En agosto del 2015 James Rodríguez, con 23 años, era uno de los cinco mejores jugadores del mundo. Venía de ser goleador del mundial y sus 17 goles con el Real Madrid lo habían catapultado como estrella absoluta del equipo. Se acababa de ir Carlo Ancelotti después de la floja temporada 2014-2015 y llegaba el exigente Rafa Benítez. Empezó la Liga con un James monstruoso: dos goles espectaculares contra el Betis. Lo único que le incomodaba al nuevo D.T. era el inoportuno llamado de la selección a James para jugar un amistoso contra Perú en Estados Unidos. James, siempre dispuesto a complacer a Pékerman, cruzó el Atlántico y, como no sabe hacerlo de otra manera, lo dio todo en la cancha. Se entregó de tal manera que tuvo una rotura muscular en su muslo izquierdo. La noticia se mantuvo en bajo perfil. Nunca revelaron la gravedad de una lesión que terminó con el jugador inactivo durante dos meses. En esos sesenta días James dejó de ser una estrella dentro del Real Madrid para convertirse en un suplentón cualquiera.
2 de octubre de 2016. James empieza la temporada con pie derecho. Al parecer está convenciendo a su técnico, el francés Zinedine Zidane, que puede ser titular por encima de Isco, Asensio o Lucas Vásquez. En el entrenamiento previo al juego contra el Eibar sufre un tirón en su pierna izquierda y, a último momento, va a las graderías del Santiago Bernabéu. Un día después llega la convocatoria de Pékerman para el doble juego eliminatoria que sostendría con Paraguay y Uruguay. En Madrid se desata una tormenta. James viaja a Asunción. 15 horas metido en la estrechez de un avión. Al llegar, el cuerpo técnico determina lo obvio, lo que ya sabían en España: no podría jugar por lo menos en un mes. Se devuelve a Madrid, otros 15 horas en una fucking caja de sardinas voladora. La lesión se agrava, otras cuatro semanas sin jugar. El cuerpo técnico y la directiva madridista, señalan a Pékerman, de nuevo, como lo habían hecho en junio del 2016 cuando fue convocado a jugar la Copa Centenario en Estados Unidos desoyendo las exigencias del médico del club quien recomendaba que el jugador aprovechara el descanso de verano para operarse del hombro, como uno de los culpables del bajo rendimiento del jugador.
Pékerman habló con los médicos y con Ancelotti.
Los del Bayern, como locos, tuitearon que el mediocampista
no podría jugar por ningún motivo contra Venezuela
Hace una semana José Pékerman viajó a Munich, la nueva casa del crack. Habló con los médicos y con Ancelotti. Imagino yo que se habrá dado cuenta de la gravedad de un problema muscular que viene mermando al jugador desde hace casi dos años. Parece que don José no escuchó lo que le dijeron en Alemania y lo convocó para la doble tanda eliminatoria contra Venezuela y Brasil. Los del Bayern, como locos, tuitearon que el mediocampista no podría jugar por ningún motivo contra Venezuela. Aún así, en vez de dejarlo reposar en Barranquilla, preparándose para el duelo con Brasil, lo llevó a esa pesadilla de viaje que emprendió la selección hasta San Cristóbal a donde arribaron por tierra y el miércoles por la noche. Patricio Camps, en una declaración tibia, dejó entrever que podría jugar unos minutos.
Colombia tiene 24 puntos y necesita cinco más para clasificar directamente. Tiene 12 puntos en juego. Enfrenta al último, Venezuela, en San Cristóbal. Le gana y hace 3. Puede perder con Brasil y luego recibe a una Paraguay eliminada y va a Lima con Perú también sin opciones. Esos seis puntos podían embolsillarse con facilidad. ¿Cuál es la necesidad de forzar a James? Cardona, quien brilla en Boca Juniors y Teo podría reemplazarlo sin afugias. James es el tercer goleador histórico de la selección y su aporte es determinante. Pero es más importante que se consolide en el Bayern y vuelva a ser la estrella que alguna vez fue. El viaje en avión hasta Barranquilla y el desgaste de llegar por tierra a San Cristóbal, luego devolverse y viajar de nuevo a Barranquilla para preparar el partido contra Brasil podían ser devastadores.
Detesto cuando Pékerman se hace el sordo y en su terquedad se convierte, muy a su pesar, en el peor enemigo de James Rodríguez