El nuevo capítulo viejo es el de “Pedro y el Lobo”, que tiende a confundirse con el del “Pastorcito Mentiroso”. El primero es una sinfonía soviética, reproducida desde 1936, cuando se emitió cierta constitución que establecía un Estado Socialista de Obreros y Campesinos.
En uno de sus apartes, dos aves se recriminan mutuamente, una señalando que el pájaro no puede nadar, y la otra que el pato no podía volar. Esta última fue tragada por un lobo, que, tras haber sido rastreado por unos cazadores, fue atrapado por un niño con el apoyo de los demás animales, que celebraron el fin del terror aprisionándolo en un zoológico.
Lo segundo ha sido contado desde que se fundó la democracia, y trata del grito de un peligro inventado; tras convocar el auxilio de la mayoría, el desengaño colectivo inhibió la solidaridad cuando la amenaza fue real. Su moraleja, “en boca de un mentiroso, lo cierto se vuelve dudoso”, expone al funcionamiento de la política y el mercado, donde la mentira compulsiva es esencial.
Esa mitomanía es un síntoma asociado a los trastornos narcisista, histriónico y antisocial, pues hay quienes mienten para recibir admiración o evitar un castigo; además, durante la introducción, el nudo o el desenlace, algunos de esos inventores asumen su narrativa como verdad irrefutable, o terminan amparándose bajo alguna objeción de conciencia.
Usando esos encuadres, aterricemos el imaginario de nuestra patológica cotidianidad, donde el presidente vocifera a diario, a través de X o alguna otra plaza, que lo quieren derrocar y matar. También denunció una amenaza a la seguridad nacional, orquestada mediante un Caballo de Troya que acecha a través de la Nube.
Titulemos a este apócrifo cuento “Petro y el Pegaso”, como aquella especie mítica que ha inspirado la inmortalidad. Lo cierto es que esa historia seguramente tiene mucho de auténtica, y podría también ser encarnada por el Fénix, pues las crisis renacen a partir de sus cenizas.
Como sea, nunca sabremos la verdad, pues todos se declaran víctimas e inocentes, y el software de chuzadas son crípticas o están protegidas por autoridades internacionales, abanderadas con la neutralidad del paraíso suizo, donde también encubren a la criminalidad, la reserva tributaria y el secretismo bancario.
Idiotas útiles, las agencias de inteligencia sólo persiguen al “bobo” o “chivo expiatorio”. Ahora usan el silencio administrativo para acallar a Petro, y aislar temporalmente a Colombia de su logia, confiando que este episodio será olvidado o reescrito mediante otra innovación intrusiva, que seguirá condenándonos a más de lo mismo.
Ese ritual podríamos catalogarlo como “criptomnesia”, que solía atribuirse a los estados alterados de conciencia, pero se normalizó gracias a los Manuales de No Cambio, el Tratado de Propuestas, Acusaciones o Amenazas, electorales o parlamentarias, y la Guía para la Expropiación Intelectual, Cultural o Económica,
