es Singapur, el régimen ruso tiene una institucionalidad que llaman la ‘democracia soberana’ (que al decir de algún periodista es a la democracia liberal lo que a la camisa común una camisa de fuerza); hay por supuesto el actual esquema chino de ‘capitalismo de Estado’ con sus respectivas instituciones; y que decir de las variantes de teocracias donde la institucionalidad es el orden que enseña una religión.
La institucionalidad ‘democrática’ como la entendemos es solo una de tantas institucionalidades posibles; tal vez asimilable a una cuasi teocracia en la que se otorga valor superior casi religioso al modelo escogido y se considera que ir en contra es similar y más grave que el pecado en una religión.
En todo caso por ser la naturaleza de la institucionalidad el conjunto de variables institucionales que la constituyen y que siempre pueden ordenarse en diferentes formas lo que se puede decir es que la institucionalidad siempre está en riesgo de ser cambiada como lo busca la oposición o violada por abuso de quienes la representan; y que tan válida y legítima es la defensa de la institucionalidad como el deseo o el propósito de cambiarla.
Lo que se debe considerar son las razones que justifican una u otra posición y los métodos que se usan para adelantarla.
Por lógica inevitable quienes representan la institucionalidad presente tenderán a evitar que ésta se cambie -a menos que sea a una más favorable para ellos mismos-. Y por la misma lógica inexorable quien pretenda disminuir el poder de quienes representan esa institucionalidad vigente se verán enfrentados a los mecanismos de poder que aquellos detentan.
Dentro de este contexto es que se puede analizar lo que está sucediendo con la ‘institucionalidad’ colombiana.
Lo más claro es que está en entredicho su vigencia, o por lo menos su valor. Que el presidente la cuestiona no hay duda de ello. Para eso pidió y recibió un mandato, o por lo menos así es posible que honestamente lo entiende él. Y que la oposición desborda los límites en la misma en el ejercicio de sus facultades para defenderla es igual de evidente.
Y que la institucionalidad misma puede ser incompleta lo vivimos en el caso de la elección del fiscal pues permite caminos sin salida, como lo fue -con razón- con la terna de Alvaro Uribe o lo es ahora -sin explicación- con la que no ha recibido ninguna objeción.
Lo que aparece evidente es que ‘golpe blando’ en el sentido de sacar a Petro de la Presidencia puede que no exista. Pero si por golpe blando se entiende el impedirle gobernar, es eso lo que está sucediendo
No hay duda que es un abuso de poder suspender como medida cautelar a un ministro sin que haya veredicto alguno y con el argumento que puede influir en el proceso. El comparar y asimilar el ‘asedio’ al Palacio de Justicia con la toma por el M 19 es un despropósito y honestamente y un ‘asedio’, por indeseable y censurable que sea, no es comparable a lo que originó el Holocausto. O más correctamente, lo que existe es el propósito de confundir para estigmatizar a Petro que ni supo ni tuvo nada que ver entonces pues en esa época estaba en la cárcel y no era parte de la dirigencia. La repetición de este paralelismo por los periodistas de los grandes medios es solo la entre nosotros conocida estrategia de ‘calumniad, calumniad, que de la calumnia algo queda’.
Y que el Doctor César Gaviria sustituyendo la vocería del Partido Liberal de la cual ilegalmente se apoderó e ilegalmente ejerce -puesto que no se somete a los estatutos- haga declaraciones que simulan cuestionar la actitud del presidente y alejarse de sus políticas es solo la reacción al hecho que Petro, al nombrar como ministro a quien desconoció su autoridad, reconoció que él no es el Legítimo Director de esa colectividad
Lo que aparece evidente es que ‘golpe blando’ en el sentido de sacar a Petro de la Presidencia puede que no exista. Pero si por golpe blando se entiende el impedirle gobernar, es eso lo que está sucediendo. Y que si las circunstancias lo exigen -es decir si Petro decide pelear su derecho a gobernar acudiendo a sus propias fuerzas -la calle y los instrumentos del poder ejecutivo- es posible que termine en eso, en el caos que eso implica y ahí sí: ¡adiós a cualquier institucionalidad!