Pedro Sánchez, el representante del gobierno español, se ha abanderado como socialista junto a su partido, pero esto realmente no significa una revolución ni muchos menos un cambio económico o ideológico como lo conocemos.
Lamentablemente, después de la jocosa victoria del madrileño socialista se han difundido titulares amarillistas y noticias tergiversadas en la región y el país pretendiendo hacer creer a la opinión pública que en España se gesta un cambio político importante o un viraje de corrientes significativo, como el que se cree que pudo haber ocurrido si Gustavo Petro hubiera ganado la presidencia o como el que ocurrió en México con la rotunda victoria del líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Lo cierto es que el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) ha gobernado con anterioridad en muchas ocasiones, en una especie de bipartidismo con el Partido Popular (PP), que ocurre comúnmente en ciertos países como EE. UU. con los demócratas y los republicanos, por ejemplo.
En el panorama nacional, la elección demuestra evidentemente una tendencia al liberalismo. Podemos, el partido más adepto a pensamientos de izquierda marxista, además de antiimperialista, se ha debilitado considerablemente, perdiendo cerca de 30 escaños. Lo curioso es que el nuevo partido de extrema derecha, Vox, obtuvo 24 escaños. El mayor golpe lo tuvo el Partido Popular (PP), de índole conservadora, que perdió decenas de escaños, principalmente por los escándalos de corrupción desatados durante el gobierno del presidente Mariano Rajoy.
Ya, en el panorama europeo, Sánchez representa una posición firme en mantener a España dentro de la Unión Europea, una tendencia pujante ante la crisis del Brexit que no ha dejado dormir a los congresistas británicos.
En un panorama global, Sánchez mantiene la de sus antecesores. El virtual electo presidente es una especie de Macrón español, conservando una visión liberal en lo ideológico (ideología de género, neoliberalismo económico, etc), pero firme en el occidentalismo, afianzando amistad con Estados Unidos, y mostrando precaución con Rusia y China. Es sabido, por ejemplo, que Sánchez ha decidido reconocer al presidente del parlamento venezolano, Juan Guaidó, como presidente (e) de Venezuela, mostrando un sólido apoyo al bloque occidental ante la inminente "guerra fría" que se percibe en el mundo. Esto contrasta con la visión centrista de Amlo o Tabaré Vázquez, o la izquierdista de Evo Morales, Rafael Correa y Gustavo Petro. Tampoco se asoma a los aliados europeos de Maduro, como Erdogan o Putin.
Lo cierto es que Pedro Sánchez y su, tal vez mal llamado, partido socialista no son más que una representación de neoliberalismo tradicional que siempre ha gobernado el país y la región europea. Aunque parezca sonso, Pedro Sánchez, a fin de cuentas, es más parecido a Iván Duque que a Gustavo Petro.