El próximo 25 de mayo del año en curso, en la República de Colombia, tendrán lugar las elecciones presidenciales para el periodo constitucional 2014-2018. Paradójicamente, para mucho colombianos la principal opción (un poco en broma y otro poco en serio), es una persona que no puede llegar a ser candidato, pues no es colombiano de nacimiento. Según el artículo 191 de la carta magna colombiana, este es uno de los requisitos para aspirar a sentarse en la silla principal de la máxima magistratura del Estado. Aun cuando existen 5 candidaturas (potencialmente fuertes), el respaldo a un “eventual candidato” nacido en la Argentina, al menos en redes sociales, seria masivo.
Un país con casi 48 millones de habitantes, con graves problemas en temas vitales como la educación, la salud, el trabajo, la violencia, el desarrollo, entre muchos otros, ubicado al noroeste del continente sudamericano, decide en menos de 2 meses, en las urnas, quien será el “comandante” de este barco que en muchas ocasiones parece ir a la deriva. Casi 32 millones y medio de colombianos, están habilitados para votar ese domingo. Las principales opciones políticas son las siguientes:
-Juan Manuel Santos (Actual Presidente de la República), candidato de la Unidad Nacional.
-Marta Lucia Ramírez, abanderada del Partido Conservador.
-Clara López Obregón, carta de el Polo Democrático Alternativo.
-Oscar Iván Zuluaga, la opción del Centro Democrático.
-Enrique Peñalosa, líder la Alianza Verde.
Estos nombres, como indican cientos de connacionales en las calles, universidades, encuestas y redes sociales no “los convencen”. Muchos otros, piensan marcar en el tarjetón, ese día, el Voto en Blanco. Los adeptos, de la última opción, pretenden lograr obtener la mayoría de los electores para obligar a realizar una nueva elección con diferentes postulantes. Unas elecciones un tanto “atípicas” por el abstencionismo, en claro aumento tras cada consulta electoral, dejaran como resultado un nombre, que a partir del 7 de agosto del 2014, será la cabeza del Poder Ejecutivo en nuestro país.
José Néstor Pékerman, es el nombre del, particular, candidato apoyado por masas. Un entrerriano (persona oriunda de la provincia de Entre Ríos, en la Argentina) de 64 años (con nacionalidad colombiana), quien viene conquistando al país desde el jueves 5 de enero, cuando llegó a la Selección Colombiana de Futbol. El gran logro del sujeto que lleva las riendas de nuestro combinado futbolístico nacional, que estará participando después de 16 años en una Copa del mundo, fue haberse metido en el corazón del pueblo con una de las expresiones más populares: El balompié. Con ascendencia judía y una historia riquísima, en lo futbolístico, Pékerman logró lo que parecía imposible. Lleno de sonrisas a nuestro país y lo ubicó en uno de los 32 rótulos, de los equipos que van a participar en el máximo torneo de futbol del planeta. El 11 de octubre del 2013, de la mano del ex seleccionador de Argentina, millones de colombianos nos fundimos en un abrazo y gritamos: ¡Estamos en el mundial! Desde ese momento (o probablemente desde antes), muchas personas por redes sociales y en la vida cotidiana dicen: “Pékerman presidente”, cuando se les pregunta por el próximo habitante de la Casa de Nariño. Por supuesto, muchos de mis compatriotas lo dicen, simplemente, para sacar una carcajada que retuerza la quijada de sus amigos o familiares.
De cualquier modo, algo indica que nuestro cerebro (aunque sea resultado de una broma) logre procesar que un entrenador de futbol, sea la persona más indicada para manejar a nuestro país, desde el punto de vista político. No me imagino a un americano, pidiendo como jefe de estado al entrenador de un equipo campeón de la NBA o de la MLB. Me cuesta pensar que un alemán, piense hoy por hoy, que Sebastian Vettel (piloto de fórmula 1) sea en un futuro el reemplazo de un líder político como Angela Merkel. Esto, lo podemos interpretar como la falta de credibilidad que tienen nuestros políticos, quienes llevan años desangrando al país (literalmente). Estamos perdiendo la esperanza segundo a segundo, por eso, y aun cuando no se justifique, es una de las causas por las cuales cada vez más personas deciden no “perder su tiempo” saliendo a votar por los mismos y las mismas. Es una utopía, el hecho de poder confiar en un líder real y positivo para el país. Simplemente porque todos tienen rabo de paja. Es una pena ver, aunque esto no es una señal grave, como nuestro país cada vez cree menos en las instituciones. El voto, por el que tanto se ha luchado, pierde su papel gravitante en Colombia, con cada bocarada de aire que respiramos. Futuro hay, simplemente debemos marcar el camino para que lo podamos palpar algún día.
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